El viento silba y las
dunas de arena con su movimiento incesante transforman el paisaje. El hogar de
este hombre debe encontrarse a kilómetros de distancia y sin embargo se le ve
tranquilo prestando atención a los sonidos del desierto: leves, sutiles.
Era una época cuando el
silencio era tan apreciado y sin embargo tan común.
Qué maravillosos tiempos aquellos cuando el
sonido no se derrochaba en niveles tan desaforados como en esta época, en la
que vivimos, donde el ruido nos ataca con la misma violencia que las
tormentas.
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