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La textura de la belleza (Medellín, Colombia)

Si uno quisiera definir la belleza que se puede percibir con los dedos sin acudir al tacto podría apoyarse en la textura de estas flores de guayacán donde la delicadeza de su forma contrasta con el fuerte color amarillo de los pétalos.
Miles de flores se agrupan en las ramas de este árbol para sorprender al observador dando la sensación de que es posible tocar los colores.
Muchas calles de la ciudad se ven invadidas cada cierto tiempo por este tono intenso que opaca los grises del asfalto y los ocres de los muros, alegrando la vista y dándole un aire festivo a los lugares donde florece el guayacán; un árbol que parecería haberse convertido en emblema de una ciudad donde la variedad de flores revientan sin previo aviso en cualquier lugar.

Papel crepé (Medellín, Colombia)

En la esquina de la calle Caracas con la carrera Córdoba puede verse este hibiscus o San Joaquín como es llamado en Antioquia. La textura de sus flores, para quienes no conozcan este arbusto, puede parecer de papel crepé pero es el producto de la más pura naturaleza, además de que su color naranja parece casi artificial.
Una hermosa flor que afirma la tradición floral de esta ciudad y que como en cualquier lugar puede sorprender a quien pase por sus calles con la atención en los detalles y no sólo en el asfalto o en sus propios pensamientos.
Hay lugares en esta urbe donde las plantas crecen libremente regalando oxígeno y belleza tanto a quienes la habitan como a sus visitantes.

El aire de la mañana (Medellín, Colombia)

Hay en la ciudad lugares como este donde el color verde de los árboles da un toque de tranquilidad. Se congratula uno al percibir que todavía las mañanas pueden transmitir ese aire apacible de la luz, cuando el sol ya hace rato que salió a calentar la atmósfera sin alcanzar a volver pesado el ambiente citadino.
Los árboles se extienden creando manchas de sombra y el cielo azul se ve alterado sólo por la huella que dejó un avión en su viaje a lo desconocido.

Transformers (Medellín, Colombia)

Unos hermosos hongos pasan desapercibidos mientras se dedican a transformar en un jardín cualquiera un tronco caído.
La vida en esta ciudad como en cada rincón del planeta no se detiene, así los transeúntes que pasan por su lado no se den cuenta de la maravilla que sucede junto a sus pies.

Una Boca de dragón para el jardín (Medellín, Colombia)

Hay flores que enamoran desde el primer momento que uno las ve. Eso pasa con esta Boca de dragón que además de combinar colores como el mejor de los coloristas del renacimiento y de la variedad de tonos que exhibe, tiene unas formas que evocan en su sencillez a las orquídeas y con su nombre transportan a quien las contempla al mundo de las fantasías.
En esta ciudad se dan cita flores de todas las latitudes para confirmar su vocación de Eterna primavera y el amor que sus habitantes sienten por la belleza efímera de las plantas, alegrando así una realidad no siempre placentera pero que se ve enriquecida por tanta variedad de plantas en jardines y balcones.

El reventar del color (Medellín, Colombia)

En esta ciudad uno puede ser testigo, sin el acompañamiento de sonido alguno, de una explosión que le remueve los sentidos. Es como si pudiera  ver el nacimiento de una de esas galaxias que aparecen cada segundo en el universo y de las que sólo se percibe su brillo en cámara lenta.

Color en la calle (Medellín, Colombia)

Contra el gris monótono del asfalto se destaca con fuerza el color de las frutas. Una pequeña parte del colorido del trópico se mueve incesantemente por las calles de la ciudad.
Las características frutas del país acompañan a las clásicas manzanas verdes y rojas mientras la vendedora se dedica a comunicar sus intereses por un celular. Tal vez la hora no sea la más adecuada para vender y la falta de clientes le permita olvidarse un poco de la función a la que ha consagrado su carreta.
Un círculo blanco (la manivela con la que dirige este pequeño medio de transporte tan común en la ciudad) parece señalar el único objeto no comestible de la superficie visible, como si quisiera aislarlo del placer que promete al paladar cada una de las frutas distribuidas, de manera sabia, para que su combinación resulte más atractiva y seductora a los ojos de los posibles consumidores.

