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Atardecer pictórico (Medellin,Colombia)

Los colores del cielo en la ciudad, sorprenden a veces por la intensidad de sus tonos. Cualquiera diría que es un cielo de esos que uno se encuentra en las playas de este país. Pero para nosotros, que vivimos entre montañas siempre será una sorpresa mirar hacia arriba y encontrarse con un espectáculo como éste.
Pero, en realidad, sobran las descripciones cuando uno tiene ante sí un cielo que le recuerda tan vívidamente las obras de Watteau o de Turner por nombrar apenas a dos genios de la pintura.

Las frutas de la esquina (Medellín, Colombia)

Esos años cuando las frutas se cogían directamente de los árboles que crecían en los solares de las casas ya se están borrando de la memoria colectiva. Hoy, la relación cotidiana con el color de estos productos de la tierra es a través de las bolsas de plástico exhibidas en los puestos de cualquier esquina de la ciudad.
No importa si el día es gris o soleado, estos lugares tan representativos de las ciudades colombianas atraen al transeúnte con su colorido y con la promesa del sabor de tantas frutas tropicales como se consiguen por estos pagos.
Es posible que todavía ronde la nostalgia de las frutas en su estado natural, pero ya los que pasan de prisa por las calles tienen que satisfacer su deseo con las porciones que están a la venta.
La falta de tiempo, una situación inherente al estilo de vida citadino, hace que ya ni siquiera se eche de menos el placer de hincar los dientes en una fruta recién cogida.

Belleza inquietante (Medellín, Colombia)

Según la señora que vende plantas ornamentales en la plazuela San Ignacio ésta es una gloxinia doble. Y no se sabe si el nombre hace referencia a la conformación de las flores o a una aproximación a la cuantificación de la belleza, porque parece que tanto su forma como la intensidad de su color duplican la perfección de su hermana la gloxinia sencilla.
Pero, a pesar de todo, el esplendor de forma y colorido que despliega esta planta no deja de resultar inquietante, porque recuerda peligrosamente a la planta carnívora de “La pequeña tienda de los horrores”, la famosa película del director Roger Corman.

Mercados Campesinos (Medellín, Colombia)

Todos los domingos llegan campesinos procedentes de las diferentes veredas de la ciudad, a vender los productos más variados en los mercados que se establecen en los parques o en los amplios andenes de algunos barrios.
Zanahorias, tomates o lechugas como éstas recién cosechadas se comercializan directamente por los cultivadores.
Son otro atractivo más que ofrece esta ciudad a sus habitantes y a todos aquellos que nos visitan constantemente.

Tramas y texturas (Medellín, Colombia)

La combinación de tramas y texturas es uno de los pilares de los diferentes tipos de diseño, a veces es el resultado de una detallada aplicación de la geometría y las matemáticas pero en la mayoría de los casos tiene su origen en la observación de la naturaleza.
En este caso se combinaron en esta imagen la trama formada por las ramas de un árbol con la trama de una figura decorativa tejida en hilo.
Un interesante contraste de tramas, colores y texturas que tal vez llegue a inspirar las creaciones de algún diseñador.

El verdadero color del sabor (Medellín, Colombia)

En la mayoría de los casos los colores de los vegetales comestibles abren el apetito de la gente mucho antes que su olor o su sabor. Sobre todo cuando el transeúnte se encuentra con lugares donde los mismos agricultores se encargan de vender sus propios productos.
Una ciudad conocida por su vocación industrial y comercial recuerda los orígenes campesinos de sus habitantes en estos sitios donde se puede comprar una gran variedad de géneros sin intermediarios. Aquellos parecen más naturales que los disponibles en los ambientes estériles de los supermercados y su sola vista sugiere que su sabor es más verdadero.

Cielos de colores (Medellín, Colombia)

Por estos días ya empezaron a verse en la ciudad las decoraciones tempranas que nos acompañarán el próximo mes y hasta parte del siguiente.
Son los alumbrados navideños que en las casas y sobre todo en los centros comerciales comenzaron a preparar el espíritu para las festividades que se nos vienen encima.
Tal vez no todos participen de las celebraciones en torno a la luz. Pero lo que sí parece común a la mayoría de la gente es la expectativa que genera diciembre en el ánimo de los habitantes de esta ciudad; como le sucede a tantos otros en muchos lugares del globo.

