Apacible panorámica (Medellín, Colombia)

Los edificios del centro que vemos pocas veces cuando caminamos con rapidez por sus calles, se agrupan en un sector relativamente pequeño, comparado con el tamaño de la ciudad. A lo lejos las montañas, siempre las montañas, parecen observar con la complacencia de unas viejas parientes, como ha crecido la antigua Villa de la Candelaria.

Última cena (Medellín, Colombia)

En la penumbra de una iglesia este mosaico revive sus colores para los fieles que lo miran de vez en vez, sin reparar en su belleza, en medio de una misa o para el visitante que se pasea a cualquier hora por sus naves, buscando tesoros olvidados.

El más veloz (Medellín, Colombia)

Ser el mamífero más rápido sobre la tierra le tiene sin cuidado al guepardo, en cambio cuando un niño corre a la velocidad del viento se convierte en el ser vivo más veloz del mundo conocido, y eso lo llena de satisfacción.

Oriente (Medellín, Colombia)

Entreverados con las terrazas y los techos los árboles salpican de verde los colores terrosos de las edificaciones. A lo lejos, las montañas presentan ese tono azul desvaído de las historias olvidadas, aunque cada vez más se vea manchado por las construcciones que lentamente van recubriendo toda su superficie.

Buganvilia (Medellín, Colombia)

Veranera o curazao, no importa el nombre, la ciudad se ilumina con sus colores en todo momento, aunque al sol lo oculten las nubes o a la atmósfera la desdibuje la contaminación.

El lugar de la espera (Medellín, Colombia)

Bajo los rieles del metro, en esta estación del centro, mucha gente se detiene y espera. No importa si lo saben o no pero la expectativa los define. Es el lugar de las esperanzas aunque algunos no se las hayan formulado de manera consciente.

Edificio Fabricato (Medellín, Colombia)



Ya pasaron los días en que los transeúntes se paraban a observarlo, tratando de adivinar en su fachada algún indicio de la verdadera historia del llamado crimen de “Posadita”. Ahora es un edificio más del Junín que no desaparece. Los domingos hasta es posible encontrar, alojado en la parte exterior de su entrada principal, un vendedor de libros de segunda. Paradójicamente, pueden verse casi siempre obras de la maestra del suspense Agatha Christie; una reminiscencia velada tal vez, de esa otra historia que conmovió corazones y vendió periódicos por allá en los sesenta.

Viejo farol (Medellín, Colombia)

El atrio que iluminaba este farol no necesita ya de sus servicios. Las lámparas de luz amarillenta reemplazaron su brillo hace muchos años.
Las manos que lo forjaron desaparecieron y sin embargo él sigue custodiando la fachada de una vieja iglesia.

Un edificio con armadura (Medellín, Colombia)

Las paredes cubiertas de placas metálicas le dan a este edificio, asentado en una base de vidrio y concreto, características de fortaleza. La ausencia de ventanas acentúa su hermetismo, tan sólido e inexpugnable, como pudo ser el de las murallas que protegían los castillos en la época de las cruzadas.

Las puertas de la memoria (Medellín, Colombia)

Una cadena simbólica impide la salida a los recuerdos atrapados en el aire mohoso, que se agita lento y suave por entre los cuartos y salones, de esta casa. El diseño de la reja debe contener alguna sabiduría arcana, para impedir la desaparición definitiva de las huellas grabadas en el piso y en las paredes, por sus antiguos habitantes.
A la espera del desmantelamiento definitivo estas puertas permanecerán cerradas, custodiando una memoria ya sin dueños, hasta el día en que lleguen con sus almádanas los demoledores irreverentes.

