Las teorías y las historias que se han escrito a lo largo del tiempo sobre fantasmas tienen un elemento en común: el lugar donde aparecen. Donde la gente asegura haberlos visto, es un lugar viejo, lleno de tradición que ha sido habitado por numerosas generaciones. Sin embargo en este edificio, construido recientemente, se perfilan en la ventana de un balcón siluetas de mujeres vestidas como solían hacerlo en otras épocas; hace tanto tiempo que ya no queda nadie vivo que las recuerde.
Deben ser los espectros de gente que vivió en la casa que fue demolida para construir el nuevo edificio.
Por alguna razón estas entidades en particular prefieren las alturas a la atmósfera cercana a la tierra donde tuvieron que permanecer antes de que la vieja casa desapareciera.
Claro que también caben explicaciones más prosaicas, menos románticas. Como una que se esbozó, a la ligera, en una conversación sobre este tema. Alguien afirmó que las siluetas percibidas a través del vidrio debían pertenecer a unos maniquíes. Con toda seguridad en este lugar debía vivir una diseñadora o una costurera que haría vestidos para quinceañeras.
Sobra decir que la primera versión es más seductora que la segunda, aunque se llegue a comprobar que es ésta y no la otra la verdadera.