Las verdes y las maduras (Medellín, Colombia)

Una camioneta pequeña recorre, como tantas otras, las calles de los barrios de la ciudad cargando manzanas destinadas a la venta y el pregonero que la conduce rasga el aire con su fuerte acento regional para anunciar las bondades de las frutas que trae para la venta.
Habla del sabor y la frescura de su producto pero se le olvida un detalle que tal vez no sea importante para los compradores pero que está a la vista de todo el mundo, incluyendo hasta los que no tienen intenciones de dejarse seducir por el pregón: se trata de la belleza de esta combinación de colores cuyo disfrute es gratis, por ahora.

Vestida de fiesta (Medellín, Colombia)

Casi siempre han sido las rosas y las orquídeas las que se han llevado los elogios de la mayoría de los amantes de las flores; tal vez porque estas dos especies son las más conocidas tanto por su belleza y aroma como por su presencia en la historia de la humanidad las unas o por su exotismo las otras.
Pero hay flores de todos los tamaños y formas que sorprenden a quienes las ven por primera vez. Es el caso de la flor de esta penca que parece vestida para asistir a una de esas fiestas que deben hacer las hadas, los elfos y todas aquellas criaturas que viven en las tradiciones milenarias de los pueblos.
Con el intenso color y la elegancia de sus pétalos parece ataviada por Balenciaga o Valentino.

En un jardín de Perú (Medellín, Colombia)

En el barrio Boston, a unas cuantas calles de El Centro todavía se encuentran casas cuyos jardines son cuidados con esmero. Son algo así como un oasis para la vista, donde la gente se entrega aún a la actividad mesurada de sembrar y podar plantas que riñe con el mundo acelerado de las ciudades.
Unas pequeñas flores que no alcanzan los tres centímetros de diámetro se abren constantemente al cielo de este valle frente a una casa de la calle Perú.
No tienen mucho perfume al parecer pero su intenso color contrasta con el gris de los andenes y el asfalto que rodean el pequeño jardín citadino.

Gloxinias en el patio (Medellín, Colombia)

El intenso color de estas flores de origen brasilero vuelve con regularidad a los jardines de la ciudad como lo hace periódicamente en macetas de toda Latinoamérica.
Su textura y color, además de la delicada forma de sus flores hacen de esta planta una de las más mimadas y buscadas por todos aquellos que le dedican parte de su tiempo al cuidado de jardines.
Y aunque no aparecen en las silletas que se ven en almacenes y centros comerciales de la ciudad en esta época de la Feria de las Flores, vale tenerlas en cuenta como una de las flores que ha encontrado un lugar en los patios interiores y hasta en los balcones de las casas de esta ciudad con vocación jardinera.

Composición de feria (Medellín, Colombia)

En una ciudad que hace de las flores el centro de su fiesta máxima anual no es raro encontrar siempre y durante todo el año, flores en su composición urbanística; hermosas flores que aunque efímeras como ésta contribuyen con su belleza y color a suavizar la dureza de las líneas del ladrillo y el concreto en lugares públicos y privados.

Piscina de plástico (Medellín, Colombia)

En un lugar de la ciudad el plástico se convierte, cada cierto tiempo, en un centro de atención para muchos (niños y adultos). Es como si los colores, tan intensos, al representar de alguna manera el estilo de vida de la gente de la ciudad actual produjeran una atracción desmesurada.
Hasta podría compararse esta imagen con una fotografía gigantesca y aquellos que se introducen allí pudieran creer que penetran la foto por entre los puntos de los que está formada en una pantalla.
Pero no, son simples colores al azar que atraen la mirada de los visitantes y prometen a quien se sumerja parcialmente en estas olas artificiales unas impresiones que pueden ser novedosas, pero que nunca igualarán la sensación del agua alrededor del cuerpo en una piscina de verdad.

Textura de jardín (Medellín, Colombia)

Con las plantas pasa lo mismo que sucede con las creaciones humanas: durante algún tiempo se ponen de moda algunos colores, formas y hasta texturas.
De pronto uno empieza a ver en la mayoría de los jardines un determinado tipo de vegetación que le imprime a la ciudad un aspecto particular, diferente a como lucía en otras épocas o a como lucirá en el futuro.
Pero eso es normal, supongo, si tenemos en cuenta la necesidad del ser humano por la novedad.
Estas plantas aparecieron de pronto en los jardines públicos y de pronto invadieron antejardines y materas a lo largo y ancho tanto de la ciudad como de las poblaciones vecinas.
Lo cierto es que sus tonos combinan de tal manera que parecen diseñados para crear allí donde se siembran un hermoso efecto decorativo.

