Un escenario para la indiferencia (Medellín, Colombia)


Las personas pasan frente a estas escalas en pos de su destino o con la ilusión de alejarse de él. Apenas perciben a quienes se sientan en las gradas día tras día con la expectativa de que también su sino cambie, o que las fuerzas herméticas que gobiernan las vidas de los demás no posen la vista en ellos, pasen de largo y les permitan seguir viviendo en la paz de los ensimismados.

La cosecha (Medellín, Colombia)


En uno de los miles de jardines en la ciudad un níspero florece y da sus frutos.
Los más beneficiados son los pájaros que permanecen invisibles, camuflados entre las hojas mientras dan cuenta de las pequeñas esferas amarillas. El único indicio de su presencia es el canto bullicioso con el que acompañan el festín agridulce.

La oficina del parque (Medellín, Colombia)


Negocios de todo tipo se realizan, a cualquier hora, en las grandes ciudades donde se deciden los destinos de millones de personas.
Este hombre cuya oficina se encuentra al lado de un prado en un parque, asesora asuntos de los que quizá nadie tenga noticia. Tal vez por eso no se preocupa por la falta de clientela. Tarde o temprano alguien llegará con la pregunta que él y sólo él tiene la autoridad para responder.

Un sábado en Junín (Medellín, Colombia)


¿Qué es lo que quiere la niña…?
Nadie parece saberlo. Su mano señala hacia un lugar fuera de la imagen. Tal vez sea algo invisible porque nadie mira hacia donde estira el brazo, ni siquiera la miran a ella.
Como sucede casi siempre su deseo se extraviará entre los otros deseos, expresados u ocultos, que se mueven alrededor de la gente.

La conquista del espacio (Medellín, Colombia)


Quién sabe qué luchas calladas e imperceptibles habrán tenido que librar estos árboles para impedirle a las tejas cubrir todo el terreno.
A pesar de que aparecen confinados a un área pequeña, es innegable que al menos esta batalla por un lugar donde crecer, la ha ganado la naturaleza.

El reflejo (Medellín, Colombia)


El reflejo de esta escultura cobra vida al vaivén de quienes se mueven detrás del vidrio. Es la gente con su ir y venir, la que hace creer que su movimiento es verdadero y no una mera ilusión.

Lo que queda del día (Medellín, Colombia)



La vista de un árbol sin hojas invita a que se aposente en nuestro espíritu una cierta melancolía. Sin embargo el derroche incontinente que hace el guayacán con sus flores amarillas, siempre le llena a uno el corazón de gozo. No importa que ya se le hayan caído y se vean sus ramas desnudas… el espectáculo de las flores continúa en el piso.

Desde la ventana (Medellín, Colombia)


Enredada en la ventana de una casa en Buenos Aires languidece una planta. Quizá la vista de la ciudad sea su única razón para aferrarse a la vida.

El sonido de Pompeya (Medellín, Colombia)


Los dedos detenidos en el gesto de repetir la música que escucha hacen de esta figura de metal, una de las más interesantes que se pueden encontrar cuando se camina por las calles y parques de esta ciudad.
Aunque uno se pregunta si es una escultura o uno de esos cuerpos que quedaron sepultados en alguna erupción. De todas maneras, ahí está oyendo eternamente un sonido imperceptible, que oídos humanos jamás podrán escuchar.

Blanco azalea (Medellín, Colombia)



Sólo la naturaleza es capaz de producir un blanco tan nítido, que refleje la luz totalmente, como estas flores que prosperan a la entrada de un edificio en el centro de la ciudad. Ni siquiera esa capa de polvillo negro, que cubre todas las superficies expuestas a la contaminación, permanece sobre sus pétalos.

Agua, agua (Medellín, Colombia)


Dicen los que han pasado por desiertos que el calor y la sed hacen ver espejismos a los viajeros. Por fortuna (o no) las fuentes de agua que hay en la ciudad nos evitan pasar por esa experiencia. Sino fuera así, qué de alucinaciones tendríamos a cada momento, imaginando lagos y ríos donde zambullir el ansia de humedad.

La cantante que surgió de un muro (Medellín, Colombia)

Esta ciudad siempre nos asalta los sentidos. A veces se vale del color o de la arquitectura. Esta vez lo ha hecho por medio de Sally Bowles, la cantante del famoso Kit Kat Club.
La imagen maravillosa de Liza Minelli interpreta en silencio para el público de Medellín, desde un muro en la calle Maracaibo, el desgarro emocional de la Alemania de entre guerras.

