Jardín Botánico

Cada año los libros y la lectura se vuelven tan seductores, que muchos estudiantes de la ciudad se dan cita en el jardín botánico para asistir a las diferentes actividades que en torno a ellos se realizan en este recinto.
Pero no sólo son estudiantes los que visitan este lugar, también son todos aquellos que se han dejado seducir en su vida por los libros y que recorren stands con la mirada ávida, y el bolsillo dispuesto o no, para comprarse ese libro que los sorprende o que han buscado durante mucho tiempo y terminan llevándose para su biblioteca.

El Universo y su sombra (Medellín, Colombia)

Una manera sencilla para acercarse al entendimiento de las dimensiones del Universo es representárselo como una esfera donde planetas y estrellas se distribuyen de manera más o menos regular.
Pero todos sabemos, si hemos visto algún programa del Discovery Channel o las explicaciones de Carl Sagan en la famosa serie televisiva, que el Universo es mucho más complejo.
Para la mente humana es difícil aproximarse a tales dimensiones, pero algo es algo.
En esta imagen quizá es más importante la sombra sobre el agua donde la vida del planeta se refleja, anunciando que la posibilidad de encontrarla en otro lugar del espacio es posible.
En conclusión en esta ciudad el Universo y sus enigmas están a muy poca distancia, al parecer, y tal vez sea esa una de las características que la hace tan misteriosa para algunos.

Torres fuera de tiempo (Medellín, Colombia)

Una chimenea que nos remite a una novela de Charles Dickens combina perfectamente con una torre de iglesia que parece sacada de una novela de Víctor Hugo; y las dos parecen fuera de tiempo si se comparan con las modernas torres de apartamentos que se ven a lo lejos.
Es que en esta ciudad se ajustan lo antiguo y lo moderno sin solución de continuidad. Tal vez el único elemento común sea el de las montañas que siempre aparecen en el paisaje.
A unas imágenes del siglo XVIII le sirven de fondo otras de esta época como una película anacrónica donde hasta los vidrios de las ventanas engañan al ojo, haciéndole creer que copian, nítidamente, la torre de la iglesia, cuando en realidad lo único que hacen es dejar ver parte de las dos torres posteriores de la iglesia a través del reflejo en su superficie de unos edificios.

El reventar del color (Medellín, Colombia)

En esta ciudad uno puede ser testigo, sin el acompañamiento de sonido alguno, de una explosión que le remueve los sentidos. Es como si pudiera  ver el nacimiento de una de esas galaxias que aparecen cada segundo en el universo y de las que sólo se percibe su brillo en cámara lenta.

Color en la calle (Medellín, Colombia)

Contra el gris monótono del asfalto se destaca con fuerza el color de las frutas. Una pequeña parte del colorido del trópico se mueve incesantemente por las calles de la ciudad.
Las características frutas del país acompañan a las clásicas manzanas verdes y rojas mientras la vendedora se dedica a comunicar sus intereses por un celular. Tal vez la hora no sea la más adecuada para vender y la falta de clientes le permita olvidarse un poco de la función a la que ha consagrado su carreta.
Un círculo blanco (la manivela con la que dirige este pequeño medio de transporte tan común en la ciudad) parece señalar el único objeto no comestible de la superficie visible, como si quisiera aislarlo del placer que promete al paladar cada una de las frutas distribuidas, de manera sabia, para que su combinación resulte más atractiva y seductora a los ojos de los posibles consumidores.

Un palacio en el Centro (Medellín, Colombia)

Entre las construcciones funcionales del comercio popular del Centro se destaca la figura sobria y clásica del Palacio Nacional, construido por un belga que vino a cambiar la arquitectura de una pequeña ciudad a principios del siglo XX.
Este edificio dedicado al comercio intensivo en la actualidad, cambio la vocación administrativa para el que fue diseñado, por la venta intensiva de mercancías. Repleto de almacenes da cabido diariamente a miles de compradores que encuentran allí satisfacción a sus necesidades.

Piñatas o sombreros (Medellín, Colombia)

En primer lugar seduce el color y luego surge la pregunta: ¿Serán sombreros de fiesta? Luego aparece la duda: podrían ser piñatas llenas de sorpresas para colgar en una fiesta infantil o de adultos, no importa. En todo caso un colorido tal se relaciona con la alegría de las celebraciones. No nos concierne definir el destino, sólo queda disfrutar de la composición e imaginar, en todo caso, la bulla que los acompañará.

