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Entre los árboles (Medellín, Colombia)

A veces uno mira la ciudad desde un lugar nuevo y siente como si por fin estuviera despidiéndose de ella. O como si regresara de un viaje muy largo y los sentimientos que le ha imbuido durante el tiempo que la ha habitado se vigorizaran con una fuerza demoledora al parecer.
De todas formas es inevitable que la ciudad donde se ha pasado la mayor parte de la vida marque nuestra existencia, y se sienta como un vuelco, o un tropiezo en el paso inquieto del corazón cuando se la ve desde un ángulo diferente, novedoso.

La fuente del parque (Medellín, Colombia)

Aunque la plazuela de la iglesia de la Veracruz no es un parque en realidad, la fuente que sirve de asiento a tantas palomas del sector se ha convertido para aquellas personas que pasan por allí diariamente en un hito arquitectónico que, tenga agua o no, siempre se identifica con un lugar para refrescar la mirada.
Al fondo la centenaria iglesia de la Veracruz, cuya superficie ha sido modificada tantas veces, mantiene su forma inconfundible para los habitantes de esta ciudad.
Esta es una imagen donde la composición no desentona en un sector que no se caracteriza por su coherencia arquitectónica.

Al son de la música marcial (Medellín, Colombia)

No importa el motivo, pero las procesiones de todo tipo que a veces sacuden las calles y las avenidas de la ciudad con la música marcial siempre sorprenden a los desprevenidos que pasan por El Centro, que en esta ciudad como en cualquiera de regular tamaño son bastantes.
Los tambores resuenan y los rostros impertérritos de quienes desfilan pasan frente a la gente con el orgullo escrito en las facciones. Estos herederos de tantos otros colombianos que tal vez nunca hayan desfilado por una calle citadina, pero que si lo han hecho por la geografía de estas montañas con la fortaleza que se necesita para vivir en las, a veces inhóspitas montañas antioqueñas, muestran en sus rostros los rasgos distintivos de los hombres latinos tan característicos en cualquier lugar del planeta.

Cruce de la carrera Girardot con la calle Ayacucho (Medellín, Colombia)

Quien recorra la carrera Girardot, desde La Avenida Argentina hasta la calle Pichincha al menos, la sorpresa no lo abandonará (si observa con cuidado) pues la arquitectura va desde edificios de apartamentos sin ninguna relevancia arquitectónica hasta fachadas de tiempos idos; como estas donde se aprecia parte del Paraninfo de la Universidad de Antioquia y el lado oriental de una de las sedes de la Caja de Compensación Comfama: el Claustro (además de una punta del Instituto Confucio que funciona en el antiguo edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia).
Y es que una de las características que enriquecen, sin proponérselo tal vez, a nuestras ciudades americanas es el eclecticismo en la combinación de sus construcciones.
Cuando se ha decidido conservar estos edificios para la memoria colectiva de sus habitantes, se ve con claridad cuáles han sido sus intereses y gustos a lo largo de la historia.

El expreso de las flores (Medellín, Colombia)

Tal vez en cualquier otra ciudad diferente a esta, llame la atención ver un carro cubierto de macetas llenas de flores, expuestas al público para ser vendidas.
Pero en esta ciudad no es raro ver esta imagen dada la gran pasión que sienten sus habitantes por la naturaleza.
No en vano ha sido conocida durante tantos años como la ciudad de la Eterna Primavera, no sólo por el suave clima que durante todo el año acompaña el valle donde se asienta, sino también por la profusión de plantas que se entremezclan con las obras humanas de las formas más originales, como en este caso donde se expone en abundancia el colorido de las flores.

Como una pintura de un ministro chino (Medellín, Colombia)

Una fotografía que evoca una de esas pinturas que aparecen en los biombos chinos, copias a su vez de los ejercicios pictóricos a los que debían dedicarse los ministros del imperio para demostrar su capacidad de gobernar.
Es como si en cualquier lugar del mundo pudieran verse imágenes que han despertado la sensibilidad del ser humano frente al espectáculo que ofrece diariamente la naturaleza.
En medio de la ciudad un guayacán florece y contrasta la profusión de flores con el verde intenso de las hojas que todavía no han caído para dar paso al amarillo absoluto de la florecida.