Mango que te quiero mango (Medellín, Colombia)

Antes, cuando esta ciudad no se había crecido tanto, en los solares de las casas había siempre un árbol de mango, y la gente esperaba pacientemente a que madurara. Después cuando lo tumbaba, o lo cogía o él se caía solo, seguía el ritual de pelarlo y comerse las tajadas de un amarillo requemado en el mismo solar o en el quicio de la puerta, persiguiendo con la lengua golosa los pequeños arroyos que se regaban por entre los dedos.
En esa época uno esperaba a que maduraran. Ahora se vive a tal velocidad que no hay tiempo de esperar, y en lugares tan reducidos que los solares desaparecieron hace años.
Ahora la gente compra los mangos ya pelados y cortados, empacados en bolsas plásticas y distribuidos por toda la ciudad en carros tirados por los vendedores o estacionados en sitios estratégicos.
Pero, aunque se haya perdido la emoción de la espera de ver madurar un mango, la intensidad de su color, su fragancia y su sabor (con o sin sal), no han desaparecido.

Iglesia con jardín (Medellín, Colombia)

Si se juzga por la exhuberancia de la vegetación que lucha por ocultarla, esta iglesia podría estar al borde del abandono. Sin embargo su santo patrón espera con paciencia la llegada de los fieles que aunque sean pocos, justificarán el cuidado que revelan algunas partes del jardín.

Lámpara de plasma (Medellín, Colombia)

Es posible que un mago de los tiempos de la ciencia pueda leer, en el patrón de colores que se agita en el interior de esta esfera, el pasado o el futuro de quien la toca. En cambio para el observador casual no dejará de ser un artilugio más, dedicado al juego o a la decoración.

Flores y flores (Medellín, Colombia)


En los barrios de esta ciudad, desde un balcón o desde un jardín, las flores pueden robarse la atención de los transeúntes. Una tarea difícil, pues la capacidad de observar la maravilla de la naturaleza, tiende a adormecerse a causa de la uniformidad que parece ser la característica principal de las ciudades modernas.

San Alejo (Medellín, Colombia)




Como cada primer sábado del mes, en estos comienzos de octubre se reunieron artesanos y visitantes en el parque Bolívar, para llevar a cabo el ritual de comprar y vender objetos que seducen por su belleza u originalidad.
Los techos de los toldos junto con las mercancías y los atuendos de la gente le pusieron color a una tarde gris.

Ojo a la naturaleza (Medellín, Colombia)

La vegetación se mira a si misma y nos invita a observarla a través del ojo formado por este tronco retorcido. Hasta las hojas de la orquídea parecen inclinarse para ver los árboles del otro lado.

You're poison (Medellín, Colombia)

Tu belleza atrae con fuerza pero los sentidos dicen que eres terrible, aunque en cautiverio pierdas la capacidad de matar a quien te toca.
¿Qué podrá ser más importante para la naturaleza?: Una vida inocua a la vista de todos los que pasan o la posibilidad de vivir en libertad en las selvas chocoanas, para convertirte después en un maravilloso ídolo de oro, como aseguran que ocurre cuando mueres.

El bronceado perfecto (Medellín, Colombia)

Indiferente al tráfago que la rodea y con la vista fija en el cielo, esta Venus se broncea indefinidamente. Busca con temor, signos que le anuncien el nuevo intento de las nubes enemigas por alejarla otra vez del contacto con el sol.

Dos golondrinas sí hacen verano (Medellín, Colombia)

Estas dos pequeñas aves, que al parecer ni siquiera se conocen, deben ser las responsables de los días soleados que en este final de septiembre han iluminado la ciudad. Ojalá no se vayan y sigan ejerciendo su influencia en octubre. Vale la pena soportar el calor si además podemos tener cielos de un azul tan intenso y profundo como éste.

Bajo el cielo antioqueño (Medellín, Colombia)

Las ramas retorcidas de un árbol colonizado por las melenas evocan, en sus formas y en la composición que presentan contra el cielo azul, alguna imagen japonesa pintada en la seda de un kimono o en la ilustración de una novela del mundo flotante, que pudo ser plasmada hasta por el mismo Hokusai.

Colecciones (Medellín, Colombia)

Muchos recuerdos se quedaron asociados a estos carros de colección, a los que los libros les sirven de telón de fondo, para que la memoria, cuando quiera, los reviva con más intensidad.

Edificio inteligente (Medellín, Colombia)


De repente un edificio emerge de la vegetación y nos transporta a un mundo futurista, donde el concreto y el acero se mezclan sin oposiciones con la naturaleza, tanto que hasta las plantas han colonizado el interior.

Medellín en blanco y negro