Este sector por donde se movían los habitantes del viejo Guayaquil al ritmo de las notas de tango, que salían de los bares, transmitió en otra época tanto como ahora una sensación de exceso, aun en las horas de la mañana que por lo general son las más tranquilas en la ciudad.
Ni la fachada de líneas clásicas y colores sobrios logra impregnar esta calle de orden o de organización. Es como si el caos que ha existido siempre en estas calles se apoderara de todas las actividades que se realizan por allí.
Sin embargo, a pesar de los cambios que han traído consigo los planes de reacondicionamiento urbano, cuando uno pasa por aquí se siente un aire de nostalgia que va y viene sutilmente trayendo recuerdos e impresiones de esa ciudad que quedó muy atrás en el tiempo, pero que se resiste a desaparecer.
Un caos eterno al que nos sometemos todos bajo nuestra voluntad o a pesar de ella.
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