La estridencia del color (Medellín, Colombia)

Si uno fuera a definir El centro de la ciudad debería apelar a los términos de la pintura, pues este lugar está marcado por el colorido. Desde los tonos artificiales de las ropas y de los carteles publicitarios hasta los colores de las frutas.
Pero en este lugar es tal la aglomeración de gente y de objetos que la primera palabra que se viene a la mente es estridencia, tal vez por ser la más pertinente a la hora de describir este lugar, pues alude no sólo a la cantidad de ruidos sino también a esa mezcolanza de colores que ataca la vista si se le mira con atención.
Quizá a este centro no se le pueda comparar con las calles hacinadas de Mombay o con los mercados flotantes de algunos países de la vieja Indochina, pero para nosotros que la padecemos esta disonancia visual y auditiva es lo suficientemente amenazadora como para considerarla estridente.

Una planta caminante (Medellín, Colombia)

En cualquier jardín de esta ciudad puede uno encontrar plantas que florecen continuamente sin que se enteren las personas que pasan por la calle. Como este Iris caminante que al parecer no es lo suficientemente exótico como sus primas las orquídeas (si la juzgamos por su forma) ni suficientemente noble como los lirios (si la juzgamos por el parecido de las hojas) para despertar el fervor entre los admiradores de las flores. Sin embargo su belleza está ahí a la vista de todo aquel que quiera contemplarla.
Este Iris en particular, haciendo honor a su nombre común, recorrió un largo camino desde San Francisco, un pueblito del oriente de Antioquia, hace unos 14 años y ha venido floreciendo desde entonces en el mismo jardín sin llamar la atención de casi nadie.

Foto de museo (Medellín, Colombia)

Cuando el visitante entra al museo de Antioquia se encuentra con una escala que conduce a los pisos superiores donde están las galerías más visitadas del museo. Las colecciones de siempre y las itinerantes.
Casi nadie se fija en el juego geométrico de esta escala que vista desde diferentes ángulos parece más bien una de las esculturas que alberga el museo que un simple medio para trasladarse de un lugar a otro.

Además de sus líneas austeras impresiona la combinación de colores fríos e impersonales que recuerdan el destino inicial de esta edificación: asiento del concejo de la ciudad durante varias décadas.

Gotas de lluvia (Medellín, Colombia)

Nada más fotográfico que unas cuantas gotas de lluvia salpicando cualquier superficie. Sobre todo si esa superficie es la de las flores.
Plantas y árboles no dejan de florecer en esta ciudad, donde la necesidad de algunos de cubrir la tierra con pavimento o concreto no ha podido erradicar la naturaleza que se cuela por cualquier tarjadura de los andenes o permanece en los patios de las casas que se parecen, por la variedad de especies que se cultivan en ellos, a los santuarios de alguna deidad telúrica.

Un patio de museo (Medellín, Colombia)

En esta ciudad los árboles y las palmeras han formado parte importante del urbanismo de la ciudad. No sólo en los parques y las avenidas sino también en los jardines, patios y solares de muchas casas. Es como si la ciudad quisiera permanecer fiel al entorno de montañas y bosques que la rodean.
En uno de los patios del Museo de Antioquia, una palmera suaviza con su presencia las líneas austeras del viejo edificio del concejo de Medellín. Ni siquiera los colores brillantes de una espuria estructura metálica, superpuesta a los balcones, logran opacar la presencia de la naturaleza.

Otra cara de Carabobo (Medellín, Colombia)

A los visitantes de esta ciudad las calles de El Centro, por donde se pasean diariamente los turistas en grupos, parando en lugares determinados para que un guía les narre las leyendas de la ciudad o les explique de manera oficial la idiosincrasia de quienes viven en este valle, les parecerá ésta una ciudad atestada de gente y de carros. Sin embargo en la periferia de esos circuitos turísticos hay calles donde parece que el tiempo pasa más lentamente, sobre todo cuando se adormece a la sombra de los árboles.
Nada tiene que ver esta imagen con la que se tiene de El Centro. Apenas a unas cuadras de la Avenida Oriental parece como si uno estuviera en uno de los barrios del occidente donde las calles sombreadas hacen pensar en una época en la que los acontecimientos se sucedían a otro ritmo.

Un bodegón poco conocido (Medellín, Colombia)

Entre todas las esculturas de Fernando Botero que han recorrido el mundo y que son visitadas con asiduidad en el Museo de Antioquia, y en sus alrededores, se encuentra este poco publicitado bodegón de 1997.
El interés que me despierta  quizá esté relacionado con la blancura que intenta, sin lograrlo, desconstruir los volúmenes que conforman esta pequeña escultura.

La sombrilla de palabras (Medellín, Colombia)


Así como el libro ha venido evolucionando desde los tiempos de los sumerios y sus tablillas de barro hasta los libros escultura, también la forma de relacionarnos con la palabra escrita ha cambiado.
En el ámbito de las estrategias para acercar la gente a las palabras todo se vale al parecer, como la sombrilla de palabras donde éstas han sido escritas en trozos de cartulina de colores. 
Las posibilidades de juego y aprendizaje son múltiples, sólo queda que otras personas utilicen esta otra táctica para apoyar su labor de mediadores entre los libros y las personas de todas las edades. Pero independientemente del aspecto didáctico no se puede dejar de reconocer que esta imagen de donde cuelgan flores de colores no deja de ser sugerente, por decir lo menos.

Otoño en El Centro (Medellín, Colombia)

A esta ciudad el clima del que goza le ha valido el nombre de “la ciudad de la eterna primavera”, sin embargo hay momentos en que aquellos que conocen de estaciones, llegan a pensar que ha llegado también el otoño a estos parajes: algunos árboles nos dan esa impresión cuando deciden, por algún arcano designio, despojarse de sus hojas para renovarse.
Siempre que se ven estos árboles en su proceso de rejuvenecimiento no dejan de causar impacto en los observadores, acostumbrados ya a la frondosidad y la exuberancia de la naturaleza de este valle, a pesar de los atropellos que un urbanismo mal entendido le causan constantemente a la ciudad.

Bárbol en la ciudad (Medellín, Colombia)

Leyendo el Señor de los anillos de Tolkien se entera uno de la existencia de los pastores de árboles, que tienen la habilidad de moverse, muy lentamente, para proteger los bosques; aunque permanecen invisibles para los humanos que aciertan a pasar por los lugares que habitan.
Estos personajes se han inspirados al parecer en los árboles que hablan, presentes en las tradiciones orales de muchos lugares del mundo.
Pero en esta ciudad donde todo puede pasar, es posible encontrarse con un “ent”, que podría ser Bárbol el personaje más importante del bosque de Fangorn, recorriendo la ciudad para ubicar los lugares donde sus protegidos estarían más a salvo de las talas indiscriminadas que azotan este país.
O podría ser simplemente un actor encarnando el papel de una criatura mitad vegetal mitad humano para animar unas fiestas que, aunque consagradas a las flores, están íntimamente relacionadas con el verdor que caracteriza estas montañas.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...