Creado
en 1958 por el diseñador británico Gerald Holtom, como parte de una campaña para
el desarme nuclear, este símbolo que saturó el imaginario de la gente joven en
las décadas de los años 60 y 70 es ahora uno de esos iconos que permanecen en
el tiempo aunque su significado haya perdido toda la fuerza que tuvo, alguna
vez, como forma de interpretar un deseo.
Ahora
en esta escultura, ubicada en uno de los parques biblioteca de la ciudad, se
refleja más la ideología del artista que el sentimiento colectivo que pretende
representar.
Sus
implicaciones estéticas pueden ser discutibles para muchos, pero no deja de ser
un referente que contrasta con el entorno y que de alguna forma lo complementa.
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