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Un jardín vertical (Medellín, Colombia)

No siempre las fotografías dan cuenta de la realidad objetivamente, a veces el ojo se engaña con las perspectivas y hasta los objetivos de las cámaras pierden su imparcialidad frente a determinados ángulos que alteran por completo el aspecto de las cosas.
Lo mismo sucede, a veces, con la vida cotidiana donde intervienen factores que distorsionan nuestra percepción de la vida; aunque en algunos casos esas alteraciones son bienvenidas, en otros pueden ser responsables de dificultades severas para asumir la realidad.
De todas maneras uno no deja de congratularse cuando encuentra enfoques que parecen sacados de las ilustraciones absurdas de algunos libros álbum o de esos cuadros donde la arquitectura aunque caótica parece obedecer a algún sistema.

Un vapor, una neblina (Medellín, Colombia)

En un día soleado, o mejor en un rato soleado después de un aguacero, apareció en un jardín de la ciudad una neblina, intentando competir con los rayos de sol que abrillantaban los colores de las cosas, opacados hasta hacía poco por las nubes.
De pronto el vapor, o la neblina, empezó a apoderarse de este lugar, parecía como si surgiera de algún tipo de nave que hubiese descendido o que quisiera despegar y perderse en el cielo o como si de pronto la luz o el calor hubieran empezado a deshacer los objetos y las plantas frente a nuestros ojos.
Afortunadamente, era sólo el efecto que producía este vapor, esta neblina, al esparcirse lentamente por el aire.
Pero, es que a veces suceden cosas tan extrañas, que cualquier fenómeno poco usual lo pone a uno a inventarse esas explicaciones peregrinas que alimentan la imaginación de la gente y que tal vez por eso hacen que vivir en esta ciudad sea cada día una experiencia única para quien quiera mirarla con los ojos del asombro.

A la venta (Medellín, Colombia)

No es raro encontrarse en esta ciudad con comercios como éste. Para sus habitantes los viveros son lugares tan familiares como las ventas de artesanías.
Allí es posible dar rienda suelta a esa fascinación que ejercen las flores y las plantas ornamentales en la población de esta ciudad y de sus alrededores, como si la vocación de urbe estuviera combinada, de una manera poco convencional, con la necesidad de mantener la naturaleza siempre presente.
No sólo los jardines públicos dan cabida a una gran variedad de plantas, también los jardines privados, los patios interiores y los balcones dan albergue a todas esas plantas que florecen de forma constante o que refrescan el ambiente y la vista con su innumerable variedad de verdes.
Así se ven expuestas para la venta en todos los viveros de la ciudad y en los municipios vecinos.

Coartada para el reciclaje (Medellín, Colombia)

Verdaderamente hay algo en esta ciudad que impulsa a sus habitantes a sembrar plantas en cualquier lugar, así sea en canecas de plástico como éstas que debieron contener en sus orígenes los elementos más tóxicos y que ahora, gracias a la iniciativa de algún jardinero amateur albergan unas cuantas plantas.
En realidad todavía no son las más frondosas (les falta mucho para aclimatarse del todo), pero esta propuesta para contrarrestar la imagen árida de algunos rincones urbanos tiene su validez.
Le recuerdan a uno esos patios donde todavía la gente siembra matas en vasijas de todo tipo, desde las tazas de loza o de peltre rotas hasta ollas que de tanto haber sido repasadas por la esponja de brillo lucen orgullosas sendos agujeros.
En este edificio donde el barro cocido campea, hacía falta un poco de verde, así sea que intente medrar en jardineras poco convencionales.

Estudio en naranjas (Medellín, Colombia)

En esta ciudad siempre se le atraviesan a la mirada los jardines, donde la naturaleza juega con los contrastes del color.
Estas flores, de las que sólo los jardineros profesionales o las mamás deben conocer el nombre, parecen pedazos de estrellas enanas que se destacan contra una galaxia verde y ocre.
Así son los jardines en la Bella Villa, una constante combinación de colores como sucede en esos cuadros impresionistas donde las formas se componen de infinidad de pinceladas y de tonos.

Un jardín en el claustro (Medellín, Colombia)

Solía ser un jardín en un viejo claustro, silencioso y tranquilo, por donde los pocos que pasaban lo hacían sumidos en la contemplación.
Hoy, por los corredores que flanquean este lugar transitan diariamente cientos de personas y sin embargo la tranquilidad permanece, como si sus antiguos habitantes lo hubiesen impregnado con su silencio.
A pocos metros la ciudad se sume en el caos del ruido y del movimiento constantes de una urbe, sin embargo los sonidos no llegan hasta aquí.
Quizá el observador se predisponga de inmediato para la meditación al pasar cerca de este sitio, de la sabía combinación de verdes y grises y se olvide, aunque sea por un momento, de percibir aquello que perturbaría la meditación.
No se sabe si la gente que pasa es consciente del efecto sedante que este lugar ejerce sobre su ánimo. Lo que si debe suceder es que de alguna manera aquellos que pasan por aquí, deben irse con el espíritu algo menos cargado de tensiones.

