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La mirada del camaleón (Medellín, Colombia)

El ojo atento del camaleón no deja de observar mientras el visitante lo mira desde la seguridad que ofrece un vidrio de protección, satisfecho de poder acercarse a un animal cuyo hábitat original se encuentra en la lejana y misteriosa África.
Para los habitantes de las ciudades tanto los zoológicos como los acuarios son la única opción de ver animales que en su mentalidad citadina representan las regiones exóticas que quizá nunca lleguen a visitar.
Los zoológicos y los acuarios tratan cada vez más de recrear el entorno real del que fueron sustraídos los animales. Sin embargo no dejará de ser extraño, al menos para el animal, permanecer todo el tiempo en un lugar completamente cerrado, con el clima bajo un control estricto, donde las únicas novedades están representadas en los seres que pasan frente a él.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Tal vez para la realidad del camaleón quien lo mira es el mismo, que cambia de aspecto y de colores, así como él.

El nuevo tranvía (Medellín, Colombia)

El paso del tranvía todavía es una novedad para los habitantes de esta ciudad, aunque ya estén acostumbrados desde hace algunas décadas a vivir en la única ciudad de este país que tiene Metro.
Edificios nuevos y antiguos ven pasar suavemente este vehículo que en nada se parece a los viejos tranvías que transportaron a varias generaciones de medellinenses.
En su recorrido aún se encuentra con la mirada de asombro de los transeúntes que recuerdan la vieja calle atestada de personas, de carros y de buses. Ahora la calle que remonta la pendiente en dirección a Buenos Aires, es un espacio amplio que se puede recorrer sin prisas y sin sobresaltos, donde el sonido leve de la campana del tranvía despierta reminiscencias en el inconsciente colectivo.

Autopistas (Medellín, Colombia)

Las carreteras y las autopistas en cualquier parte del mundo evocan cambios en la vida tal como las adivinas en las ferias anuncian viajes o futuros prometedores.
Dependiendo del estado de ánimo pueden verse como el camino al futuro o como un regreso al pasado. Pero siempre sugieren alteraciones en la rutina: definitivas o pasajeras.
Por esta autopista salen viajeros constantemente. Algunos volverán en poco tiempo o dentro de tantos años que apenas reconocerán el lugar que dejaron.
Otros quizá no vuelvan pero siempre atesorarán en su memoria la imagen de una persona, de un rincón, de una esquina que marcará sus vidas en cualquier lugar donde vivan y donde la nostalgia les hará recordar esta ciudad que a nadie que la conozca deja indiferente.

"Raspao" (Medellín, Colombia)

Entre las costumbres que han acompañado a muchas generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.

Lirio blanco de la estrella (Medellín, Colombia)

Acostumbrados a los lirios sencillos, esos que otrora simbolizaron a la corona francesa, nos sorprende saber que éste también pertenece a la extensa familia de la flor de lis.
Debió pertenecer a alguna casa real desconocida y de la que ya nadie guarda memoria. Hasta podríamos decir que pudo ser el símbolo de los aburraes, esos primitivos e ignotos habitantes de este valle.
Por ahora sólo sabemos que esta planta crece en un jardín al borde de una calle y que parece haberse adaptado fácilmente a las difíciles condiciones que esta ciudad le impone a todos los seres que tienen que vivir en ella.
Una ciudad que aunque se la llame de la eterna primavera es bastante exigente con la flora que permite crecer en sus montañas.

Una vista particular (Medellín, Colombia)

Las miradas a la realidad siempre son diferentes, es una verdad aceptada por casi todos en esta época.
Una de las grandes posibilidades del arte en cualquiera de sus manifestaciones es permitirle a cada uno de nosotros ver esa realidad desde el punto de vista de otro ser humano, plasmada en objetos como este: un andén de madera que se retuerce sobre sí mismo y se convierte en un ojo por donde se puede ver un sector de la ciudad. Aunque no sea la vista más espectacular y el objeto por donde se mira se robe la atención.
Tal vez el propósito del creador no fuera dirigir la mirada hacia un lugar sin mayores atractivos, quizá pretendía contarnos alguna historia sobre los caminos que regresan, propiciar en el espectador alguna reflexión sobre el eterno retorno tan bien expuesto en la obra de Friedrich Nietzsche. ¿Quién sabe?
La realidad es que ahí está en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para quien quiera verlo y sorprenderse, meditar o mirar a través de él.

Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)

Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza.
Una de las ventajas de vivir en la zona tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para que árboles y plantas crezcan en cualquier parte.
Aunque no se puede negar que en nuestro país hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas.
Infortunadamente hay lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde predomine el color verde.

