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Estampa japonesa (Medellín, Colombia)

Todas las grandes ciudades del mundo tienen la particularidad de recrear en sus rincones y en sus panoramas, aunque sea durante algunos segundos, imágenes que son características de otras urbes o de otras culturas.
En un día de esos donde el sol desaparece del cielo, el aire de la ciudad se llenó de nubes y de niebla y como en uno de esos grabados japoneses de Hokusai o Hiroshige, que se hicieron famosos en Europa durante el siglo XIX, la bruma desdibujó el paisaje y las montañas. La familiar silueta del cerro el Picacho se convirtió en una figura inquietante y tan etérea que parecía despegarse de la tierra.
Era como si la ciudad se hubiese difuminado por completo y sólo la vegetación permaneciera en el mundo de la realidad.

Luna de media tarde (Medellín, Colombia)

A veces la luna confinada en su reino de oscuridad se escapa para observar durante las últimas horas de la tarde su lugar preferido.
En un intenso cielo azul, al que unas pocas nubes dan profundidad, la silueta de una luna que se deshace como si fuera un fantasma, le agrega al perfil de la ciudad un misterio casi oriental.
Debe existir en antiguos manuscritos la narración de alguna historia asociada con la visión de la luna en medio de la tarde. Algo que remita al lector a creer que si tiene la ventura de ver esa aparición tan desusada, en su futuro se verán cumplidos sus deseos.
Claro que si tal presagio existió en la antigüedad, para nosotros no tiene ninguna aplicación, pues ver la luna a horas distintas a las de la noche no es tan extraño en este valle.

Nubes en oriente (Medellín, Colombia)

Otra panorámica de esta ciudad que cambia constantemente según el ángulo desde donde se la mire. Una ciudad distinta cada vez que el objetivo de la cámara se dispara o cada vez que una persona se detiene y la observa con detenimiento.
Siempre aparecen nuevas facetas que sorprenden o inquietan en este lugar asentado entre montañas.
Este sector del oriente de la ciudad que a lo lejos se corona de nubes, por donde los barrios se adentran cada vez más en las montañas, es donde casi siempre se anuncian primero las lluvias que caerán después en el centro y en otros sectores del valle.
Es un espectáculo magnífico ver como las grandes masas de vapor de agua, se concentran para después caer en ráfagas agitadas por el viento o precipitarse lentamente sobre todas las superficies.
Aunque pocos se preocupan por la belleza del cielo mientras buscan guarecerse del agua, este siempre matiza con su luz el color de la ciudad.

La capital de la montaña (Medellín, Colombia)

Al sur oriente de la ciudad las montañas todavía se cubren con los bosques que otrora dominaban gran parte del terreno de esta capital, cuando apenas era una población de unos cuantos miles de habitantes.
Ahora esa vegetación que se ve a lo lejos se observa con recelo, la actitud con que se miran las especies en extinción. Aunque todavía permanece la esperanza de que las acciones que se tomen hoy y en el futuro impidan su desaparición.
Esta ciudad que con orgullo ostenta el título de Capital de la montaña, se da el lujo dudoso de ignorar las que la rodean. Los que vivimos aquí apenas si las miramos sin fijar los ojos en ellas, sin detenernos en los detalles y características que hacen que esta Villa sea única en el mundo.

Panorama con neblina (Medellín, Colombia)

La ciudad de todos los días, la que se pega con la persistencia de las plantas aéreas a las lomas que rodean el valle, se desdibuja en algunas ocasiones más que en otras. Las distancias de siempre y la bruma que se intensifica a veces, contribuyen a marcar la retina con la imagen de un lugar donde los colores se funden a lo lejos en el mismo azul desteñido, que apenas sirve para mantener inalterada la silueta de las montañas.
Es como si lentamente a los ojos los dominara una fuerza extraña que se empeña en hacer desaparecer los lugares lejanos, los que no se pueden ver claramente, esperando tal vez que sólo se fije la mirada en los parajes familiares, pretendiendo crear así una falsa confianza en aquellos que nunca quieren moverse de los terrenos conocidos, esos terrenos que por vistos no dejan espacio a la ambigüedad y donde lo foráneo, aunque sean otras partes de la misma ciudad donde vivimos todos, se mira con suspicacia.

