Atrapados (Medellín, Colombia)

El encanto de las flores está fuera de toda discusión y atrapa el interés de la gente, sobre todo en una ciudad que se precia de engalanarse con ellas todo el año.
Las flores seducen a personas y animales por diferentes razones: a los seres humanos por su belleza y a los animales por la posibilidad de alimentarse. Pero a veces las flores pueden tener un lado amargo, pueden convertirse en una trampa.
Al parecer no todas las flores son tan fáciles de polinizar como las rosas o las margaritas. Esta flor blanca de un carbonero le dificulta su tarea a las abejas.
Las que se atreven a internarse entre sus filamentos corren el riesgo de quedar atrapadas.
Otro drama que se suma a todos los que se escenifican diariamente por la supervivencia en este valle; tanto entre los grandes como entre los pequeños.

El silencio de las campanas (Medellín, Colombia)

Hubo un tiempo en que las campanas anunciaban celebraciones o desastres. Un tiempo en el que su canto convocaba. Un tiempo en el que en el tañer de los bronces se podía identificar la alegría, la tristeza o la solemnidad; y en su doblar la muerte.
Hoy, en esta ciudad, las campanas han cedido su voz a los parlantes. Sólo queda de ellas una imagen quieta en lo alto de algunas iglesias. Un recuerdo detenido en la memoria de quienes hasta las identificaron por su timbre.
Hoy la gente pasa frente a los templos, donde permanecen inmóviles y en silencio como una huella de una época casi olvidada, sin percatarse de que tal vez en su corta vida nunca han oído su sonido claro y distinto.
Sin arrebatos. Sin echarse al vuelo, las campanas se adentraron suavemente en el pasado.

Una escena dominical

 Bajo la tutela de una escultura alusiva a los legendarios silleteros se desarrolla una escena que, con algunas variantes, debe repetirse todos los domingos en este pequeño parque. Las infaltables comadres se ponen al día mientras un sol parco les permite, como a los compradores de baratijas, regodearse con el buen clima en una zona de la ciudad generalmente fría. Artesanos de todas las condiciones ofrecen sus mercancías mientras alrededor de la placita la gente que recién sale de misa se dirige a sus casas o a los restaurantes aledaños y personajes de trazas diferentes van y vienen dando un color especial al lugar.
Un domingo apacible en un corregimiento de la ciudad que cada vez se convierte en destino de turistas locales y hasta foráneos. Quizá porque la tranquilidad se ha vuelto un lujo en una ciudad donde el ruido y la velocidad dominan la cotidianidad de todo el mundo.

Seguridad (Medellín,Colombia)

En esta ciudad que históricamente se ha dedicado al comercio se vende y se compra de todo. Hasta la basura se ha convertido en un negocio, alimentado por los recicladores que recorren las calles de la ciudad recogiendo y comprando, a veces, por precios irrisorios cosas que ya no sirven. Ha alcanzado tal magnitud que ya necesita ser vigilado por cámaras de vídeo como los grandes centros comerciales.
La corriente inagotable de basura que produce nuestro tiempo termina en lugares como éste donde se vende o se cambia por objetos igualmente desechados. Y aunque parezca improbable son muchos los que caminan por este laberinto con la mirada atenta, prestos a rescatar algún objeto que satisfaga alguna necesidad y por qué no hasta un anhelo largamente acariciado.
Los curiosos, los posibles clientes, transitan por allí con la seguridad de que mientras permanezcan en esta zona serán observados atentamente; aunque eso no les garantice que saldrán indemnes de un lugar que se rige por otras leyes.

