Entre todas las actividades que ofrecen las
ciudades uno se encuentra con cursos tan particulares como una clase de cocina donde
los alumnos son sólo hombres, aunque quien lo imparta, con bastante
profesionalismo por cierto, sea una mujer.
Al parecer se enfatiza en maneras de preparar
los alimentos y en combinaciones poco usuales para los habitantes de esta
ciudad que desde hace algunos años pasaron abruptamente de los alimentos
tradicionales de la gastronomía autóctona a la comida chatarra ofrecida en
centros comerciales y puestos callejeros.
En este caso el plato que seduce al paladar es
un delicioso “róbalo a la marinera” que hace agua la boca a quienes ven esta
fotografía.
Ojalá muchos nos matriculáramos en cursos como éste,
dictados por una conocida Caja de compensación del departamento de Antioquia.
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