Espontáneamente la naturaleza logra la sutileza, riqueza y profundidad que alcanzan los grandes maestros en esta disciplina después de mucho tiempo. Hasta los japoneses, expertos en el ya centenario arte de los arreglos florales,
admirarían las composiciones que pueden verse en esta ciudad a cada momento,
donde sólo hay que tener la mirada atenta para encontrarlas en cualquier jardín.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
Atrapados (Medellín, Colombia)
El encanto de las flores está fuera de toda
discusión y atrapa el interés de la gente, sobre todo en una ciudad que se
precia de engalanarse con ellas todo el año.
Las flores seducen a personas y animales por
diferentes razones: a los seres humanos por su belleza y a los animales por la
posibilidad de alimentarse. Pero a veces las flores pueden tener un lado amargo,
pueden convertirse en una trampa.
Al parecer no todas las flores son tan fáciles de
polinizar como las rosas o las margaritas. Esta flor blanca de un carbonero le
dificulta su tarea a las abejas.
Las que se atreven a internarse entre sus
filamentos corren el riesgo de quedar atrapadas.
Otro
drama que se suma a todos los que se escenifican diariamente por la supervivencia en este valle; tanto entre los grandes como entre los pequeños.
El silencio de las campanas (Medellín, Colombia)
Hubo un tiempo en que las campanas anunciaban
celebraciones o desastres. Un tiempo en el que su canto convocaba. Un tiempo en
el que en el tañer de los bronces se podía identificar la alegría, la tristeza o
la solemnidad; y en su doblar la muerte.
Hoy, en esta ciudad, las campanas han cedido su voz
a los parlantes. Sólo queda de ellas una imagen quieta en lo alto de algunas
iglesias. Un recuerdo detenido en la memoria de quienes hasta las identificaron
por su timbre.
Hoy la gente pasa frente a los templos, donde permanecen inmóviles y en silencio como una huella de una época casi olvidada, sin percatarse
de que tal vez en su corta vida nunca han oído su sonido claro y distinto.
Sin
arrebatos. Sin echarse al vuelo, las campanas se adentraron suavemente en el
pasado.
Una escena dominical
Bajo la tutela de una escultura alusiva a los
legendarios silleteros se desarrolla una escena que, con algunas variantes,
debe repetirse todos los domingos en este pequeño parque. Las infaltables
comadres se ponen al día mientras un sol parco les permite, como a los
compradores de baratijas, regodearse con el buen clima en una zona de la ciudad
generalmente fría. Artesanos de todas las condiciones ofrecen sus mercancías
mientras alrededor de la placita la gente que recién sale de misa se dirige a
sus casas o a los restaurantes aledaños y personajes de trazas diferentes van y
vienen dando un color especial al lugar.
Un
domingo apacible en un corregimiento de la ciudad que cada vez se convierte en
destino de turistas locales y hasta foráneos. Quizá porque la tranquilidad se
ha vuelto un lujo en una ciudad donde el ruido y la velocidad dominan la
cotidianidad de todo el mundo.
Seguridad (Medellín,Colombia)
En esta ciudad que históricamente se ha dedicado al
comercio se vende y se compra de todo. Hasta la basura se ha convertido en un
negocio, alimentado por los recicladores que recorren las calles de la ciudad
recogiendo y comprando, a veces, por precios irrisorios cosas que ya no sirven.
Ha alcanzado tal magnitud que ya necesita ser vigilado por cámaras de vídeo
como los grandes centros comerciales.
La corriente inagotable de basura que produce
nuestro tiempo termina en lugares como éste donde se vende o se cambia por
objetos igualmente desechados. Y aunque parezca improbable son muchos los que
caminan por este laberinto con la mirada atenta, prestos a rescatar algún
objeto que satisfaga alguna necesidad y por qué no hasta un anhelo largamente
acariciado.
Los curiosos, los posibles clientes, transitan por
allí con la seguridad de que mientras permanezcan en esta zona serán observados
atentamente; aunque eso no les garantice que saldrán indemnes de un lugar que
se rige por otras leyes.
Concentración y acción (Medellín, Colombia)
Lanzarse al vacío así debe ser una sensación
alucinante. Implica vencer uno de los temores atávicos de los seres humanos:
caer.
Es negarle importancia a la información que llega
al cerebro. Es desafiar conscientemente una de las leyes primordiales de la
física.
Pero para estos atletas es un ejercicio tan
cotidiano, tan sencillo como lo es para la mayoría de las personas de esta
ciudad coger el metro o utilizar una escalera eléctrica.