Almácigas ambulantes (Medellín, Colombia)

En cualquier calle de la ciudad estaban estas almácigas transportadas sin mayores cuidados. No sabemos que plantas crecerán: tal vez sean matas ornamentales o medicinales o tal vez grandes árboles. Lo cierto es que en un mundo donde los árboles y la naturaleza siempre están en desventaja es satisfactorio adivinar un futuro para el planeta plasmado en la promesa que ofrecen estas pequeñas plantas.

De fantasía (Medellín, Colombia)

No es extraño encontrarse en medio de una calle o en una esquina de esta ciudad personajes tan particulares como éstos, cuyas cabezas uno ubica inmediatamente en el orden de lo fantástico. Se aparecen, de repente, en nuestro campo visual destacando por sobre todo y de inmediato, que la imaginación puede exteriorizarse de cualquier manera.

Tienda de antigüedades (Medellín Colombia)

Un lugar especializado en viejos objetos metálicos, aunque como sucede casi siempre el énfasis en determinado material se ve reforzado por otros en mínima cantidad, en este caso los dos caracoles y el filtro de porcelana entre otras chucherías.
Inicialmente podría creerse que es la puerta de entrada a un almacén profundo donde uno esperaría que los miles de objetos allí guardados incitaran al visitante a imaginarse un mundo pasado y del que le gustaría formar parte, aunque fuera solamente por la posesión de uno de ellos. Pero en realidad se trata de un puesto callejero donde se ha logrado crear esa atmósfera especial de los lugares donde se venden objetos antiguos o viejos; reforzando el deseo que tiene mucha gente de regresar en el tiempo.

Sin aspavientos (Medellín, Colombia)

Así como florece la violeta, calladamente y sin aspavientos, hemos ido posicionando este blog donde se han publicado las fotografías que reflejan la realidad de la ciudad que habitamos.
Desde la gran arquitectura, hasta las pequeñas escenas de la naturaleza que se abren paso por entre el paisaje urbano de la ciudad, hemos dado cuenta de nuestra particular visión de este lugar que es nuestro espacio.
Que la belleza de la violeta nos acompañe y nos apoye en la búsqueda de las imágenes que hacen de esta ciudad un lugar tan sui géneris en el planeta.

Un paisaje japonés en la ciudad (Medellín, Colombia)

En la pasada versión de la Exposición Orquídeas, pájaros y flores del Jardín Botánico en la ciudad, era posible encontrarse con esta imagen que le hace pensar al observador en uno de esos paisajes invernales que se dan en el Japón.
Elaborado con diferentes materiales y con las hortensias como elemento principal, recuerda la película Los sueños de Akira Kurosawa.

Bananos (Medellín, Colombia)

Lo que queda de este racimo de bananos, nos recuerda el sabor delicioso de esta fruta. No sé si tenga relación con la suavidad que promete el amarillo intenso de su corteza. Las manchas que se ven en ella, para quien los han probado, están relacionadas con el alto grado de dulzura que halagará el paladar de quien los coma.
Según el tamaño, parece que estos son criollos, como llamamos por aquí a los que no son cultivados en grandes plantaciones.

Hilando coco (Medellín, Colombia)

El coco es uno de esos frutos que parece nunca acabar de ofrecer posibilidades a la creatividad humana. Además del delicioso interior sirve además para utilizar su dura piel para hacer muebles y la fibra que lo cubre se utiliza en este caso para ser hilada y elaborar recipientes de diversa índole.

Reflejos (Medellín, Colombia)

No son fotografías gigantes, son el producto de la transparencia de unos telones inmensos que dan la impresión, a primera vista, de imágenes plasmadas en grandes superficies. Lo que se ve corresponde en realidad a los árboles que rodean este espacio del Jardín Botánico de la ciudad.

Declaración (Medellín, Colombia)

Sobra decirles que esta ciudad me encanta. Así que le cedo la palabra a este globo, que lo dice con gran elocuencia.

Arquitectura apacible (Medellín, Colombia)

Este edificio que ha mirado la calle Ayacucho durante décadas, marcó durante mucho tiempo el tono arquitectónico del sector. Ahora es una construcción más entre la profusión de estilos que caracteriza las ciudades latinoamericanas.
Sin embargo sigue siendo un rincón apacible donde el tiempo se ralentiza.

Una aguja (Medellín, Colombia)

Un hermoso objeto arquitectónico se eleva al cielo, facilitándole la labor a quien tenga que encontrar una aguja en la ciudad.
Desde muchos lugares de la ciudad se puede ver esta iglesia. Durante décadas ha observado la ciudad desde las alturas de la calle Ayacucho, sirviendo además de punto de referencia a todos los que quieran visitar uno de los barrios más tradicionales de la ciudad. Sólo basta subir la leve pendiente que desde El Centro conduce a Buenos Aires.

