Una
imagen cada vez más recurrente en esta ciudad es la de las filas; a cualquier
hora del día y en cualquier lugar.
Durante
largos periodos de tiempo la gente de esta ciudad debe armarse de paciencia
para acceder a todo tipo de servicios. En los rostros de la mayoría se refleja cierta
desesperanza como si la vida citadina los hubiera acostumbrado a la fatalidad; sin
embargo algunos parecen disfrutar esta situación, tal vez sea la única manera de
tener algún tipo de contacto con la gente que les rodea (las conversaciones
nacen espontáneamente y las opiniones sobre temas de todos los estilos se
ventilan en esos ratos muertos).
Mientras
tanto, unos felinos de color dorado se desplazan subrepticiamente y sin premura por las
paredes como fantasmas, invisibles para las personas que no pueden salirse de
sus propias vidas para darle espacio, en sus cerebros, a la imaginación.
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