Ellos
confían en el abrazo de la masa de agua que los espera, pero aun así sus
movimientos deben ser de una precisión milimétrica. Gracias a la habilidad con
que ejecuten esos movimientos, tan repetidos que se han convertido en parte de
su cuerpo como los gestos de su cara o su manera de caminar, es posible realizar
unos saltos que para otros resultarían imposibles.
¿Para dónde se van los lectores? (Medellín, Colombia)
Así se veía la sede principal de la Biblioteca
pública piloto para América Latina en septiembre del 2015, días antes de
ser cerrada debido a unos arreglos estructurales que se le iban a hacer al edificio,
según la versión oficial.
Ya se habían empezado a empacar los libros y
tal vez porque se esperaba su cierre temporal, apenas si se veía uno que otro
lector desprevenido.
Más de un año después
este lugar sigue cerrado. Quizá pasará mucho tiempo antes de que los pocos lectores
que aún insisten en frecuentar los interiores de las bibliotecas puedan volver
a entrar a este recinto o a otros similares.
Luz de agosto (Medellín, Colombia)
Como en todas las grandes ciudades del mundo
hay aquí lugares como éste donde la naturaleza brinda refugio a quienes sienten
la necesidad del aislamiento para dedicarse a la difícil tarea de la introspección.
Aunque la profusión
de artilugios que ofrece la tecnología parece aislar cada vez más a las
personas, pocos sucedáneos sirven de reemplazo a un parque cuando la soledad se
hace necesaria.
Vistas (Medellín, Colombia)
Esta es una ciudad que no se ve completamente
desde ningún punto de su geografía. Construida en un valle sinuoso y estrecho siempre
tendrá lugares que se escapen a nuestra mirada.
Sin embargo hay dos sectores de la ciudad que
se han mirado desde antes de que existiera algún asentamiento en este valle: Oriente
y occidente se contemplan desde las laderas observando sus diferencias geográficas.
Pero las construcciones que lentamente han invadido las pendientes del norte de
la ciudad se han encargado de borrar las diferencias pintando de un ocre uniforme
las laderas que otrora ostentaban un sinnúmero de tonalidades verdes.
Un urbanismo descontrolado
ha llevado a la invasión de unas montañas que en ocasiones ofrecen poca
seguridad a sus habitantes; aunque para quienes habitan estos barrios vivir en las
alturas quizá tenga el atractivo insuperable de ver una parte alejada de la ciudad
desde las calles y las terrazas, así se tenga que pagar el precio de desplazarse
lentamente por esas cuestas empinadas que exigen un buen estado físico y un sinnúmero
de descansos al desplazarse por ellas.
Mundo flotante (Medellín, Colombia)
En esta realidad que a veces se presenta tan escabrosa
y hostil es bueno descubrir imágenes como ésta que de inmediato nos remiten a las
manifestaciones del arte o de la historia o de la literatura.
La primera idea que se viene a la mente es que esta bicicleta podría haber sido la que inspiró al dadaísta Marcel Duchamp para proponer uno de sus objetos artísticos.
La primera idea que se viene a la mente es que esta bicicleta podría haber sido la que inspiró al dadaísta Marcel Duchamp para proponer uno de sus objetos artísticos.
O tal vez nos
recuerde El ukiyo (mundo flotante) desarrollado durante el período Edo en
el barrio Yoshiwara (1617) de Tokio, Japón. Una época donde se vivía "sólo para el momento
(…) simplemente flotando, indiferente a la perspectiva de la pobreza
inminente, optimista y despreocupado…”
Danza de los mirlitones o Danza de las flores (Medellín, Colombia)
Es un hecho conocido por todos que uno de los
temas en los que se ha inspirado el arte, desde siempre, ha sido la belleza de
las flores. Seduce tanto su forma y su colorido que hasta en la música se puede
percibir su influencia. Baste recordar la danza de los mirlitones, recreada por
Walt Disney en su película Fantasía y que forma parte del famoso ballet
Cascanueces de Piotr Ilich Chaikovski; uno de los más representados en el mundo,
especialmente en la época de Navidad.
En la exposición de
orquídeas que se realiza anualmente en la ciudad encontramos este año, entre
tantas variedades, ésta cuyas flores se asemejan a una troupe de bailarinas detenidas
en el momento de ejecutar un paso de danza. La similitud con una escena de
ballet es indudable.
Pabellón Medellín (Medellín, Colombia)
En el centro de exposiciones Plaza Mayor se presentan
de manera constante infinidad de facetas de la ciudad, de Colombia y del mundo.