La mirada de los pájaros (Medellín, Colombia)

Cuando uno recorre los barrios de esta ciudad, adheridos a las montañas tiene, a cada momento, la perspectiva de los pájaros.
Y aunque a veces la mirada se cansa de ver las edificaciones como si fueran las fichas de uno de esos juegos para construir objetos, a veces resalta como una joya, un lugar distinto. Como esta terraza a la que un artista tomó la decisión de convertir en un lienzo de concreto. Un artista a quien le pareció más importante mostrarle su obra a los que dejan vagar su mirada desde las alturas, que a los que caminan por las calles, con el alma encerrada por los muros, con los ojos pegados al suelo, sin levantar la cabeza para contemplar las fachadas de las casas. Tal vez por eso la figura que se ve con más claridad es la de un pájaro que flota.
La sensación de vida que transmite el abigarramiento de colores entre la monotonía de los adobes y el gris de los techos del lugar, capta la mirada de inmediato. El contraste con la otra terraza es evidente, ésta parece una copia de la superficie de un planeta deshabitado, mientras que la otra tiene todo la fuerza y el movimiento de un lugar en el trópico.

Para subir al cielo (Medellín, Colombia)

…no sólo se necesita una escalera grande y otra chiquita, como dice la canción, también se pueden utilizar canastas de esas que usan los bomberos.
Pero al ver esta vacía y en medio de ninguna parte uno se pregunta que pasó con la persona que estaba allí, tal vez fue víctima de una abducción y la gente no se atreve a bajarla esperando que sea devuelta. O tal vez fue una ascensión de alguien que no soportó más seguir con los pies en la tierra.
Se podrían hacer mil conjeturas en relación con el vacío de esta canasta y no encontrar respuestas satisfactorias. Quizá esa sea una de las características de las ciudades, plantear preguntas constantemente, y entregar, con avaricia siempre, algunas respuestas.

A quién llaman las campanas (Medellín, Colombia)

Ya pasó el tiempo en el que la llamada de las campanas marcaba los ritmos de la vida para los habitantes de la ciudad. Ahora para diferenciar su sonido del intenso ruido que nos rodea es necesario, en cierta forma, sintonizarse con la frecuencia de una ciudad casi desaparecida.

Atardecer con luna (Medellín, Colombia)

Esa tarde la luna apenas era una pequeña pincelada blanca en el azul oscuro del cielo, un azul que se acercaba ya a la noche pero que aún guardaba algo de la luminosidad del día. Todo el interés lo captaba la luna que tenía el tamaño perfecto para enriquecer toda la imagen: como un trazo corto y delicado en un grabado japonés.

Desde la ventana (Medellín, Colombia)


Enredada en la ventana de una casa en Buenos Aires languidece una planta. Quizá la vista de la ciudad sea su única razón para aferrarse a la vida.

El perfil de las montañas (Medellín, Colombia)

Las estructuras del primer plano de esta fotografía, parecen una evocación estilizada del perfil de las montañas que rodean el Valle de Aburrá y que se repiten ad infinitum en todas direcciones.

Atardecer sobre una zona de bodegas (Medellín, Colombia)

Los atardeceres que quitan el aliento no son exclusivos de las llanuras, los desiertos o las costas, entre las montañas también es posible ver a las nubes y al cielo establecer ese contraste dramático entre color y sombra.
Este sector de la ciudad que se caracteriza por una arquitectura plana, funcional, se convirtió en un lugar evocador gracias a la luz que en esta tarde, resaltó por oposición el blanco de las fachadas, el gris oscurecido de los techos y el azul opaco de las montañas.

Camino de barrio (Medellín, Colombia)

Sólo la vista del centro y de las montañas lejanas abre la perspectiva de los caminos peatonales angostos, laberínticos y plagados de escalas, de muchos barrios de la ciudad.

Apacible panorámica (Medellín, Colombia)

Los edificios del centro que vemos pocas veces cuando caminamos con rapidez por sus calles, se agrupan en un sector relativamente pequeño, comparado con el tamaño de la ciudad. A lo lejos las montañas, siempre las montañas, parecen observar con la complacencia de unas viejas parientes, como ha crecido la antigua Villa de la Candelaria.

Oriente (Medellín, Colombia)

Entreverados con las terrazas y los techos los árboles salpican de verde los colores terrosos de las edificaciones. A lo lejos, las montañas presentan ese tono azul desvaído de las historias olvidadas, aunque cada vez más se vea manchado por las construcciones que lentamente van recubriendo toda su superficie.

Paisaje de adobe con montañas (Medellín, Colombia)

Las terrazas salpicadas de árboles forman el paisaje que sobrevuelan las cabinas del metrocable: un territorio de adobe y cemento que para muchos habitantes de la ciudad fue desconocido hasta hace algunos años.

Ahí están... viendo pasar el tiempo (Medellín, Colombia)


Esta torre y estas montañas han visto pasar la vida de la ciudad sin inmutarse, aunque las construcciones en las laderas hayan comenzado, desde hace mucho tiempo, a teñir de ocre las superficies que otrora fueran el dominio, indiscutido, de los verdes intensos de la vegetación.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...