Nada
más ruidoso que un patio de escuela a la hora del recreo. Sin embargo a esta
hora, en esta escuela, el ruido había disminuido de manera significativa; se preparaba
algún suceso que al parecer era del mayor interés para los estudiantes y que no
tenía relación alguna con las admoniciones disciplinarias que siempre se oyen
por los parlantes y a las que nadie presta atención.
Se preparaba
algo de importancia, pero como todos los grandes acontecimientos se hacía
esperar. Desde los balcones se observaba el patio como si desde la superficie
fuera a brotar algún hechicero o quizá uno de esos guerreros planetarios cuyas imágenes
guarda uno con celo en los bolsillos.
El tiempo
pasaba y los que conocían el secreto (los del equipo de esta escuela) esperaban
calladamente a que los otros, los contrarios, no se presentaran, aunque así desencantaran
a sus fieles seguidores.
No
se sabe si hubo espectáculo, lo que sí es seguro es que sus esperanzas encontraron
un nuevo objetivo para llenar esa necesidad de acontecimientos de la que
adolecemos todos los seres humanos.
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