Hibiscus (Medellín, Colombia)

Tuvieron que pasar muchos años y muchos libros por mis manos, para llegar a descubrir que los hibiscus que aparecían en algunas de las novelas leídas en la adolescencia, eran los conocidos y populares sanjoaquines que las mamás tenían sembrados en el jardín.
En esa época a toda la gente de esta ciudad le gustaba tener plantas ornamentales frente a sus casas. Pero esos sanjoaquines que se cultivaban con tanto esmero eran rojos, intensamente rojos; ahora son tan amarillos o tan blancos que han desplazado a los escarlatas, robándose la atención y haciéndole pensar a la gente que esos fueron los colores que siempre estuvieron reventando por ahí en los barrios de la ciudad.

La belleza de la multitud (Medellín, Colombia)


Quizá si una de estas flores se viera aislada de las demás ni siquiera llamaría la atención, apenas si lograría la mirada despreocupada de algún naturalista. Sin embargo cuando se las ve juntas, reunidas en ramilletes, el impacto es evidente. La combinación de colores y su forma resaltan con mucha fuerza contra el verde profundo de las hojas.
Es como si se contemplara una de esas composiciones que hacen los diseñadores para ejercitar su sentido de la proporción y del color. Pero en este caso es la naturaleza la que designa, de acuerdo a leyes impenetrables, cuáles serán las formas de presentación de sus creaciones.

Flor de lis (Medellín, Colombia)


El lirio, una de las flores más comunes en los jardines públicos y privados de la ciudad, se roba las miradas con su color intenso. Y si además uno observa con detenimiento la pureza de sus líneas, empieza a preguntarse cómo puede haber tanta belleza en sólo seis pétalos. No es de extrañar que los alquimistas de la edad media utilizaran su imagen, entre otros fines, para simbolizar la perfección.

La cosecha (Medellín, Colombia)


En uno de los miles de jardines en la ciudad un níspero florece y da sus frutos.
Los más beneficiados son los pájaros que permanecen invisibles, camuflados entre las hojas mientras dan cuenta de las pequeñas esferas amarillas. El único indicio de su presencia es el canto bullicioso con el que acompañan el festín agridulce.

Una rosa es una rosa (Medellín, Colombia)

En cualquier lugar y en cualquier tarde, una rosa se apropia de toda la luz y encandila hasta el objetivo de la cámara que quiere captar su forma y su color. Esa rosa que siempre será todas las rosas y que con su aparición marca en la memoria el jardín anónimo donde florece y se hace eterna.

Colores complementarios (Medellín, Colombia)

El impacto que produce el contraste entre el anaranjado de estas flores con el verde de las hojas confirma los enunciados de la teoría (estos dos colores se intensifican mutuamente), como sí a esta planta le interesaran más las connotaciones estéticas que la funcionalidad.

Iglesia con jardín (Medellín, Colombia)

Si se juzga por la exhuberancia de la vegetación que lucha por ocultarla, esta iglesia podría estar al borde del abandono. Sin embargo su santo patrón espera con paciencia la llegada de los fieles que aunque sean pocos, justificarán el cuidado que revelan algunas partes del jardín.

Flores y flores (Medellín, Colombia)


En los barrios de esta ciudad, desde un balcón o desde un jardín, las flores pueden robarse la atención de los transeúntes. Una tarea difícil, pues la capacidad de observar la maravilla de la naturaleza, tiende a adormecerse a causa de la uniformidad que parece ser la característica principal de las ciudades modernas.

Especie protegida (Medellín, Colombia)

En Medellín los guayabos crecen y dan fruto hasta en los separadores de las avenidas. Sin embargo este optó por la seguridad que le ofrecía entre sus raíces un árbol de otra especie.

Flora urbana (Medellín, Colombia)

En un antejardín de barrio un tronco muerto da albergue a esta planta de nombre desconocido. ¿Qué bosque de pisos húmedos y aire fresco echará de menos esos tonos de rosado irrepetible?
Ajena a las clasificaciones y a los nombres que les damos a las plantas, la flor de color intenso se roba, por unos momentos, la atención que generalmente exigen las fachadas de adobe o de cemento pintado con colores sintéticos.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...