Ley de gravedad (Medellín, Colombia)

Las ilusiones ópticas tienen de su lado la necesidad que tiene el hombre de cruzarse en su camino con lo maravilloso. Este helecho parece flotar en la atmósfera inmóvil de un antiguo claustro, dedicado hoy a otros menesteres, como muchos de los edificios antiguos y grandes de la ciudad. Pero esas nuevas actividades que se realizan entre sus paredes, no le han podido quitar al aire una cierta quietud que invita a la reflexión, así sea mirando una planta que cuelga de un alambre invisible.

Las paradojas del color (Medellín, Colombia)

En estos días cuando el sol es el protagonista en la ciudad, hasta el gris adquiere luminosidad y calidez; es como si todos los colores que la luz abrillanta lo impregnaran con algo de sus tonalidades.

Ruido (Medellín, Colombia)

Las palabras, ansiosas, se montan unas sobre otras en el afán de capturar la atención del transeúnte, pero lo único que logran en realidad es que el cerebro mezcle todo en una sola mancha de ruido visual y haga caso omiso al mensaje urgente que se le quiere transmitir.

Sed (Medellín, Colombia)

Bajo un sol abrasador (como describen en las novelas al sol de los desiertos), las ramas resecas de un árbol se estiran hacia el cielo como pidiendo clemencia o buscando una nube que anuncie la lluvia. Pero no hay nubes a la vista y el azul del cielo es tan brillante y nítido, que hasta hiere los ojos de quien se atreve a mirarlo fijamente.

Las huellas del oficio (Medellín, Colombia)

En la superficie de un andén, por donde pasa “todo el mundo”, se puede ver el bajo relieve de las herramientas con las que miles de personas en la ciudad se ganan la vida.
No se conocen las motivaciones de quien decidió marcar este bloque de cemento, tal vez pretendía combatir el paso del tiempo, como los viajeros que escriben su nombre en la superficie de las pirámides o tal vez todo se reduzca a una simple estrategia publicitaria, de la peluquería que queda justo enfrente.

El color de la repetición (Medellín, Colombia)



En esta calle, que debería ser declarada patrimonio histórico de la ciudad, la gente valora tanto la belleza del conjunto que forman las fachadas de sus casas, que no les han cambiado el aspecto desde su construcción, hace décadas. La armonía es tal, que parece que un diseñador hubiera definido la combinación de colores, para resaltar el efecto que produce la repetición de su arquitectura.

Caballito... caballito rojo (Medellín, Colombia)

En un pequeñísimo prado de Manrique descansa solitario un caballito de juguete, y mientras lo hace sueña con las grandes cabalgatas, que siempre acompañan las aventuras más apasionantes, en las que ha participado de las riendas de tantos niños.

Nubes y estrellas (Medellín, Colombia)

En el tradicional punto de la Avenida Oriental con La Playa una muñeca que flota sobre un colchón de nubes y estrellas saluda a los medellinenses y a todos los visitantes.
Desde noviembre se empieza a armar la figura principal del alumbrado del centro. El espíritu de los que pasan por este lugar, comienza a aligerarse con la expectativa de un mes que, para casi todo el mundo, está asociado con la maravilla de la luz y la esperanza.

Verde mandarín (Medellín, Colombia)

Los edificios también pueden volver a sus orígenes; esta vieja edificación recientemente restaurada e iluminada de verde, funcionó durante mucho tiempo como un colegio para niñas después de haber pertenecido a la Universidad de Antioquia. Hoy ha vuelto a su vocación de claustro del Alma Mater. Pero en sus corredores ya no se oyen los argumentos de los estudiantes de derecho, sino los balbuceos incomprensibles de quienes se adentran en el laberinto chino del idioma mandarín.

Desafío a la realidad (Medellín, Colombia)

El hombre que se desliza frente a las paredes del edificio, es aparentemente uno de los encargados del aseo. Aunque no se sabe si es eso lo que hace en realidad: es posible que las figuras que se adivinan detrás de lo que parece vidrio, sean el resultado de su pintura y que los dos objetos a su lado sean algo más que simples baldes, tal vez son dos aparatos que le permiten desafiar la gravedad… y la realidad.

Pepito (Medellín, Colombia)

Durante unas semanas este marranito estuvo en el mostrador del lugar donde se toma el mejor café en Medellín. Fiel a la fama de omnívoros de los de su especie, recibía monedas y billetes de todas las denominaciones y de cualquier divisa.
Hace mucho tiempo que Pepito fue reemplazado, pero el sabor del tinto que hacen allí no cambia.

El ojo de metal (Medellín, Colombia)

Una de las tantas esculturas que se aparecen en las esquinas o en los andenes de esta ciudad, se convierte en un filtro para ver la realidad de otra manera.

Medellín en blanco y negro