Un lugar en El Centro (Medellín, Colombia)

Hay puntos de la ciudad que tienen una atmósfera tan especial que uno podría llamar mágica, pero es una magia que no emana de la gente sino de las construcciones y de los árboles de los alrededores.
Siempre que uno pasa por El Palo con La Playa siente la compañía de la naturaleza, aunque esté en medio del caos que la gente ha hecho del centro de esta ciudad.
Es como si los árboles que le dan sombra a este lugar del centro crearan en torno a él una pequeña área de tranquilidad, aunque tan imperceptible que la mayoría de la gente no se da cuenta.

La isla de las sillas (Medellín, Colombia)

Independientemente del grado de estética que pueda tener esta presentación de flores en una exposición, es de tener en cuenta la fantasía que despiertan las flores en las personas que trabajan con ellas.
Lo importante en este caso era resaltar la belleza de las flores y sus colores. Y el decorador recurrió al expediente de poner a su alrededor más color matizado con algunas corrientes de agua.
De todas maneras logró su cometido, la gente se detenía frente a este cuadro para admirar, como siempre, las flores. Y tal vez las sillas.

Una belleza diminuta (Medellín, Colombia)

Con un nombre tan sonoro como Solanum nigrum, esta planta diminuta evoca los nombres utilizados por los antiguos médicos romanos para bautizar las plantas con las que curaban a sus pacientes.
Pero en Colombia se la conoce como Yerba mora, esa pequeña planta que crece por ahí en los barrancos floreciendo permanentemente mientras la dejen medrar.
Dicen los que saben que esta planta tiene muchas propiedades curativas aunque sus frutos pueden llegar a ser altamente tóxicos.
Son tan pequeñitas sus flores blancas que apenas se ven por el efecto que produce el conjunto contra el verde intenso de las hojas.

A destiempo (Medellín, Colombia)

A veces uno mira por entre los edificios y ve como los volúmenes y los colores de la ciudad se superponen formando composiciones novedosas que casi nunca se ven cuando se mira el conjunto.
Sin embargo la belleza está ahí, en esa combinación de arquitectura y naturaleza que vuelve intemporal una ciudad. Como lo demuestran los relojes de la torre pues cada uno, a su aire, marca un tiempo distinto.

Las montañas inconquistables (Medellín, Colombia)

Estas montañas que se ven tan cercanas están verdaderamente lejos, se nota por la difusa imagen que la neblina o la contaminación les da.
Sin embargo la ciudad parece acercarse con decisión a ellas, pero pese al asedio constante que ejerce sobre las montañas que la rodean hay lugares que afortunadamente nunca podrá conquistar.
Son tan escarpadas sus superficies que estas montañas pueden estar tranquilas, los bosques que las cubren seguirán allí por muchos siglos.
La única fuerza capaz de cambiar su apariencia sería la de un terremoto.
Los habitantes de esta ciudad deberían estar agradecidos de la protección que dan estas montañas tan altas y tan inaccesibles; así la vegetación no corre peligro de ser asaltada por las urbanizaciones o las invasiones, que para el caso es lo mismo.

Musgo (Medellín, Colombia)

Aunque los científicos lo llamen bryophyta yo me quedo con la entrañable palabra que siempre conocí: musgo, esa palabra que siempre evoca en mi las largas caminadas hasta los bosques que rodeaban la ciudad, mucho más cercanos que ahora.
Salíamos a principios de diciembre en grupos hasta de veinte con ollas y todos los aperos necesarios para hacer el almuerzo a orillas de alguna quebrada de agua fría. El motivo: recoger el musgo que le íbamos a poner a los pesebres.
Era uno de los elementos más importantes de esa pequeña representación que armábamos cada año en las salas de las casas, tal vez porque nos transmitía una sensación de frescura cada vez que nos acercábamos a admirar el pesebre o a rezar la novena.
Ahora gracias a la fotografía puede apreciarse en detalle la belleza de esta planta diminuta que nunca desaparece de los jardines y que se aprovecha de unas cuantas lluvias para reverdecer.

La importancia de los colores neutros (Medellín, Colombia)

No siempre el interés visual que despiertan los lugares de una ciudad depende de las personas o las plantas o los animales… o de la vida en general.
También en los objetos inanimados se pueden encontrar imágenes de gran interés.
En esta distribución de objetos la composición de los volúmenes da como resultado una imagen con gran fuerza, a pesar de los colores neutros que predominan en la fotografía.
Las columnas que constituyen el fondo, enfatizan la soledad evocada por los muebles vacíos, además de reforzar el diseño sobrio de la mesa y las sillas.

Medellín en blanco y negro