Renovación del Hotel Nutibara (Medellín, Colombia)

Uno siente una gran satisfacción al ver los trabajos de renovación que se están llevando a cabo en el Hotel Nutibara, uno de los edificios emblemáticos de esta ciudad.
Es como si por fin hubiéramos entendido que la historia arquitectónica de la ciudad es también patrimonio de todos sus habitantes (los actuales y los futuros y hasta de los recién llegados).
Será que por fin estamos entendiendo que una ciudad innovadora no es únicamente aquella que se dedica a construir nuevos edificios de dudosa innovación arquitectónica, sino también aquella que es capaz de mirar al pasado con orgullo.
Felicitaciones para aquellos que decidieron conservar para la posteridad la belleza clásica y sin aspavientos del Hotel Nutibara; todo lo contrario a lo que hicieron en su momento los responsables de la ciudad con el edificio donde quedaba el Hotel Europa y el teatro Junín, por allá a comienzos de la década de los setenta.

La fuente del parque (Medellín, Colombia)

Intemporal como el agua, esta fuente en medio del parque Bolívar refresca el aire cálido de los días que por esta época oprimen al transeúnte citadino con su calor.
Y no sólo es la frescura del agua lo que atrae, es el movimiento incesante que ejerce, sobre la mayoría de las personas, un efecto apaciguador con su sonido cantarín.

Tarde de sábado (Medellín, Colombia)

El parque de Berrío siempre ha sido en esta ciudad un lugar que convoca a mucha gente de la ciudad, así como paso obligado de quienes tienen que cruzar El Centro no sólo en semana sino sábados y domingos especialmente.
Allí pueden verse personajes que tal vez se han convertido en característicos del lugar para quienes frecuentan este sitio por necesidad o porque disfrutan el estar entre las multitudes. Lo cierto es que la variedad de personas le dan al parque un sello particular.
Para turistas y habitantes es un lugar que debe ser visto así sea por unos cuantos minutos, pues allí se da cita tanta gente que uno podría atreverse a decir que se puede estar cerca de una muestra muy representativa de gran parte de los habitantes de la ciudad.

Color en la calle (Medellín, Colombia)

Contra el gris monótono del asfalto se destaca con fuerza el color de las frutas. Una pequeña parte del colorido del trópico se mueve incesantemente por las calles de la ciudad.
Las características frutas del país acompañan a las clásicas manzanas verdes y rojas mientras la vendedora se dedica a comunicar sus intereses por un celular. Tal vez la hora no sea la más adecuada para vender y la falta de clientes le permita olvidarse un poco de la función a la que ha consagrado su carreta.
Un círculo blanco (la manivela con la que dirige este pequeño medio de transporte tan común en la ciudad) parece señalar el único objeto no comestible de la superficie visible, como si quisiera aislarlo del placer que promete al paladar cada una de las frutas distribuidas, de manera sabia, para que su combinación resulte más atractiva y seductora a los ojos de los posibles consumidores.

Un palacio en el Centro (Medellín, Colombia)

Entre las construcciones funcionales del comercio popular del Centro se destaca la figura sobria y clásica del Palacio Nacional, construido por un belga que vino a cambiar la arquitectura de una pequeña ciudad a principios del siglo XX.
Este edificio dedicado al comercio intensivo en la actualidad, cambio la vocación administrativa para el que fue diseñado, por la venta intensiva de mercancías. Repleto de almacenes da cabido diariamente a miles de compradores que encuentran allí satisfacción a sus necesidades.

Un lugar en El Centro (Medellín, Colombia)

Hay puntos de la ciudad que tienen una atmósfera tan especial que uno podría llamar mágica, pero es una magia que no emana de la gente sino de las construcciones y de los árboles de los alrededores.
Siempre que uno pasa por El Palo con La Playa siente la compañía de la naturaleza, aunque esté en medio del caos que la gente ha hecho del centro de esta ciudad.
Es como si los árboles que le dan sombra a este lugar del centro crearan en torno a él una pequeña área de tranquilidad, aunque tan imperceptible que la mayoría de la gente no se da cuenta.

El aire de La Playa (Medellín, Colombia)

La luz del sol que calienta el aire e ilumina La Playa tiene unas características tan distintas a la luz de otros rincones de la ciudad que hasta las cosas inanimadas adquieren una calidad especial. Como si las cubriese una pátina de objeto antiguo, de esos que se ven en las fotografías de los barrios viejos de París o Roma o de cualquiera de esas ciudades milenarias.
Será la consecuencia del recuerdo que la tierra guarda de las viejas ceibas que sombreaban la Avenida en otro tiempo o tal vez se deba a los diseños que dibujan en el aire y en el piso las palmeras, plantadas quizá cuando esta ciudad apenas era un pueblo grande con aires citadinos.
Cualquiera que sea la razón, caminar por La Playa, bañado por el sol de la mañana sintiendo en la piel la caricia del aire tibio, es una experiencia digna de contarse.

