En la mayoría de los casos los colores de los vegetales
comestibles abren el apetito de la gente mucho antes que su olor o su sabor. Sobre
todo cuando el transeúnte se encuentra con lugares donde los mismos agricultores
se encargan de vender sus propios productos.
Una ciudad conocida por su vocación industrial y
comercial recuerda los orígenes campesinos de sus habitantes en estos sitios donde
se puede comprar una gran variedad de géneros sin intermediarios. Aquellos parecen
más naturales que los disponibles en los ambientes estériles de los supermercados
y su sola vista sugiere que su sabor es más verdadero.
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