Atraídos por las multitudes que asientan sus reales diariamente en las plazas y en los parques de la ciudad, estos dos hombres caminan por entre la gente llevando a cuestas la mercancía que venden.
Pero nadie está seguro de cuál es su intención, vender las hamacas solamente o también vender con ellas la posibilidad de tener sueños placenteros, donde el inconsciente no esté descontrolado. Las pesadillas, por supuesto, estarán ausentes de los usuarios de este producto. Y aquellos a quienes el insomnio ataca consuetudinariamente se les puede ocurrir, al ver uno de estos objetos desplegado ante sus ojos enrojecidos, que tal vez en su superficie se encuentre la solución a sus carencias.
Excelentes líneas...
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