Iglesia San José (Medellín, Colombia)





Lejanas están las horas en las que expertos alfareros dieron forma al barro para la construcción de esta bella iglesia. Aunque el deterioro, con el que el tiempo castiga todas las obras humanas, se evidencia en los adobes desgastados, su diseño y factura siguen causando admiración en el observador.

Stairway to heaven (Medellín, Colombia)

Algo tienen las escalas sin final aparente que hacen pensar en el futuro. Parecen hacernos creer que si persistimos en subir, podremos conseguir el cumplimiento de alguna promesa o la revelación de un secreto decisivo para nuestra vida. Algo nos dice que quien logre subir todos los peldaños con paso seguro, o aunque sea con el corazón indeciso, logrará influir en su destino.

El camino de la lectura (Medellín, Colombia)

Algunos empiezan tan temprano el camino de la lectura que ya las suelas de sus zapatos muestran las huellas del desgaste. Lo que no se les desgastará jamás es su capacidad de sentir un placer tan intenso, como el que encontraban cuando sólo leían libros para niños.

Fuente de agua dulce (Medellín, Colombia)

Los colores brillantes de las esferas que flotan en el agua de la fuente, hacen creer al observador que está mirando unos confites gigantes. Sólo quedan unos cuantos y se desconoce a quién están destinados en el remoto caso de que fueran dulces en realidad.
El agua sin embargo es casi seguro que no es salada.

Banderas al viento (Medellín, Colombia)

En una tarde gris, de esas que nos sorprenden a mansalva en esta ciudad, el viento ondea unas banderas, poniendo una pizca de color en el cielo.

Los colores de Palacio (Medellín, Colombia)


Los arcos interiores del viejo Palacio Nacional cambian de color, dependiendo de la luz que atraviesa los paneles transparentes del techo. Como si su arquitectura se hubiera reconciliado con el papel que, en esta ciudad de mercaderes, se le ha asignado a algunas edificaciones restauradas: convertirse en centros comerciales.
El colorido de las mercancías, que en su interior se exhiben, desafía cualquier descripción.

Camino de barrio (Medellín, Colombia)

Sólo la vista del centro y de las montañas lejanas abre la perspectiva de los caminos peatonales angostos, laberínticos y plagados de escalas, de muchos barrios de la ciudad.

Una puerta hacia la luz (Medellín, Colombia)

La mirada apenas se detiene en el hermoso diseño que el hierro le imprime a la imagen de luz y color que quisiéramos aprehender...
Afuera la vida sigue, sin percatarse de la penumbra que habita detrás de tantas puertas.

Edificio Vásquez (Medellín, Colombia)

El asfalto húmedo y el cielo tormentoso enmarcan la belleza escueta de este viejo edificio de adobe, testigo de excepción de la época dorada del barrio Guayaquil.

La número veinticinco (Medellín, Colombia)

Después de hacer sentir su paso por los abismos y valles de Antioquia, la locomotora número veinticinco permanece expuesta, en la estación Cisneros, a los ojos de quienes, sin saberlo, se mueven por una ciudad que le debe muchas de sus características a ese Ferrocarril que continúa rodando en la historia y en la imaginación.

Apacible panorámica (Medellín, Colombia)

Los edificios del centro que vemos pocas veces cuando caminamos con rapidez por sus calles, se agrupan en un sector relativamente pequeño, comparado con el tamaño de la ciudad. A lo lejos las montañas, siempre las montañas, parecen observar con la complacencia de unas viejas parientes, como ha crecido la antigua Villa de la Candelaria.

Última cena (Medellín, Colombia)

En la penumbra de una iglesia este mosaico revive sus colores para los fieles que lo miran de vez en vez, sin reparar en su belleza, en medio de una misa o para el visitante que se pasea a cualquier hora por sus naves, buscando tesoros olvidados.

El más veloz (Medellín, Colombia)

Ser el mamífero más rápido sobre la tierra le tiene sin cuidado al guepardo, en cambio cuando un niño corre a la velocidad del viento se convierte en el ser vivo más veloz del mundo conocido, y eso lo llena de satisfacción.

Oriente (Medellín, Colombia)

Entreverados con las terrazas y los techos los árboles salpican de verde los colores terrosos de las edificaciones. A lo lejos, las montañas presentan ese tono azul desvaído de las historias olvidadas, aunque cada vez más se vea manchado por las construcciones que lentamente van recubriendo toda su superficie.

Buganvilia (Medellín, Colombia)

Veranera o curazao, no importa el nombre, la ciudad se ilumina con sus colores en todo momento, aunque al sol lo oculten las nubes o a la atmósfera la desdibuje la contaminación.

El lugar de la espera (Medellín, Colombia)

Bajo los rieles del metro, en esta estación del centro, mucha gente se detiene y espera. No importa si lo saben o no pero la expectativa los define. Es el lugar de las esperanzas aunque algunos no se las hayan formulado de manera consciente.

