En esta ciudad es posible encontrarse con una sala como ésta donde se realiza una exposición de lo que a todas luces parecen cámaras fotográficas a juzgar por el tubo de cobre que tiene las características de un objetivo. Pero la soledad del salón y la disposición de los aparatos hacen creer al observador que detrás de la simpleza de las formas debe existir otra cosa, le hacen pensar que de alguna manera ha penetrado en una realidad distinta, como si se hubiera colado en una escena de una de esas películas de serie B, donde los objetos cobraban vida súbitamente y empezaban a perseguir a las personas. Parece como si en cualquier momento fueran a dirigirse hacia nosotros para enfocarnos con sus objetivos antediluvianos, más parecidos a ojos de cíclopes, e inmovilizarnos y transportar nuestro cuerpo a cualquiera que sea el lugar adonde llevan los extraterrestres los humanos que hacen objeto de sus abducciones.
Hasta la imagen ha adquirido la textura inquietante y desvaída de las fotografías antiguas o de las películas viejas, donde uno tiene la sensación de que la gente ha ido desapareciendo lenta e irremediablemente.
Ellas, que todo lo pueden...
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