Esa tarde la luna apenas era una pequeña pincelada blanca en el azul oscuro del cielo, un azul que se acercaba ya a la noche pero que aún guardaba algo de la luminosidad del día. Todo el interés lo captaba la luna que tenía el tamaño perfecto para enriquecer toda la imagen: como un trazo corto y delicado en un grabado japonés.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
La ciudad dormida... ¿o despierta?
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