Tal vez lo que convierte a una ciudad en un lugar cosmopolita del que todos los visitantes se enamoran, es su habilidad para evocar o dar cabida en sus rincones en cualquier momento o siempre, reminiscencias de otras ciudades del mundo. Al contemplar la imagen de este cielo incendiado cobijando los últimos minutos del día, uno se transporta a los lugares de los que hablan la poesía y las leyendas, como si pudiera ver los cielos que vio el poeta alejandrino o pudiera contemplar los atardeceres que admiraba Harún al-Rashid, el príncipe persa, desde su palacio en alguna ciudad inmortalizada en las mil y una noches.
Apenas si puede uno sustraerse a la emoción que produce un espectáculo como este, para recordar que palmeras y palacios son tal vez los elementos iniciales para empezar a contar una novela de misterios y prodigios, o para querer releer las historias de ciudades devoradas por el desierto, donde los tesoros que guardaban fueron la perdición de tantos aventureros.
Esta ciudad mantiene sus riquezas siempre a la vista, como esta combinación de colores y sombras de un atardecer cotidiano. Quizá sea esa la razón de que tantos viajeros se hayan fascinado con ella, sin llegar a definir con exactitud cuál de todos sus tesoros fue el que los sedujo definitivamente.
En realidad me quedo corto en palabras. Este es el yin y el yan, no se sabe qué es mejor, si la foto o el texto. Gracias a Dios existe Medellín y los escritores como voz que resaltan su belleza.
ResponderEliminar¡Estoy completamente de acuerdo!
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