Entre sombras (Medellín, Colombia)

No sabemos cuándo nos vamos a transformar en un elemento más de las múltiples escenas que se suceden continuamente en la ciudad; justo frente a los ojos de quienes quieran observarla con detenimiento.
Hasta una simple caminata por una plaza puede convertir a un transeúnte común y corriente en el elemento que contrasta en una fotografía.

Volver (Medellín, Colombia)

En los barrios viejos de la ciudad los recuerdos nos asaltan en cualquier parte, hasta en las escalas que aparecen inesperadamente para unir dos calles empinadas.
Como si se quisiera enfatizar que los recuerdos nos llegan en fragmentos, esta escala en Manrique, trae a la memoria la canción Volver, una de esas canciones que se han oído durante décadas en las calles de este barrio que desde hace mucho tiempo consagró sus tardes y sus noches al tango. Un barrio donde la radio, los traganíqueles o los tocadiscos hacían oír a los transeúntes de manera discreta (era la época cuando la música no atronaba en las calles) las canciones de Gardel que según la conseja cada día canta mejor.
Nada más sugerente que una escala forrada con trozos de baldosín recitando una letra que para cualquier habitante de esta ciudad se asocia con algún afecto de su historia larga o corta, o un cuadro del Zorzal criollo hecho con pedazos de vidrio que, utilizando la técnica del mosaico, da cuenta de una memoria que aunque fragmentada siempre nos hace volver a recorrer con el pensamiento el tiempo transcurrido.

Pedazos de sol (Medellín, Colombia)

Entre tantas manifestaciones de la belleza que se pueden encontrar en la naturaleza la que más nos impresiona es la de las flores. Tal vez porque en sus pétalos se materializa la luz en cada tono.

La vida (Medellín, Colombia)

Un fragmento de escultura que se ve a través del follaje podría representar, de manera impasible, una de las facetas que caracterizan esta ciudad: la del arte.
El monumento a la vida, una de las mejores obras del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancur, es una de la tantas esculturas que contemplan a la intemperie en plazas y parques el paso de los días. Algunas a cielo abierto y otras por entre las hojas de los árboles y las plantas que siempre están al acecho con el fin de apoderarse de todo aquello que hacemos los seres humanos.

Una entre muchas (Medellín, Colombia)

De todas las plantas de la tierra el 10 ó el 20% están en territorio colombiano. Entre ellas el número de orquídeas exclusivas de Colombia asciende a 1572 especies registradas de las 4270 que hay en todo el país.
Y es que tenemos bosques donde un solo árbol puede albergar entre sus ramas más especies que todo un país con estaciones.
Por eso no es de extrañar que a pesar de que una ciudad no es el lugar ideal para este tipo de plantas, en los patios, jardines y viveros de Medellín florezcan orquídeas en todas las épocas del año.

Imagen oriental (Medellín, Colombia)

Como cada año por estos días, en un conocido centro comercial, se realiza la exposición de bonsái que complementa desde julio la Feria de las flores, emblema de esta ciudad de primavera interminable.
Y como cada año el escenario es distinto aunque siempre tiene una marcada tendencia orientalista. No puede ser de otra manera si tenemos en cuenta que esta técnica de cultivo apareció en el lejano oriente y que el término bonsái procede del idioma japonés que significa literalmente naturaleza en bandeja.
Independientemente de las posiciones ecologistas que cuestionan esta deformación de la naturaleza, los niveles de belleza al que llegan estos pequeños árboles es innegable. Pero no sólo hay que tener en cuenta su belleza sino ese aire de intemporalidad que evocan. Una intemporalidad que puede estar relacionada con las décadas que diferentes generaciones de cultivadores le dedican a darle forma a un solo árbol.

Combinaciones (Medellín, Colombia)

En esta plaza, o parque como se le dicen eufemísticamente en la ciudad a estas pequeñas áreas despejadas de edificios y de casas, se levanta un grupo de columnas que se ha convertido en un punto de atracción más en el heterogéneo paisaje urbano. Su impacto a la luz del día está en la repetición (que siempre resulta efectiva en la fotografía) y en la manera como juegan las luces y las sombras en su superficie y en el piso.
Y, dependiendo del ángulo desde donde se miren, su integración con las edificaciones que rodean el lugar hacen que estos adquieran un aspecto más dinámico.
Sin embargo mirando como se levantan solitarias hacia el cielo no se puede dejar de desear que cada una de ellas fuera reemplazada por un árbol.

