A falta de serpientes estos músicos de la calle se han dedicado a encantar palmeras.
Deben ser ellos quienes se han dado a la tarea de hacer crecer las que aparecieron de un momento a otro, altas y cimbreantes, por toda la ciudad.
Tal vez la razón de ese fenómeno sean estos músicos que en vez de encantar a la gente o a las serpientes, como los legendarios personajes de la India o Marrakech que adormecen cobras y hasta se dejan morder por ellas, encantan árboles.
Aquí, la música de estos taumaturgos locales se dedica a menesteres más loables y ecológicos, aunque la gente los ignore y hasta les impida la entrada a determinados lugares. Quizá por que allí adentro no hay palmeras que encantar o porque las melodías que les gustan a las plantas no son precisamente las que más les llaman la atención a los clientes de este lugar en particular.
De todas maneras descubrimos, oyendo la música que interpretaban y que hacía mecer el tronco de esta palma, que a nosotros también nos gustaba el sonido que se sobrepuso por un momento al ruido de la gente a su paso por Junín.
Por las noches las hemos oido susurrar esas melodías que escuchamos en el día.
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