Concentración y acción (Medellín, Colombia)

Lanzarse al vacío así debe ser una sensación alucinante. Implica vencer uno de los temores atávicos de los seres humanos: caer.
Es negarle importancia a la información que llega al cerebro. Es desafiar conscientemente una de las leyes primordiales de la física.
Pero para estos atletas es un ejercicio tan cotidiano, tan sencillo como lo es para la mayoría de las personas de esta ciudad coger el metro o utilizar una escalera eléctrica.
Ellos confían en el abrazo de la masa de agua que los espera, pero aun así sus movimientos deben ser de una precisión milimétrica. Gracias a la habilidad con que ejecuten esos movimientos, tan repetidos que se han convertido en parte de su cuerpo como los gestos de su cara o su manera de caminar, es posible realizar unos saltos que para otros resultarían imposibles.

¿Para dónde se van los lectores? (Medellín, Colombia)

Así se veía la sede principal de la Biblioteca pública piloto para América Latina en septiembre del 2015, días antes de ser cerrada debido a unos arreglos estructurales que se le iban a hacer al edificio, según la versión oficial.
Ya se habían empezado a empacar los libros y tal vez porque se esperaba su cierre temporal, apenas si se veía uno que otro lector desprevenido.
Más de un año después este lugar sigue cerrado. Quizá pasará mucho tiempo antes de que los pocos lectores que aún insisten en frecuentar los interiores de las bibliotecas puedan volver a entrar a este recinto o a otros similares.

Luz de agosto (Medellín, Colombia)

Como en todas las grandes ciudades del mundo hay aquí lugares como éste donde la naturaleza brinda refugio a quienes sienten la necesidad del aislamiento para dedicarse a la difícil tarea de la introspección.
Aunque la profusión de artilugios que ofrece la tecnología parece aislar cada vez más a las personas, pocos sucedáneos sirven de reemplazo a un parque cuando la soledad se hace necesaria.

Vistas (Medellín, Colombia)

Esta es una ciudad que no se ve completamente desde ningún punto de su geografía. Construida en un valle sinuoso y estrecho siempre tendrá lugares que se escapen a nuestra mirada.
Sin embargo hay dos sectores de la ciudad que se han mirado desde antes de que existiera algún asentamiento en este valle: Oriente y occidente se contemplan desde las laderas observando sus diferencias geográficas. Pero las construcciones que lentamente han invadido las pendientes del norte de la ciudad se han encargado de borrar las diferencias pintando de un ocre uniforme las laderas que otrora ostentaban un sinnúmero de tonalidades verdes.
Un urbanismo descontrolado ha llevado a la invasión de unas montañas que en ocasiones ofrecen poca seguridad a sus habitantes; aunque para quienes habitan estos barrios vivir en las alturas quizá tenga el atractivo insuperable de ver una parte alejada de la ciudad desde las calles y las terrazas, así se tenga que pagar el precio de desplazarse lentamente por esas cuestas empinadas que exigen un buen estado físico y un sinnúmero de descansos al desplazarse por ellas.

Mundo flotante (Medellín, Colombia)

En esta realidad que a veces se presenta tan escabrosa y hostil es bueno descubrir imágenes como ésta que de inmediato nos remiten a las manifestaciones del arte o de la historia o de la literatura.
La primera idea que se viene a la mente es que esta bicicleta podría haber sido la que inspiró al dadaísta Marcel Duchamp para proponer uno de sus objetos artísticos.
O tal vez nos recuerde El ukiyo (mundo flotante) desarrollado durante el período Edo en el barrio Yoshiwara (1617) de Tokio, Japón. Una época donde se vivía "sólo para el momento (…) simplemente flotando, indiferente a la perspectiva de la pobreza inminente, optimista y despreocupado…”

Danza de los mirlitones o Danza de las flores (Medellín, Colombia)

Es un hecho conocido por todos que uno de los temas en los que se ha inspirado el arte, desde siempre, ha sido la belleza de las flores. Seduce tanto su forma y su colorido que hasta en la música se puede percibir su influencia. Baste recordar la danza de los mirlitones, recreada por Walt Disney en su película Fantasía y que forma parte del famoso ballet Cascanueces de Piotr Ilich Chaikovski; uno de los más representados en el mundo, especialmente en la época de Navidad.
En la exposición de orquídeas que se realiza anualmente en la ciudad encontramos este año, entre tantas variedades, ésta cuyas flores se asemejan a una troupe de bailarinas detenidas en el momento de ejecutar un paso de danza. La similitud con una escena de ballet es indudable.