Este lugar que empezó como Centro de Exposiciones se ha expandido tanto en el área
que ocupa como en la importancia que tiene para la ciudad. Cada exposición, cada
evento, feria o convención es una oportunidad que se tiene de acercarse a un aspecto
de la actividad humana de una manera más amplia.
Por eso capta tanto
la atención esta valla que es toda una promesa de la variedad y complejidad de
lo que representa para el mundo esta ciudad que cambia incesantemente.
Una libélula en la ciudad (Medellín, Colombia)
En esta época es muy poco probable encontrarse
una libélula en una ciudad. Pero todavía es más improbable tener la cámara a la mano y
poder robarle al azar una imagen que apenas dura un instante en la retina.
Estas libélulas que
otrora abundaban en los jardines han sido relegadas como tantas otras cosas al
campo o si acaso a las tierras de cercanías. Sin embargo como las abejas o los
colibríes, que a veces aparecen libando en las flores que permanecen por ahí en
cualquier patio, las libélulas también se aparecen, de vez en cuando, para que
un observador un poco atento dé cuenta de su persistencia en esa otra realidad citadina
que no por diminuta deja de ser menos impactante y hermosa.
Torres de teatro (Medellín, Colombia)
La sobriedad del Teatro Metropolitano tal vez justifique
que para la ciudad este edificio no sea un hito de su arquitectura. O tal vez
la razón se encuentre en el lugar donde fue construido: un rincón alejado de
las rutas más frecuentadas por los medellinenses. O será que es un edificio cuyo
aspecto parece excluyente, encerrado en sí mismo. Es como si hubiese sido construido
para no llamar la atención sobre lo que allí se desarrolla.
El teatro emblemático de una ciudad no debería
tener el aspecto de un club privado.
Por eso muchos de los
que tuvieron la fortuna de conocer el Teatro Junín afirman que esta ciudad
nunca podrá lamentar suficientemente la pérdida de un edificio que, mientras existió, estuvo cerca del corazón de todos los que habitaron esta Villa y tuvieron el
placer de frecuentarlo y admirar su arquitectura.
Una pausa (Medellín, Colombia)
Empiezan a verse con frecuencia en esta ciudad
los paseadores de perros que ejercen sus habilidades para limar asperezas y satisfacer
el ansia de la calle que aqueja a la mayoría de los perros. A falta de tiempo sus
dueños han optado por permitir que sus mascotas recuperen el instinto gregario
y salgan en pequeñas manadas, no ya para cazar animales sino para cazar
novedades.
Cualquier disculpa
es buena cuando se trata de romper la rutina. Diariamente recorren las mismas calles
en la misma compañía. Ya se conocen y no causan mayores problemas a quien los
conduce. Pero no deja de ser bienvenida cualquier alteración. Un momento de descanso
para el cuerpo aunque la curiosidad no cesa.
La mirada del camaleón (Medellín, Colombia)
El ojo atento del camaleón no deja de observar
mientras el visitante lo mira desde la seguridad que ofrece un vidrio de
protección, satisfecho de poder acercarse a un animal cuyo hábitat original se
encuentra en la lejana y misteriosa África.
Para los habitantes de las ciudades tanto los
zoológicos como los acuarios son la única opción de ver animales que en su
mentalidad citadina representan las regiones exóticas que quizá nunca lleguen a
visitar.
Los zoológicos y los acuarios tratan cada vez
más de recrear el entorno real del que fueron sustraídos los animales. Sin embargo no dejará de ser extraño, al menos
para el animal, permanecer todo el tiempo en un lugar completamente cerrado, con
el clima bajo un control estricto, donde las únicas novedades están representadas
en los seres que pasan frente a él.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Tal vez para la
realidad del camaleón quien lo mira es el mismo, que cambia de aspecto y de
colores, así como él.
El nuevo tranvía (Medellín, Colombia)
El paso del tranvía todavía es una novedad para
los habitantes de esta ciudad, aunque ya estén acostumbrados desde hace algunas décadas a
vivir en la única ciudad de este país que tiene Metro.
Edificios nuevos y antiguos ven pasar suavemente este vehículo
que en nada se parece a los viejos tranvías que transportaron a varias
generaciones de medellinenses.
En su recorrido aún se encuentra con la
mirada de asombro de los transeúntes que recuerdan la vieja calle atestada de
personas, de carros y de buses. Ahora la calle que remonta
la pendiente en dirección a Buenos Aires, es un espacio amplio que se puede recorrer
sin prisas y sin sobresaltos, donde el sonido leve de la campana del tranvía despierta reminiscencias en el inconsciente colectivo.
