Cuentan que hace muchos años en un cuartel de Afganistán se criaban perros, de raza afgana por supuesto, y que estos sin que nadie les hubiera enseñado se turnaban para salir en parejas a patrullar todo el terreno. Cuando llegaba un par salía el otro.
En este patio de la ciudad dos perros, el uno pastor alemán y el otro de raza indeterminada, tienen la tarea de cuidar el lugar. Cuando uno vigila el otro duerme. No hay necesidad de estar de pie o recorrer al trote o caminar constantemente debido a lo exiguo del patio donde ejercen su tarea. Basta mantenerse alerta.
Es más, el uno puede dormir a pierna suelta, con la tranquilidad expectante con la que sólo puede entregarse al sueño un perro, mientras que el otro clava la mirada en el exterior.
En el cartel pegado a la reja debe prohibirse expresamente intentar entrar so pena de exponerse a la ira de los canes. Allí debe anunciarse de manera escueta la fiereza de los dos vigilantes a los que se les ha encomendado el difícil trabajo de mantener la tranquilidad de este sitio y al que se entregan con toda fidelidad, como siempre.
Entre más conozco al hombre más quiero a mi perro...
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