El color intenso de las flores (Medellín, Colombia)

Cada vez que se abren los botones de esta planta es una fiesta para los ojos.
Es como si un pintor manierista se hubiera entregado a la tarea de mezclar colores en su mente y en su paleta para salvar el espacio que hay entre la imaginación y el lienzo con unos colores de una brillantez casi inverosímil.
Una vieja planta de jardín se entrega incansable a producir, además de oxígeno, flores de colores tan vivos que atraerá bastantes insectos y las miradas de aquellos que se solazan en la belleza que por todas partes adorna estas tierras.

Luz natural (Medellín, Colombia)

Colgando del cielo, como esas luces navideñas que adornan profusamente en los diciembres las calles de esta ciudad, uno puede encontrarse unas flores como estas en algunos jardines.
Parecen alumbrar el lugar con su forma y su color.
En estos días de equinoccio cuando los elementales de las plantas según algunas creencias están en su mayor actividad sería posible verlos, para quien tenga la mente abierta, desplazarse bajo estas hermosas flores que como lámparas deben iluminar los caminos secretos del bosque.

Morado claro (Medellín, Colombia)

Algunas flores de esas de las que nadie conoce el nombre y que aparecen en algunos jardines sin que nadie las siembre, o cuidadas por manos desconocidas tienen unas formas tan complicadas que parecen diseñadas específicamente para hacer su aparición en la decoración barroca de alguna iglesia latinoamericana de la época colonial o de un palacio europeo.
Es posible que la creatividad de los arquitectos y decoradores de aquellas épocas se haya basado en la observación de flores como ésta, cuyo suave color resalta lo complicado de su dibujo.
 

Color en la ciudad (Medellín, Colombia)

No es sólo la variedad del color de la piel de los habitantes de esta ciudad, es el color de los atuendos a que son tan aficionados los colombianos, lo que se resalta en esta escena, tan común en cualquier lugar público de este país.
La gente se reúne en los centros comerciales y por unas horas escapan a la rutina de sus vidas, aunque para algunos visitar estos lugares y sentarse en espacios amplios, los que no encuentran en los lugares donde viven, puede convertirse también en rutina.
Las horas pasan y a medida que el sol declina el color que la luz natural de esta ciudad resalta en la gente y en sus vestidos se va difuminando en esos tonos sin gracia evidenciados por las luces artificiales tan características de las ciudades modernas.

Corazón de maíz (Medellín, Antioquia)

El maíz que está en la base de tantas civilizaciones americanas aparece en este plato, y en primer plano, para seducir con su color y forma el ojo del comensal.
En segundos nos evoca a algunos Hombres de maíz la novela del poco recordado por estos días nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, centrada en el conflicto que enfrenta a dos clases de hombres: los que consideran el maíz como un alimento sagrado y, por ende, hacen un uso racional de él, contra los que lo ven simplemente como una mercancía, un producto comercial. Una obra que mediante un lenguaje surrealista se adentra en las tradiciones orales y ancestrales de los pueblos indígenas centroamericanos, incluyendo mitos, leyendas, poemas y canciones.
Pero también nos recuerda el extenso poema Memoria sobre el cultivo del maíz del año 1866 escrito en “antioqueño” como lo dijera el gran autor, tan cercano a la tierra y a nuestro acervo cultural: Gregorio Gutiérrez González, quien con un lenguaje realista y directo describe la existencia en esta tierra de este don de la naturaleza.
Todo eso me pasó por la mente mientras saboreaba con anticipación esta cazuela en cuyo interior esperaban los no menos deliciosos fríjoles, que combinados con los otros ingredientes siempre son una buena elección; sin olvidar la arepa, complemento infaltable de nuestra cocina, a la que se le dio, en este caso, el original toque de una forma de corazón.

Llamaradas (Medellín, Colombia)

Según dicen es gracias a la taxonomía de Carlos Linneo que este arbusto tiene como nombre crotón que en griego significa garrapata; al parecer porque sus semillas se parecen a este insecto. Pero en nuestra ciudad se le conoce como croto que seguramente no hace referencia a ninguna palabra conocida en español.
Debo confesar que nunca le he visto una semilla, ni siquiera recuerdo haber visto una de sus flores pero la denominación por la que se le conoce hace pensar en una planta exótica.
Lo que si se es que son innumerables los colores de sus hojas que a veces lo hacen ver como un árbol en llamas.
Habrá que agradecer por siempre a la naturaleza malaya por este hermoso regalo que campea, aunque no lo suficiente, en los jardines de nuestra ciudad.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...