Autopistas (Medellín, Colombia)
Las carreteras y las autopistas en cualquier
parte del mundo evocan cambios en la vida tal como las adivinas en las ferias anuncian viajes o futuros prometedores.
Dependiendo del estado de ánimo pueden verse como
el camino al futuro o como un regreso al pasado. Pero siempre sugieren alteraciones
en la rutina: definitivas o pasajeras.
Por esta autopista salen viajeros constantemente.
Algunos volverán en poco tiempo o dentro de tantos años que apenas reconocerán el lugar que dejaron.
Otros quizá no
vuelvan pero siempre atesorarán en su memoria la imagen de una persona, de un
rincón, de una esquina que marcará sus vidas en cualquier lugar donde vivan y donde
la nostalgia les hará recordar esta ciudad que a nadie que la conozca deja indiferente.
"Raspao" (Medellín, Colombia)
Entre las costumbres que han acompañado a muchas
generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren
las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los
colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como
una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece
como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte
que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que
seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente
con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos
que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.
Expresiones (Medellín, Colombia)
Un estudio de las expresiones humanas puede
verse de manera patente en los rostros de los niños.
En cualquier actividad que los reúna nada les impide
soltarse y demostrar las emociones que los mueven en determinado momento.
Es como si el entorno,
el espacio donde viven, estuviera siempre en segundo plano.
Lirio blanco de la estrella (Medellín, Colombia)
Acostumbrados a los lirios sencillos, esos que otrora simbolizaron a la corona francesa, nos sorprende saber que éste también pertenece a la extensa familia de la flor de lis.
Debió pertenecer a alguna casa real desconocida y de la que ya nadie guarda memoria. Hasta podríamos decir que pudo ser el símbolo de los aburraes, esos primitivos e ignotos habitantes de este valle.
Por ahora sólo sabemos que esta planta crece
en un jardín al borde de una calle y que parece haberse adaptado fácilmente a las difíciles condiciones que esta ciudad le impone a todos los seres que tienen que vivir en ella.
Una ciudad que aunque se la llame de la eterna primavera es bastante exigente con la
flora que permite crecer en sus montañas.
Una pared vieja (Medellín, Colombia)
Entre tanto concreto y adobe surgen de vez en
cuando los vestigios de la ciudad vieja, historiada. Paredones de tapia que marcaron
otros ámbitos, diseñados para otros habitantes con necesidades distintas a las
nuestras son descubiertos a veces por los observadores consuetudinarios del
lugar donde viven.
Hoy esas paredes son mancilladas como tantas
otras en la ciudad por el trazo furtivo de las consignas y toda clase de manifestaciones
infligidas por seres anónimos que quieren dejar constancia de su paso. Pero la
indiferencia de los transeúntes les niega hasta ese reconocimiento.
Las paredes
continuarán imperturbables por mucho tiempo, separando lugares y marcando
rumbos. Las marcas que les deja el tiempo no las afecta, más bien las
ennoblece.
Una vista particular (Medellín, Colombia)
Las miradas a la realidad siempre son diferentes,
es una verdad aceptada por casi todos en esta época.
Una de las grandes posibilidades del arte en
cualquiera de sus manifestaciones es permitirle a cada uno de nosotros ver esa
realidad desde el punto de vista de otro ser humano, plasmada en objetos como
este: un andén de madera que se retuerce sobre sí mismo y se convierte en un
ojo por donde se puede ver un sector de la ciudad. Aunque no sea la vista más
espectacular y el objeto por donde se mira se robe la atención.
Tal vez el propósito del creador no fuera dirigir la mirada hacia un lugar sin mayores atractivos, quizá pretendía
contarnos alguna historia sobre los caminos que regresan, propiciar en el
espectador alguna reflexión sobre el eterno retorno tan bien expuesto en la
obra de Friedrich Nietzsche. ¿Quién sabe?
La realidad es que
ahí está en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para quien quiera verlo y
sorprenderse, meditar o mirar a través de él.
Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)
Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación
de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza.
Una de las ventajas de vivir en la zona
tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para
que árboles y plantas crezcan en cualquier parte.
Aunque no se puede negar que en nuestro país
hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad
es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas
donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas.
Infortunadamente hay
lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente
en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se
percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde
predomine el color verde.
Entre sombras (Medellín, Colombia)
No sabemos cuándo nos vamos a transformar en un
elemento más de las múltiples escenas que se suceden continuamente en la ciudad;
justo frente a los ojos de quienes quieran observarla con detenimiento.
Hasta una simple caminata por una plaza puede
convertir a un transeúnte común y corriente en el elemento que contrasta en una
fotografía.
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