La hora de la mandarina (Medellín, Colombia)

Cuando la tarde ni siquiera ha empezado a languidecer, cuando las sombras apenas si se dejan ver debajo del cuerpo, es la hora de hacer un alto y aprovechar a cualquiera de los vendedores de jugos que pasan con sus carritos por las calles y los parques de la ciudad.
A esta hora de calor intenso nada mejor que el ácido y refrescante sabor de un jugo de mandarina.
Aunque el placer que se siente al saborear el jugo de esta fruta es tal, que la gente no se circunscribe al mediodía para entregarse a las delicias de su sabor o al de cualquiera de las frutas que en una ciudad como esta asaltan los sentidos a cada momento: los olores, el color y las texturas se suman a ese sabor aprendido que se lleva en el subconsciente y que literalmente le hacen a uno la boca agua cuando los percibe en cualquier esquina o como en este caso, desplazándose en un carrito, al vaivén del hielo que refresca hasta la vista.

1 comentario:

  1. Jaime Alberto Barrientos15 de abril de 2010, 9:41

    Los vendedores de jugos parece que hubieran estudiado los experimentos de Pávlov.

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