La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
El obrero (Medellín Colombia)
Uno se pregunta si la paz del parque, donde se encuentra esta escultura, tiene que ver con la sombra que ofrecen los árboles o con la serenidad del rostro metálico de este obrero, que contrasta con la fuerza contenida de sus manos y su cuerpo.
La falta de una loza en la parte posterior del pedestal, le agrega a la escultura un toque más de esa nobleza con que el tiempo bendice las obras de arte.
La falta de una loza en la parte posterior del pedestal, le agrega a la escultura un toque más de esa nobleza con que el tiempo bendice las obras de arte.
Fauna urbana (Medellín, Colombia)
Una ardilla, que parece diminuta, recorre a gran velocidad el tronco de un viejo árbol. Lleva su vida sin prestarle mucha atención a la gente que pasa.
Pero no hay que llamarse a engaño, su mirada vigilante la previene para no dejarse atrapar. La experiencia de muchas generaciones le ha enseñado a evitar el contacto con esa especie desesperada, que se mueve por debajo de su mundo.
Pero no hay que llamarse a engaño, su mirada vigilante la previene para no dejarse atrapar. La experiencia de muchas generaciones le ha enseñado a evitar el contacto con esa especie desesperada, que se mueve por debajo de su mundo.
La dama de la hoz (Medellín, Colombia)
Desconocido para la mayoría de los transeúntes, este altorrelieve permanece sobre la puerta de uno de esos edificios viejos de Junín, donde funciona una institución bancaria. El tema parece hacer referencia al trabajo: en una pose de reminiscencias egipcias una mujer manipula con gesto delicado una hoz; el pelo, amarrado en una trenza, cuelga sobre el hombro poniendo un toque de coquetería en toda la escena.
Esperando a los bárbaros (Medellín, Colombia)
La ciudad se arma y se desarma incesantemente a su alrededor y sin embargo ellos permanecen inmóviles, a la expectativa, con la mirada fija en el horizonte, sin saberse qué aguardan. Acaso ellos, como nosotros, también están esperando a los bárbaros. Tal vez sea la única solución: tener esperanza aunque llegue la noche y alguien traiga la noticia de que los bárbaros no vendrán, que ya no hay bárbaros, como en el poema de Cavafis.
Los caminos por venir (Medellín, Colombia)
En medio de una plaza unos juguetes permanecen inmóviles, preparados para recorrer los caminos que les asignarán los niños a quienes esperan. El azar fijará los rumbos por donde se moverán con osadía: esa determinación con la que se desplaza un niño por la vida, transformando el futuro en su propia historia.
Stairway to heaven (Medellín, Colombia)
Algo tienen las escalas sin final aparente que hacen pensar en el futuro. Parecen hacernos creer que si persistimos en subir, podremos conseguir el cumplimiento de alguna promesa o la revelación de un secreto decisivo para nuestra vida. Algo nos dice que quien logre subir todos los peldaños con paso seguro, o aunque sea con el corazón indeciso, logrará influir en su destino.
Fuente de agua dulce (Medellín, Colombia)
Los colores brillantes de las esferas que flotan en el agua de la fuente, hacen creer al observador que está mirando unos confites gigantes. Sólo quedan unos cuantos y se desconoce a quién están destinados en el remoto caso de que fueran dulces en realidad.
El agua sin embargo es casi seguro que no es salada.
El agua sin embargo es casi seguro que no es salada.
Los colores de Palacio (Medellín, Colombia)
Los arcos interiores del viejo Palacio Nacional cambian de color, dependiendo de la luz que atraviesa los paneles transparentes del techo. Como si su arquitectura se hubiera reconciliado con el papel que, en esta ciudad de mercaderes, se le ha asignado a algunas edificaciones restauradas: convertirse en centros comerciales.
El colorido de las mercancías, que en su interior se exhiben, desafía cualquier descripción.
El colorido de las mercancías, que en su interior se exhiben, desafía cualquier descripción.
La número veinticinco (Medellín, Colombia)
Después de hacer sentir su paso por los abismos y valles de Antioquia, la locomotora número veinticinco permanece expuesta, en la estación Cisneros, a los ojos de quienes, sin saberlo, se mueven por una ciudad que le debe muchas de sus características a ese Ferrocarril que continúa rodando en la historia y en la imaginación.
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