Piñatas o sombreros (Medellín, Colombia)

En primer lugar seduce el color y luego surge la pregunta: ¿Serán sombreros de fiesta? Luego aparece la duda: podrían ser piñatas llenas de sorpresas para colgar en una fiesta infantil o de adultos, no importa. En todo caso un colorido tal se relaciona con la alegría de las celebraciones. No nos concierne definir el destino, sólo queda disfrutar de la composición e imaginar, en todo caso, la bulla que los acompañará.

A destiempo (Medellín, Colombia)

A veces uno mira por entre los edificios y ve como los volúmenes y los colores de la ciudad se superponen formando composiciones novedosas que casi nunca se ven cuando se mira el conjunto.
Sin embargo la belleza está ahí, en esa combinación de arquitectura y naturaleza que vuelve intemporal una ciudad. Como lo demuestran los relojes de la torre pues cada uno, a su aire, marca un tiempo distinto.

La importancia de los colores neutros (Medellín, Colombia)

No siempre el interés visual que despiertan los lugares de una ciudad depende de las personas o las plantas o los animales… o de la vida en general.
También en los objetos inanimados se pueden encontrar imágenes de gran interés.
En esta distribución de objetos la composición de los volúmenes da como resultado una imagen con gran fuerza, a pesar de los colores neutros que predominan en la fotografía.
Las columnas que constituyen el fondo, enfatizan la soledad evocada por los muebles vacíos, además de reforzar el diseño sobrio de la mesa y las sillas.

Un estallido de amarillo (Medellín, Colombia)

El amarillo es un color que está íntimamente relacionado con los paisajes de esta ciudad. En cualquier lugar, y en determinadas épocas, revientan las flores del guayacán y embellecen hasta esos lugares que durante casi todo el año pasan desapercibidos por su carencia de atractivo.
Pero cuando florecen los guayacanes, hasta en los días grises donde la luz no resalta los colores de las cosas, las flores de este árbol forman como un estallido que absorbe toda la luz y la devuelve de manera casi enceguecedora.
Mientras tanto las flores que caen reflejan en el piso el árbol que acaban de abandonar.

Lila en los jardines (Medellín, Colombia)

En los jardines de la ciudad no sólo se encuentran las rosas, los hibiscus o las buganvilias de siempre, también es posible ver esas orquídeas sencillas que a veces pasan desapercibidas para los buscadores de flores exóticas.
Todos los colores se plasman constantemente en la variada flora de esta ciudad.

El color de la luz (Medellín, Colombia)

La arquitectura no puede desprenderse de la luz para reforzar la relación vital que establece entre los espacios.
Y hay lugares como éste donde a determinada hora del día la luz atraviesa los ventanales incendiando el color de los vidrios, y golpea con tal fuerza en las hojas de las plantas que parece atravesarlas.
Lugares apacibles como estos, donde la luz se descompone en una gran variedad de colores y revela volúmenes de gran belleza, hay muchos en esta ciudad a la vista de todo el mundo, aunque rara vez nos fijamos en ellos.

Ojo al gato (Medellín, Colombia)

Aunque todavía a los gatos negros se les endilga cualquier cantidad de protervas y diabólicas intenciones en contra de los desprotegidos seres humanos, es bueno recordar como en el antiguo Egipto, que en estos tiempos se ha convertido en referencia obligada para sustentar cualquier creencia popular, se les consideraba sagrados.
Pero, por si acaso, no se debe olvidar que en la Edad Media la gente pensaba que las brujas se convertían en un animal de estos y de este color en particular.
De hecho la mirada de los gatos es turbadora y si esa mirada rodeada de oscuridad se fija en tus ojos y algo en tu interior se siente intimidado es mejor buscar una contra de inmediato.
Desafortunadamente no conozco ninguna, así que si usted se abruma frente a un gato negro, busque, busque cuanto antes cómo protegerse.

