Calladamente y a una velocidad imperceptible la naturaleza incansable trata de recuperar el terreno que ha perdido frente al avance humano.
Las casas y las construcciones abandonadas dan cuenta de este proceso. Pero a veces ni siquiera se trata de edificios abandonados los que son presa de esta compulsión por adueñarse de nuevo de aquello arrebatado por el hombre a las demás especies del planeta.
Una enredadera en cuestión de días es capaz de apoderarse de toda una fachada. Desafortunadamente el hombre siempre vigila y muy seguramente esta planta desaparecerá antes de que pueda esconder la transparencia del vidrio entre sus ramajes.
Los insectos no podrán usar este tallo que se estira flexible aferrándose a cualquier resquicio. Los pájaros tampoco podrán hacer sus nidos en esta planta. De un momento a otro la mano del jardinero se encargará de frustrar otro intento de apoderarse de este balcón.
Aunque las plantas nunca cejarán en su intento y volverán a aferrarse lentamente a cualquier grieta o espacio para adueñarse al fin de la Tierra.
Afortunadamente ellas tienen todo el tiempo del mundo.
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