Esos
años cuando las frutas se cogían directamente de los árboles que crecían en los
solares de las casas ya se están borrando de la memoria colectiva. Hoy, la
relación cotidiana con el color de estos productos de la tierra es a través de las
bolsas de plástico exhibidas en los puestos de cualquier esquina de la ciudad.
No importa
si el día es gris o soleado, estos lugares tan representativos de las ciudades colombianas
atraen al transeúnte con su colorido y con la promesa del sabor de tantas
frutas tropicales como se consiguen por estos pagos.
Es
posible que todavía ronde la nostalgia de las frutas en su estado natural, pero
ya los que pasan de prisa por las calles tienen que satisfacer su deseo con las
porciones que están a la venta.
La
falta de tiempo, una situación inherente al estilo de vida citadino, hace que ya
ni siquiera se eche de menos el placer de hincar los dientes en una fruta recién
cogida.
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