Flores de bajo perfil (Medellín, Colombia)

Hay arbustos que uno ve todos los días en los jardines de los barrios floreciendo sin cesar. Sus flores son tantas y tan pequeñas que la atención solo ve manchas de tonalidades diversas y el ojo no se detiene a detallar las formas de esos pequeños estallidos de color.
Sin embargo, cuando se las mira detenidamente se descubre que el exotismo en formas y colores no es exclusivo de las orquídeas.
Tal vez sea por su tamaño o por la cantidad o porque florecen siempre, independientemente de la temporada y hasta del clima, que se vuelven tan comunes como para fundirse con el paisaje urbano que las rodea.

Tonos de feria (Medellín, Colombia)

Por estos días, cuando la gente se prepara para intervenir en la feria de las flores, los tonos de la naturaleza se perciben más intensos, como si la mirada de muchos de los habitantes de esta ciudad adquiriera una sensibilidad especial para descubrir nuevas formas y tonalidades en las flores que nos rodean durante todo el año.
A veces son las especies nativas que se han visto en la ciudad desde que la gente tiene memoria y a veces son esas flores de color y forma exótica que apenas hace algunos años empezaron a dejar los bosques y las selvas del país, para invadir los jardines citadinos.
De cualquier manera, esta pasión por las flores hace de esta ciudad un lugar digno de verse y de visitarse, por supuesto.

La seducción del plástico (Medellín, Colombia)

Apilados al azar un montón de símbolos de la cultura pop infantil cuelgan en un desorden escandaloso llamando la atención, interesada o no, de quienes pasan por allí.
En una ciudad que históricamente se ha dedicado al comercio, a nadie le extraña encontrarse con este tipo de ventas callejeras donde la profusión de colores hace las veces de estrategia publicitaria. Con sus matices artificiales estos objetos compiten en este parque con la naturaleza que, aunque no lo parezca, contribuye con su aparente aspecto monocromático a resaltar el variopinto colorido del plástico.

El color de la ciudad (Medellín, Colombia)

Apareció de nuevo el sol bañando la ciudad y los colores que, durante la temporada de lluvias habían permanecido en una como hibernación, se revitalizan y devuelven la luz transformada en el colorido al que estamos acostumbrados los habitantes de la Bella Villa, desde sus comienzos hace más de trescientos años.
Al parecer siempre ha sido la vocación de esta ciudad entregarse apasionadamente a todas las gamas de la naturaleza que para fortuna nuestra se presenta profusamente en calles, balcones, parques y en cuanto lugar se pueda sembrar una planta.
Hasta se olvida el calor sofocante que arropa la ciudad cuando “Jaramillo” brilla en el cielo sin obstáculos y a través de una atmósfera tan transparente que le hace a uno figurarse cómo pudo ser en esas épocas donde bosques y marjales cubrían gran parte de lo que es ahora la gran urbe.

Un rayo de sol (Medellín, Colombia)

Entre las oscuridades que pueblan tantas construcciones en esta ciudad se cuela a veces, por una ventana mal cerrada o por una de esas hendijas que el tiempo abre en las paredes o en las puertas desvencijadas, un rayo de sol y al hacerlo es como si resaltara la penumbra que invade.
En esta catedral donde la oscuridad se aloja perezosa en los rincones y en las alturas se pueden ver, en ocasiones, unos rayos que juguetean por las ventanas y se precipitan en su interior asustando sombras y pintando por unos minutos las paredes con tonos de ocre desconocidos por allí.
Sólo la suerte le permite a algunos cuantos privilegiados observar este fenómeno que por escaso se vuelve novedad para quienes lo ven: una catedral iluminada por la luz del sol y no por los viejos candelabros que emiten desde las alturas un brillo tan cansado que a los feligreses consuetudinarios ni siquiera les parece que sea luz.

Entre el color y la aridez (Medellín, Colombia)

En esta ciudad donde las flores están presentes siempre, no dejan de asombrar esos contrastes, que se ven por ahí en las mangas, entre un prado que se resiste a morir y una flor de colores lujuriosos.
Es como una alusión a ese forcejeo constante donde la naturaleza que no deja de hacer notar su presencia en esta ciudad, impone el color al tono monocromático que parece querer ser la tendencia de las arquitecturas citadinas actuales.
En este valle las plantas y su capacidad de resistencia aventajan en fortaleza al concreto que campearía feliz, si no fuera por el síndrome de trópico que aqueja, por fortuna, estas tierras.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...