El blanco es infinito (Medellín, Colombia)

Estas sillas blancas que se acomodaron y se organizaron como si estuvieran dispuestas en cualquier momento a recibir una multitud, dan la impresión de haber sido ubicadas para permanecer allí siempre, sin alteraciones, hasta el final de los tiempos. Tal vez sea esa ausencia de alteraciones, la repetición de la misma forma, sin variar en nada, lo que transmite la idea de la perpetuidad, produciendo en el observador esa impresión de desasosiego que provoca lo que nunca cambia.
Pero, si bien es cierto que resulta desconcertante ver tantas sillas juntas y vacías sin conocer su destino, lo es también que de alguna manera desconocida esa imagen genera un ligero efecto apaciguador. Como si la posibilidad de ser uno de los que estará allí sentado brindara una sensación de seguridad. Una sensación que difícilmente produciría una silla azul o roja o verde.
De hecho el blanco, que se ha utilizado en China o en Rusia para simbolizar el luto, y en occidente para demostrar pureza, nos lleva a pensar que tal vez la puerta al infinito sea un campo donde todas las sillas sean blancas y a convencernos de que una de ellas es la nuestra.

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