Pabellón Medellín (Medellín, Colombia)

En el centro de exposiciones Plaza Mayor se presentan de manera constante infinidad de facetas de la ciudad, de Colombia y del mundo. Este lugar que empezó como Centro de Exposiciones se ha expandido tanto en el área que ocupa como en la importancia que tiene para la ciudad. Cada exposición, cada evento, feria o convención es una oportunidad que se tiene de acercarse a un aspecto de la actividad humana de una manera más amplia.
Por eso capta tanto la atención esta valla que es toda una promesa de la variedad y complejidad de lo que representa para el mundo esta ciudad que cambia incesantemente.

Una libélula en la ciudad (Medellín, Colombia)

En esta época es muy poco probable encontrarse una libélula en una ciudad. Pero todavía es más improbable tener la cámara a la mano y poder robarle al azar una imagen que apenas dura un instante en la retina.
Estas libélulas que otrora abundaban en los jardines han sido relegadas como tantas otras cosas al campo o si acaso a las tierras de cercanías. Sin embargo como las abejas o los colibríes, que a veces aparecen libando en las flores que permanecen por ahí en cualquier patio, las libélulas también se aparecen, de vez en cuando, para que un observador un poco atento dé cuenta de su persistencia en esa otra realidad citadina que no por diminuta deja de ser menos impactante y hermosa.

Torres de teatro (Medellín, Colombia)

La sobriedad del Teatro Metropolitano tal vez justifique que para la ciudad este edificio no sea un hito de su arquitectura. O tal vez la razón se encuentre en el lugar donde fue construido: un rincón alejado de las rutas más frecuentadas por los medellinenses. O será que es un edificio cuyo aspecto parece excluyente, encerrado en sí mismo. Es como si hubiese sido construido para no llamar la atención sobre lo que allí se desarrolla.
El teatro emblemático de una ciudad no debería tener el aspecto de un club privado.
Por eso muchos de los que tuvieron la fortuna de conocer el Teatro Junín afirman que esta ciudad nunca podrá lamentar suficientemente la pérdida de un edificio que, mientras existió, estuvo cerca del corazón de todos los que habitaron esta Villa y tuvieron el placer de frecuentarlo y admirar su arquitectura.

Una pausa (Medellín, Colombia)

Empiezan a verse con frecuencia en esta ciudad los paseadores de perros que ejercen sus habilidades para limar asperezas y satisfacer el ansia de la calle que aqueja a la mayoría de los perros. A falta de tiempo sus dueños han optado por permitir que sus mascotas recuperen el instinto gregario y salgan en pequeñas manadas, no ya para cazar animales sino para cazar novedades.
Cualquier disculpa es buena cuando se trata de romper la rutina. Diariamente recorren las mismas calles en la misma compañía. Ya se conocen y no causan mayores problemas a quien los conduce. Pero no deja de ser bienvenida cualquier alteración. Un momento de descanso para el cuerpo aunque la curiosidad no cesa.

La mirada del camaleón (Medellín, Colombia)

El ojo atento del camaleón no deja de observar mientras el visitante lo mira desde la seguridad que ofrece un vidrio de protección, satisfecho de poder acercarse a un animal cuyo hábitat original se encuentra en la lejana y misteriosa África.
Para los habitantes de las ciudades tanto los zoológicos como los acuarios son la única opción de ver animales que en su mentalidad citadina representan las regiones exóticas que quizá nunca lleguen a visitar.
Los zoológicos y los acuarios tratan cada vez más de recrear el entorno real del que fueron sustraídos los animales. Sin embargo no dejará de ser extraño, al menos para el animal, permanecer todo el tiempo en un lugar completamente cerrado, con el clima bajo un control estricto, donde las únicas novedades están representadas en los seres que pasan frente a él.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Tal vez para la realidad del camaleón quien lo mira es el mismo, que cambia de aspecto y de colores, así como él.

