Al sur oriente de la ciudad las montañas todavía se cubren con los bosques que otrora dominaban gran parte del terreno de esta capital, cuando apenas era una población de unos cuantos miles de habitantes.
Ahora esa vegetación que se ve a lo lejos se observa con recelo, la actitud con que se miran las especies en extinción. Aunque todavía permanece la esperanza de que las acciones que se tomen hoy y en el futuro impidan su desaparición.
Esta ciudad que con orgullo ostenta el título de Capital de la montaña, se da el lujo dudoso de ignorar las que la rodean. Los que vivimos aquí apenas si las miramos sin fijar los ojos en ellas, sin detenernos en los detalles y características que hacen que esta Villa sea única en el mundo.
Pero la montaña también se vive y se habita y ahora los bosques son de casas, con sinuosos caminos de asfaltos y homosapiens en ellos, la realidad tampoco es que cambie mucho.
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