Los paseadores (Medellín, Colombia)

Desde el tranquilo interior del Astor y saboreando el clásico jugo de mandarina, uno se puede dedicar a ver pasar a la gente por Junín; a veces todos parecen turistas que por fin se hubieran decidido a visitar la ciudad y tuvieran que verlo todo al mismo tiempo.
En algunas ocasiones se aglomeran frente a la entrada y uno apenas ve con dificultad una que otra cara. Pero otras, es como si por algún tipo de sortilegio la mayoría de la gente desapareciera y sólo quedaran en la calle aquellos que realmente disfrutan de pasear por Junín una tarde de sábado, sin afanes ni temores al proverbial paso inexorable del tiempo.

Perspectivas de La Playa (Medellín, Colombia)

En una tarde fría donde el cielo de pronto se volvió azul como para animar al sol que por el occidente trataba de meterse por entre las ventanas y las calles, la mirada de algunos transeúntes se vio atraída por la luna que paradójicamente la salida del sol dejó ver en el cielo de las cinco.
Iluminados por este sol tardío los edificios de La Playa parecen recién construidos, es como si desde hace muy poco tiempo estuvieran bordeando la avenida medellinense por excelencia, acompañando a las palmeras y a los carboneros que sombrean los andenes.

Fenómenos (Medellín, Colombia)

Desde hace décadas en esta ciudad, en esta fecha, multitud de mujeres y algunos hombres salen con niños disfrazados, a recorrer las calles y en los últimos años a asediar y a concentrarse en los centros comerciales.
Al parecer la pretensión manifiesta es recibir los dulces de todas las clases que les dan en los almacenes y cafeterías a los niños, pero es posible que también obedezca a una necesidad de la gente de ver sus deseos más secretos expuestos a través del disfraz del niño que acompañan.
Otro más de esos fenómenos sociales que aparecen cada tanto en la historia humana y que tal vez responda al mismo impulso de cambiar por un rato la vida propia, gris y anodina, por una de fantasía y brillante, así sea cada año.

Diablo rojo (Medellín, Colombia)

En estos días cuando las supersticiones campean a su aire por las calles de viejas y nuevas ciudades, no se sorprende uno al ver un diablo rojo, de mirada maliciosa, paseándose a plena luz del día.
Tal vez se refugia en la incredulidad de la gente y hace de las suyas sin que a nadie se le ocurra echarle a él la culpa. O es tanta la clientela para el negocio de los Infiernos que los tradicionales horarios nocturnos tuvieron que ampliarse para cubrir la demanda.
De hecho al fondo de la fotografía se alcanza a ver lo que parece ser una fila de personas que tal vez esperan convertirse en futuros clientes de sus servicios.
En todo caso mucho cuidado, que donde uno menos piensa salta un diablo rojo o de cualquier otro color.

La caricia de las sombras (Medellín, Colombia)

A la sombra de una cabina telefónica dos personajes de la ciudad se entregan a sus preocupaciones cotidianas.
Podrían ser una madre con su hijo revisando un cuaderno de tareas. O un par de socios confrontando las cuentas de su negocio.
A cualquier cosa puede obedecer esta escena que se desarrolla en El Centro de la ciudad, donde se dan cita todo tipo de personas dedicadas a las actividades más peregrinas. Todos cobijados, en uno u otro momento, por las sombras de los árboles, las palmeras o los edificios que es la manera más usada por la ciudad para acariciar a sus habitantes.

Los espíritus de la calle (Medellín, Colombia)

En estas ciudades que ya miden su existencia en centurias, aparecen de pronto en sus calles unos seres que hacen referencia a otras realidades o dimensiones. Referencias al propio pasado, quizás a los años de mediados del siglo XIX, cuando los habitantes de la ciudad, que cubría a duras penas lo que es ahora el sector de El Centro, salían en tiempos de carnavales y de fiestas patronales disfrazados y en sus briosos caballos, espantando niños y acosando a las damas que se atrevían a salir a las calles por esos días.
Hoy si uno se encuentra en una esquina alguno de esos espíritus del pasado, piensa que es un hombre bajo un disfraz y no se detiene a pensar en lo extraño del hecho, aunque lleve un atuendo que no tiene relación con nada conocido y que si se piensa dos veces es posible que refuerce la teoría de los misterios, acumulados durante años en las calles de las ciudades sin que nos demos cuenta de ello.

Un show inesperado (Medellín, Colombia)

Salidos de la nada y en los corredores de un centro comercial aparecieron de pronto unos bailarines para romper la rutina del lugar un viernes por la tarde.
Las conversaciones cesaron y todo el mundo se detuvo a mirar el espectáculo que para los transeúntes podría ser improvisado, pero que a juzgar por la habilidad de los danzantes, era el resultado de muchas horas de ensayos.
Una actuación que resultó muy entretenida para quienes suelen pasar por allí esperando ver sólo vitrinas y gente.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...