Edificio Fabricato (Medellín, Colombia)



Ya pasaron los días en que los transeúntes se paraban a observarlo, tratando de adivinar en su fachada algún indicio de la verdadera historia del llamado crimen de “Posadita”. Ahora es un edificio más del Junín que no desaparece. Los domingos hasta es posible encontrar, alojado en la parte exterior de su entrada principal, un vendedor de libros de segunda. Paradójicamente, pueden verse casi siempre obras de la maestra del suspense Agatha Christie; una reminiscencia velada tal vez, de esa otra historia que conmovió corazones y vendió periódicos por allá en los sesenta.

Viejo farol (Medellín, Colombia)

El atrio que iluminaba este farol no necesita ya de sus servicios. Las lámparas de luz amarillenta reemplazaron su brillo hace muchos años.
Las manos que lo forjaron desaparecieron y sin embargo él sigue custodiando la fachada de una vieja iglesia.

Un edificio con armadura (Medellín, Colombia)

Las paredes cubiertas de placas metálicas le dan a este edificio, asentado en una base de vidrio y concreto, características de fortaleza. La ausencia de ventanas acentúa su hermetismo, tan sólido e inexpugnable, como pudo ser el de las murallas que protegían los castillos en la época de las cruzadas.

Las puertas de la memoria (Medellín, Colombia)

Una cadena simbólica impide la salida a los recuerdos atrapados en el aire mohoso, que se agita lento y suave por entre los cuartos y salones, de esta casa. El diseño de la reja debe contener alguna sabiduría arcana, para impedir la desaparición definitiva de las huellas grabadas en el piso y en las paredes, por sus antiguos habitantes.
A la espera del desmantelamiento definitivo estas puertas permanecerán cerradas, custodiando una memoria ya sin dueños, hasta el día en que lleguen con sus almádanas los demoledores irreverentes.

Mango que te quiero mango (Medellín, Colombia)

Antes, cuando esta ciudad no se había crecido tanto, en los solares de las casas había siempre un árbol de mango, y la gente esperaba pacientemente a que madurara. Después cuando lo tumbaba, o lo cogía o él se caía solo, seguía el ritual de pelarlo y comerse las tajadas de un amarillo requemado en el mismo solar o en el quicio de la puerta, persiguiendo con la lengua golosa los pequeños arroyos que se regaban por entre los dedos.
En esa época uno esperaba a que maduraran. Ahora se vive a tal velocidad que no hay tiempo de esperar, y en lugares tan reducidos que los solares desaparecieron hace años.
Ahora la gente compra los mangos ya pelados y cortados, empacados en bolsas plásticas y distribuidos por toda la ciudad en carros tirados por los vendedores o estacionados en sitios estratégicos.
Pero, aunque se haya perdido la emoción de la espera de ver madurar un mango, la intensidad de su color, su fragancia y su sabor (con o sin sal), no han desaparecido.

Iglesia con jardín (Medellín, Colombia)

Si se juzga por la exhuberancia de la vegetación que lucha por ocultarla, esta iglesia podría estar al borde del abandono. Sin embargo su santo patrón espera con paciencia la llegada de los fieles que aunque sean pocos, justificarán el cuidado que revelan algunas partes del jardín.

Lámpara de plasma (Medellín, Colombia)

Es posible que un mago de los tiempos de la ciencia pueda leer, en el patrón de colores que se agita en el interior de esta esfera, el pasado o el futuro de quien la toca. En cambio para el observador casual no dejará de ser un artilugio más, dedicado al juego o a la decoración.

Flores y flores (Medellín, Colombia)


En los barrios de esta ciudad, desde un balcón o desde un jardín, las flores pueden robarse la atención de los transeúntes. Una tarea difícil, pues la capacidad de observar la maravilla de la naturaleza, tiende a adormecerse a causa de la uniformidad que parece ser la característica principal de las ciudades modernas.

San Alejo (Medellín, Colombia)




Como cada primer sábado del mes, en estos comienzos de octubre se reunieron artesanos y visitantes en el parque Bolívar, para llevar a cabo el ritual de comprar y vender objetos que seducen por su belleza u originalidad.
Los techos de los toldos junto con las mercancías y los atuendos de la gente le pusieron color a una tarde gris.

Ojo a la naturaleza (Medellín, Colombia)

La vegetación se mira a si misma y nos invita a observarla a través del ojo formado por este tronco retorcido. Hasta las hojas de la orquídea parecen inclinarse para ver los árboles del otro lado.

You're poison (Medellín, Colombia)

Tu belleza atrae con fuerza pero los sentidos dicen que eres terrible, aunque en cautiverio pierdas la capacidad de matar a quien te toca.
¿Qué podrá ser más importante para la naturaleza?: Una vida inocua a la vista de todos los que pasan o la posibilidad de vivir en libertad en las selvas chocoanas, para convertirte después en un maravilloso ídolo de oro, como aseguran que ocurre cuando mueres.

El bronceado perfecto (Medellín, Colombia)

Indiferente al tráfago que la rodea y con la vista fija en el cielo, esta Venus se broncea indefinidamente. Busca con temor, signos que le anuncien el nuevo intento de las nubes enemigas por alejarla otra vez del contacto con el sol.

Medellín en blanco y negro