Entre los árboles (Medellín, Colombia)

A veces uno mira la ciudad desde un lugar nuevo y siente como si por fin estuviera despidiéndose de ella. O como si regresara de un viaje muy largo y los sentimientos que le ha imbuido durante el tiempo que la ha habitado se vigorizaran con una fuerza demoledora al parecer.
De todas formas es inevitable que la ciudad donde se ha pasado la mayor parte de la vida marque nuestra existencia, y se sienta como un vuelco, o un tropiezo en el paso inquieto del corazón cuando se la ve desde un ángulo diferente, novedoso.

La dueña de la orquídea (Medellín, Colombia)

Cualquier día uno está mirando la orquídea que en el jardín de su casa han cuidado con tanto esmero y de pronto como si se materializara frente a nuestra mirada aparece una pequeña avispa visitando sus dominios.
Un lugar bastante conocido para ella si se va a juzgar por la seguridad con que recorre las hojas de la planta; como si llegara a un lugar de su propiedad.
No deja uno de hacerse la eterna pregunta, quién es en realidad el dueño de este planeta: los humanos o los insectos que por cantidades desmesuradas habitan cada lugar de la tierra.
Un hecho maravilloso, si los hay, es la manera como estas pequeñas criaturas se han apropiado, sin aspavientos, todos los rincones de este planeta que llamamos nuestro.

Jaulas errantes (Medellín, Colombia)

Algunos juegos infantiles que recorren los parques y plazas de la ciudad, parecen en realidad una serie de jaulas ambulantes que no sólo atrapan a quienes se atreven a utilizar estos aparatos sino que crean en el ambiente una mezcolanza visual que no siempre es saludable para el observador.
Hasta un transeúnte desprevenido siente la necesidad de pararse a mirar y preguntarse cómo es posible que alguien experimente algún placer en encerrarse voluntariamente en estas canastas. O tal vez se pregunte en realidad cómo es posible tal derroche de color en un área tan pequeña.
Pero los habitantes de las ciudades latinoamericanas se han acostumbrado a que en las calles se encuentre tal miscelánea de colores y formas que ya es poco probable que alguien se cuestione esta necesidad latina del desorden visual: porque no lo considere como tal o porque conoce la inutilidad de su preocupación.

La fuente del parque (Medellín, Colombia)

Aunque la plazuela de la iglesia de la Veracruz no es un parque en realidad, la fuente que sirve de asiento a tantas palomas del sector se ha convertido para aquellas personas que pasan por allí diariamente en un hito arquitectónico que, tenga agua o no, siempre se identifica con un lugar para refrescar la mirada.
Al fondo la centenaria iglesia de la Veracruz, cuya superficie ha sido modificada tantas veces, mantiene su forma inconfundible para los habitantes de esta ciudad.
Esta es una imagen donde la composición no desentona en un sector que no se caracteriza por su coherencia arquitectónica.

La textura del cielo (Medellín, Colombia)

Mirar hacia arriba en algunos lugares de la ciudad, sobre todo en esas calles bordeadas por viejos árboles, es ver el espacio con una textura contraria a lo impalpable del aire.
Y es que esos árboles retorcidos se pegan al azul del firmamento con una tenacidad tan real que le dan a éste, a primera vista, una calidad que el observador cree poder sentir la rugosidad de los troncos convertidos en cielo.

Al son de la música marcial (Medellín, Colombia)

No importa el motivo, pero las procesiones de todo tipo que a veces sacuden las calles y las avenidas de la ciudad con la música marcial siempre sorprenden a los desprevenidos que pasan por El Centro, que en esta ciudad como en cualquiera de regular tamaño son bastantes.
Los tambores resuenan y los rostros impertérritos de quienes desfilan pasan frente a la gente con el orgullo escrito en las facciones. Estos herederos de tantos otros colombianos que tal vez nunca hayan desfilado por una calle citadina, pero que si lo han hecho por la geografía de estas montañas con la fortaleza que se necesita para vivir en las, a veces inhóspitas montañas antioqueñas, muestran en sus rostros los rasgos distintivos de los hombres latinos tan característicos en cualquier lugar del planeta.

Por el camino verde (Medellín, Colombia)

En la literatura y en el cine, incluso en la fotografía los árboles se han identificado con el proceso de crecimiento por el que pasan todos los seres vivos. Pero también, si le creemos a la famosa canción podría decirse que un árbol es un camino que representa para muchos la ruta que nos lleva al lugar de los recuerdos, y tal vez por eso para muchos la imagen del musgo que cubre los troncos sea un motivo para sumergirse en la memoria.
Por la superficie de los árboles pasan, durante su existencia, infinidad de pequeñas criaturas para las que tal vez la capa vegetal que crece en sus troncos sea también un camino hacia el recuerdo o hacia el crecimiento.

Luz natural (Medellín, Colombia)

Colgando del cielo, como esas luces navideñas que adornan profusamente en los diciembres las calles de esta ciudad, uno puede encontrarse unas flores como estas en algunos jardines.
Parecen alumbrar el lugar con su forma y su color.
En estos días de equinoccio cuando los elementales de las plantas según algunas creencias están en su mayor actividad sería posible verlos, para quien tenga la mente abierta, desplazarse bajo estas hermosas flores que como lámparas deben iluminar los caminos secretos del bosque.

Morado claro (Medellín, Colombia)

Algunas flores de esas de las que nadie conoce el nombre y que aparecen en algunos jardines sin que nadie las siembre, o cuidadas por manos desconocidas tienen unas formas tan complicadas que parecen diseñadas específicamente para hacer su aparición en la decoración barroca de alguna iglesia latinoamericana de la época colonial o de un palacio europeo.
Es posible que la creatividad de los arquitectos y decoradores de aquellas épocas se haya basado en la observación de flores como ésta, cuyo suave color resalta lo complicado de su dibujo.
 

La mirada de los pájaros (Medellín, Colombia)

La mirada de los pájaros es inquietante cuando se fija de frente en nosotros y aunque los ojos estén disimilados por una línea de plumas oscuras, no deja uno de pensar en cuál será la idea que se mueve al interior de sus pequeños cerebros.
Se establece de inmediato la referencia a la película de Alfred Hitchcock: Los pájaros, y en particular la amenazadora escena donde todas esas aves empiezan a reunirse para atacar.
La cuestión es: será este el momento en que se repetirá una situación como la de la película y seremos agredidos por una bandada fuera de control. Nadie sabe... Nadie sabe...
Sólo hay uno por ahora, pero pueden llegar los demás.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...