El paso del tiempo (Medellín, Colombia)

Una réplica del antiguo tranvía de Medellín sirve de atrezzo, de decoración, a una escena que se ve con bastante frecuencia en este parque: el paso lento, cansado de una persona que ya ha visto mucho, tal vez demasiado. Quizá se sorprenda de toda la publicidad con que se ha rodeado la puesta en marcha del nuevo tranvía de Medellín. Tal vez jamás haya visto un tranvía porque está recién llegada a la ciudad como tantos que apenas empiezan a trasegar como seres anónimos por estas calles. O porque no, recuerde sus años de niña viajando en el tranvía en una de sus pocas visitas al Centro.
Por otra parte hoy, cuando esta mujer y muchos como ella, pasan sin ver el símbolo de lo que se plantea como la nueva ciudad, muestra sin enterarse la simbiosis que se da en todas las ciudades del mundo entre el pasado y el presente. Mezcla que no siempre se hace con la sabiduría necesaria para que la ciudad sea un lugar a escala humana y no una aglomeración de edificaciones sin una verdadera relación con sus habitantes.

¡Feliz día Colombia! (Medellín, Colombia)

Desde el interior del Museo de Antioquia, y a través de la reja de la entrada, se puede ver la cúpula del Palacio de la cultura y detrás el Edificio Coltejer con la bandera de Colombia que ondea en su vértice. Un lugar en el medio del valle que no ha perdido su calidad de punto de referencia, a pesar del desarrollo de la ciudad en todas direcciones.
Al menos se puede estar seguro de que hoy el viento agitará la bandera en lo más alto de la ciudad como lo hace todos los días del año. Sin embargo, en este día cuando se conmemora el inicio de la independencia del país serán pocas las casas donde se vea esta bandera. Es como si lo que representa este símbolo se hubiera reducido a utilizarla para mostrar que se sigue un equipo de fútbol.
La carga emocional que solían inspirar estos colores se ha desplazado de un profundo sentimiento nacionalista a una emoción manipulada por los medios de comunicación y sus intereses comerciales.
De todas maneras feliz día a todos los colombianos donde quiera que estén, aunque algunos no sepan ya lo que representa en realidad una bandera.

La gracia de la mandarina (Medellín, Colombia)

Como tantas frutas que se consumen en nuestro país, la mandarina llegó de lejos, de muy lejos. Según dicen los historiadores es originaria de China e Indochina donde su cultivo empezó cientos de años antes de Cristo.
Esta fruta debió llegar a Colombia por las mismas épocas que a otros países de América y con el sello de lo exótico que se le imprimió en Europa, cuando se le dio un nombre inspirado en los famosos dignatarios del Celeste Imperio. Ahora se vende hasta en las carretillas que recorren calles y avenidas de esta ciudad.
Pero lo interesante de esta fruta es que de entre todas las que consumimos a diario -autóctonas o foráneas- la mandarina es la única que se ha convertido en sello de distinción para algunos sitios representativos de la ciudad. Quizá se deba a su fuerte sabor o a que en nosotros hay todavía un deseo atávico de saborear lo exótico representado en una fruta.

La ciudad en contrapicado (Medellín, Colombia)

Pocas veces se tiene la oportunidad de ver la ciudad desde un punto tan privilegiado, hasta es posible identificar con toda precisión la casa donde uno vive.
Ver la ciudad así es como abstraerse de las imágenes que constantemente están a la altura de la mirada. Hay que pensarlo un poco para conciliar lo que vemos todos los días con este panorama a vuelo de pájaro, o será mejor decir a vuelo de satélite.
Aunque esta ciudad tiene muchos puntos privilegiados que permiten verla desde las alturas, el hecho de pararse, literalmente, sobre ella no deja de producir una sensación extraña.

La tranquilidad de los acuarios (Medellín, Colombia)

Los acuarios tienen un efecto sedante para la mayoría de quienes contemplan una vida que se desarrolla impasible y ajena a nuestra presencia y a nuestra mirada; no importa que esa tranquilidad que vemos sea aparente y en sus confines se estén desarrollando los mismos dramas que escenifica la existencia en cualquier parte de este planeta.
Para el observador los peces como éste, se mueven sin mayor esfuerzo, delicadamente, exhibiendo sus colores brillantes para el único deleite de sus ojos, ignorando casi siempre, que cada ser vivo tiene una función específica en la complicada trama de la vida en la tierra.

Sombrillas de verano (Medellín, Colombia)


Es tanto el calor en esta ciudad en estos días que por todas partes vemos sombrillas, hasta esas japonesas de papel tan sutiles, tan delicadas.
No importa que la fuerte luz de los soles tropicales traspase la superficie y nos queme volviendo inútiles estas barreras protectoras. Lo que realmente importa es la condición cinematográfica que siempre han tenido estos artefactos o como en este caso la condición fotográfica.
Esta ciudad siempre nos sorprende con imágenes que parecen cotidianas pero que gracias a un simple giro se convierten en momentos memorables.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...