La luz en nuestra sociedad
siempre ha estado asociada a la Navidad Cristiana, uso que al parecer tiene sus
orígenes en las épocas remotas donde el fuego tenía carácter sagrado y servía, de
alguna manera, para atraer sobre sí el favor de los dioses.
A pesar de los cambios
que han sufrido las comunidades humanas esta práctica continua, se siguen
iluminando calles, casas y edificios, y en ciudades como París, Nueva York o
Londres un árbol de proporciones desmesuradas es iluminado para la ocasión,
representando esa fascinación que para el ser humano significa el fuego.
Las luces se han refinado
en su manifestación pero podría uno pensar que dan cuenta del temor atávico a
la oscuridad y lo desconocido.
Por estas fechas, la luz adquiere un lugar más
especial aun y a pesar de haberse perdido el origen de la tradición en la “oscuridad”
de los tiempos, la mente humana permanece fiel a costumbres que nos dicen que
la mente del hombre ha cambiado poco realmente.
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