El nuevo tranvía (Medellín, Colombia)

El paso del tranvía todavía es una novedad para los habitantes de esta ciudad, aunque ya estén acostumbrados desde hace algunas décadas a vivir en la única ciudad de este país que tiene Metro.
Edificios nuevos y antiguos ven pasar suavemente este vehículo que en nada se parece a los viejos tranvías que transportaron a varias generaciones de medellinenses.
En su recorrido aún se encuentra con la mirada de asombro de los transeúntes que recuerdan la vieja calle atestada de personas, de carros y de buses. Ahora la calle que remonta la pendiente en dirección a Buenos Aires, es un espacio amplio que se puede recorrer sin prisas y sin sobresaltos, donde el sonido leve de la campana del tranvía despierta reminiscencias en el inconsciente colectivo.

Autopistas (Medellín, Colombia)

Las carreteras y las autopistas en cualquier parte del mundo evocan cambios en la vida tal como las adivinas en las ferias anuncian viajes o futuros prometedores.
Dependiendo del estado de ánimo pueden verse como el camino al futuro o como un regreso al pasado. Pero siempre sugieren alteraciones en la rutina: definitivas o pasajeras.
Por esta autopista salen viajeros constantemente. Algunos volverán en poco tiempo o dentro de tantos años que apenas reconocerán el lugar que dejaron.
Otros quizá no vuelvan pero siempre atesorarán en su memoria la imagen de una persona, de un rincón, de una esquina que marcará sus vidas en cualquier lugar donde vivan y donde la nostalgia les hará recordar esta ciudad que a nadie que la conozca deja indiferente.

"Raspao" (Medellín, Colombia)

Entre las costumbres que han acompañado a muchas generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.

Expresiones (Medellín, Colombia)

Un estudio de las expresiones humanas puede verse de manera patente en los rostros de los niños.
En cualquier actividad que los reúna nada les impide soltarse y demostrar las emociones que los mueven en determinado momento.
Es como si el entorno, el espacio donde viven, estuviera siempre en segundo plano.

Lirio blanco de la estrella (Medellín, Colombia)

Acostumbrados a los lirios sencillos, esos que otrora simbolizaron a la corona francesa, nos sorprende saber que éste también pertenece a la extensa familia de la flor de lis.
Debió pertenecer a alguna casa real desconocida y de la que ya nadie guarda memoria. Hasta podríamos decir que pudo ser el símbolo de los aburraes, esos primitivos e ignotos habitantes de este valle.
Por ahora sólo sabemos que esta planta crece en un jardín al borde de una calle y que parece haberse adaptado fácilmente a las difíciles condiciones que esta ciudad le impone a todos los seres que tienen que vivir en ella.
Una ciudad que aunque se la llame de la eterna primavera es bastante exigente con la flora que permite crecer en sus montañas.

Una pared vieja (Medellín, Colombia)

Entre tanto concreto y adobe surgen de vez en cuando los vestigios de la ciudad vieja, historiada. Paredones de tapia que marcaron otros ámbitos, diseñados para otros habitantes con necesidades distintas a las nuestras son descubiertos a veces por los observadores consuetudinarios del lugar donde viven.
Hoy esas paredes son mancilladas como tantas otras en la ciudad por el trazo furtivo de las consignas y toda clase de manifestaciones infligidas por seres anónimos que quieren dejar constancia de su paso. Pero la indiferencia de los transeúntes les niega hasta ese reconocimiento.
Las paredes continuarán imperturbables por mucho tiempo, separando lugares y marcando rumbos. Las marcas que les deja el tiempo no las afecta, más bien las ennoblece.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...