Arquitectura de montaña (Medellín, Colombia)

En el estrecho valle donde se asienta esta ciudad muchos de los barrios que la componen han sido construidos sobre las laderas de las montañas que forman una geografía difícil pero conquistable al parecer.
Si uno se deja llevar por la imagen que se ve en algunos sectores de esta ciudad, donde las casas se apeñuscan unas contra otras, podría llegar a pensar que se ha desarrollado en ellos un urbanismo orgánico en el que las viviendas se han adaptado perfectamente a los accidentes de la superficie. Pero la realidad es que esta forma de distribuir el suelo obedece más a la necesidad que al respeto por la geografía.
Las escalas interminables, las calles retorcidas y empinadas no favorecen al habitante de estas laderas. Aun así las construcciones se suceden sin interrupción causando admiración a quienes se pasean por allí en plan de turistas, inconscientes de lo que puede significar vivir en estos lugares día tras día.

El placer de la velocidad (Medellín, Colombia)

En casi todos los barrios de esta ciudad se pueden ver lugares como éste donde la gente va a encontrarse con la libertad que da practicar una actividad física. Se les llama con el nombre genérico de “canchas” y desde hace muchos años se han convertido en puntos de convergencia para muchas personas.
Allí es posible ver, entre otros muchos grupos humanos, unos niños queriendo llegar al infinito a impulsos de la velocidad que les dan sus piernas y de la imaginación que acompaña a cada uno de nosotros pero que en esta edad es una presencia constante.

Las verdes y las maduras (Medellín, Colombia)

Una camioneta pequeña recorre, como tantas otras, las calles de los barrios de la ciudad cargando manzanas destinadas a la venta y el pregonero que la conduce rasga el aire con su fuerte acento regional para anunciar las bondades de las frutas que trae para la venta.
Habla del sabor y la frescura de su producto pero se le olvida un detalle que tal vez no sea importante para los compradores pero que está a la vista de todo el mundo, incluyendo hasta los que no tienen intenciones de dejarse seducir por el pregón: se trata de la belleza de esta combinación de colores cuyo disfrute es gratis, por ahora.

Desde la Estación Andalucía (Medellín, Colombia)

Una imagen familiar no sólo para quienes viven en el oriente sino para todos aquellos que han visitado este sector de la ciudad, que aunque muy publicitado por las últimas administraciones sigue tan abandonado e incomprendido como antes de convertirse en paisaje obligado para todos los que quieren experimentar la sensación de flotar sobre la ciudad.
Las tres estaciones de este novedoso sistema de transporte son lugares de encuentro para muchos de los que viven en estas laderas, aunque lamentablemente no se han convertido en potenciadoras de una evolución urbana racional.

La imagen de una tarde frente a la Veracruz (Medellín, Colombia)

Esta iglesia, una de las más antiguas de la ciudad y patrimonio cultural de la nación, se encuentra en todo el corazón de El Centro; durante siglos ha dominado un espacio que es pequeño a los ojos de los actuales habitantes pero que para quienes la construyeron era una plazuela a escala muy humana dadas las dimensiones de la vieja Villa de la Candelaria.
Diariamente pasan por allí cientos o quizá miles de personas para quienes este lugar puede ser muy significativo o no, pero que de todas maneras marca un hito arquitectónico y cultural en la vida de una ciudad de tantos contrastes.

Cabeza de náufrago (Medellín, Colombia)

Un detalle que complementa la gran escultura de La Vida de Rodrigo Arenas Betancur trae a la mente uno de esos naufragios que se han descrito tantas veces en la literatura o que hemos visto en las películas de aventuras escenificadas en los famosos mares del sur atravesados por galeones y bergantines.
Tal vez sea una representación de otra cosa, pero en los momentos que vive este país, uno no deja de asociar esta cabeza que sobresale del agua con un náufrago desconocido que yace en una playa de una isla perdida en el mapa.

Combinaciones (Medellín, Colombia)

Este es un edificio que podría haber sido construido en cualquier ciudad; no tiene características especiales en su diseño que lo hagan resaltar de los múltiples edificios que estamos acostumbrados a ver en las pequeñas y grandes urbes.
Sin embargo la combinación de su fachada con el amoblamiento urbano de una plaza enriquece su apariencia, al menos desde el punto de vista fotográfico.

Tritón (Medellín, Colombia)

Los ojos de agua han dado pie en diferentes culturas al nacimiento de innumerables mitos y leyendas. Seres que son la perdición de las personas que transitan por sus inmediaciones o que le muestran el camino a los que se extravían en los bosques o en los descampados.
Pero en las ciudades donde el agua permanece aislada en pequeñas fuentes mientras juega o permanece quieta, imperturbable, no es fácil que un paseante desprevenido se vea expuesto a un encuentro sorpresivo con el mundo de la fantasía.
Después de la desbandada de los personajes mitológicos como consecuencia de la caída de las religiones politeístas en Occidente Tritón, el mensajero de las profundidades marinas, pudo haberse refugiado en alguna fuente como ésta que sirve de complemento a una de las escultura más emblemáticas de la ciudad.

Vestida de fiesta (Medellín, Colombia)

Casi siempre han sido las rosas y las orquídeas las que se han llevado los elogios de la mayoría de los amantes de las flores; tal vez porque estas dos especies son las más conocidas tanto por su belleza y aroma como por su presencia en la historia de la humanidad las unas o por su exotismo las otras.
Pero hay flores de todos los tamaños y formas que sorprenden a quienes las ven por primera vez. Es el caso de la flor de esta penca que parece vestida para asistir a una de esas fiestas que deben hacer las hadas, los elfos y todas aquellas criaturas que viven en las tradiciones milenarias de los pueblos.
Con el intenso color y la elegancia de sus pétalos parece ataviada por Balenciaga o Valentino.

Sobre el agua (Medellín, Colombia)

Del agua de un pequeño lago y rodeada por un grupo de tortugas que esperan con paciencia, sobresale un pedazo de roca.
Para subirse a su superficie y aprovechar los rayos del sol tropical que ilumina esta ciudad las tortugas esperan durante horas a que haya un resquicio por donde desalojar a las que alcanzaron un lugar antes que ellas.
Esa debe ser la cotidianidad de estas habitantes permanentes del lago: eternizarse expuestas al sol, flotar alrededor de la piedra y comer nenúfares o lo que sea que coman estas criaturas supervivientes de tantos milenios.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...