A plena tarde y después de uno de esos aguaceros que suelen caer en esta ciudad, una araña de jardín se dedica meticulosamente a preparar su cena. En su telaraña ya cayeron otros insectos, pero son tan pequeños que ella prefirió ignorarlos e ir directamente por el plato principal: algún escarabajo despistado.
Estas escenas, protagonizadas por los seres diminutos que habitan la ciudad con tanto derecho como las personas, deben repetirse cada día millones de veces en los jardines y parques de la ciudad sin que apenas nos enteremos.