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La danza de los millones (Medellín, Colombia)

Se ha dicho siempre que los colombianos se dejan seducir con facilidad por los juegos de azar. Debe ser cierto si juzgamos esta aseveración por el número de loterías que diariamente incitan a la gente para que pruebe su suerte ofreciendo millones.
Sin contar con las rifas domésticas que se hacen en los barrios, en los colegios y hasta en las iglesias de la mayoría de las confesiones religiosas, pues al parecer no todas permiten a sus fieles dejarse llevar por los apremios de la situación económica para tentar el azar.
Pero no se necesita ser aficionado a invertir dinero en una esperanza azarosa para saber que estas mesas donde los loteros exhiben sus promesas en pedacitos multicolores están siempre allí esperando, a un lado de la Iglesia de la Candelaria y en otros puntos de la ciudad, a que la ilusión nos nuble los sentidos. Casi nunca se ven, sólo aparecen cuando las necesitamos.

¡Feliz día Colombia! (Medellín, Colombia)

Desde el interior del Museo de Antioquia, y a través de la reja de la entrada, se puede ver la cúpula del Palacio de la cultura y detrás el Edificio Coltejer con la bandera de Colombia que ondea en su vértice. Un lugar en el medio del valle que no ha perdido su calidad de punto de referencia, a pesar del desarrollo de la ciudad en todas direcciones.
Al menos se puede estar seguro de que hoy el viento agitará la bandera en lo más alto de la ciudad como lo hace todos los días del año. Sin embargo, en este día cuando se conmemora el inicio de la independencia del país serán pocas las casas donde se vea esta bandera. Es como si lo que representa este símbolo se hubiera reducido a utilizarla para mostrar que se sigue un equipo de fútbol.
La carga emocional que solían inspirar estos colores se ha desplazado de un profundo sentimiento nacionalista a una emoción manipulada por los medios de comunicación y sus intereses comerciales.
De todas maneras feliz día a todos los colombianos donde quiera que estén, aunque algunos no sepan ya lo que representa en realidad una bandera.

La gracia de la mandarina (Medellín, Colombia)

Como tantas frutas que se consumen en nuestro país, la mandarina llegó de lejos, de muy lejos. Según dicen los historiadores es originaria de China e Indochina donde su cultivo empezó cientos de años antes de Cristo.
Esta fruta debió llegar a Colombia por las mismas épocas que a otros países de América y con el sello de lo exótico que se le imprimió en Europa, cuando se le dio un nombre inspirado en los famosos dignatarios del Celeste Imperio. Ahora se vende hasta en las carretillas que recorren calles y avenidas de esta ciudad.
Pero lo interesante de esta fruta es que de entre todas las que consumimos a diario -autóctonas o foráneas- la mandarina es la única que se ha convertido en sello de distinción para algunos sitios representativos de la ciudad. Quizá se deba a su fuerte sabor o a que en nosotros hay todavía un deseo atávico de saborear lo exótico representado en una fruta.

De repente el verano (Medellín, Colombia)

Para los habitantes de esta ciudad la primavera siempre ha sido un lugar común, sin embargo hay momentos en que irrumpe sin avisar el calor agobiante del verano. Y entonces quedan pocos lugares a la intemperie donde uno se pueda refugiar del calor.
La ventaja de una ciudad de primaveras interminables es que siempre hay un charco de agua fresca donde apagar la sed. No importa el lugar donde se encuentre o la fuente de donde proviene. Para una boca sedienta, agua es agua.

La estridencia del color (Medellín, Colombia)

Si uno fuera a definir El centro de la ciudad debería apelar a los términos de la pintura, pues este lugar está marcado por el colorido. Desde los tonos artificiales de las ropas y de los carteles publicitarios hasta los colores de las frutas.
Pero en este lugar es tal la aglomeración de gente y de objetos que la primera palabra que se viene a la mente es estridencia, tal vez por ser la más pertinente a la hora de describir este lugar, pues alude no sólo a la cantidad de ruidos sino también a esa mezcolanza de colores que ataca la vista si se le mira con atención.
Quizá a este centro no se le pueda comparar con las calles hacinadas de Mombay o con los mercados flotantes de algunos países de la vieja Indochina, pero para nosotros que la padecemos esta disonancia visual y auditiva es lo suficientemente amenazadora como para considerarla estridente.

Foto de museo (Medellín, Colombia)

Cuando el visitante entra al museo de Antioquia se encuentra con una escala que conduce a los pisos superiores donde están las galerías más visitadas del museo. Las colecciones de siempre y las itinerantes.
Casi nadie se fija en el juego geométrico de esta escala que vista desde diferentes ángulos parece más bien una de las esculturas que alberga el museo que un simple medio para trasladarse de un lugar a otro.

Además de sus líneas austeras impresiona la combinación de colores fríos e impersonales que recuerdan el destino inicial de esta edificación: asiento del concejo de la ciudad durante varias décadas.

Un patio de museo (Medellín, Colombia)

En esta ciudad los árboles y las palmeras han formado parte importante del urbanismo de la ciudad. No sólo en los parques y las avenidas sino también en los jardines, patios y solares de muchas casas. Es como si la ciudad quisiera permanecer fiel al entorno de montañas y bosques que la rodean.
En uno de los patios del Museo de Antioquia, una palmera suaviza con su presencia las líneas austeras del viejo edificio del concejo de Medellín. Ni siquiera los colores brillantes de una espuria estructura metálica, superpuesta a los balcones, logran opacar la presencia de la naturaleza.

Un bodegón poco conocido (Medellín, Colombia)

Entre todas las esculturas de Fernando Botero que han recorrido el mundo y que son visitadas con asiduidad en el Museo de Antioquia, y en sus alrededores, se encuentra este poco publicitado bodegón de 1997.
El interés que me despierta  quizá esté relacionado con la blancura que intenta, sin lograrlo, desconstruir los volúmenes que conforman esta pequeña escultura.

Otoño en El Centro (Medellín, Colombia)

A esta ciudad el clima del que goza le ha valido el nombre de “la ciudad de la eterna primavera”, sin embargo hay momentos en que aquellos que conocen de estaciones, llegan a pensar que ha llegado también el otoño a estos parajes: algunos árboles nos dan esa impresión cuando deciden, por algún arcano designio, despojarse de sus hojas para renovarse.
Siempre que se ven estos árboles en su proceso de rejuvenecimiento no dejan de causar impacto en los observadores, acostumbrados ya a la frondosidad y la exuberancia de la naturaleza de este valle, a pesar de los atropellos que un urbanismo mal entendido le causan constantemente a la ciudad.

Una caminata por Carabobo (Medellín, Colombia)

Si alguien quiere tomarle el pulso a la ciudad o más específicamente a El Centro, no tiene más que caminar por Carabobo, una de esas calles que fueron trazadas en los comienzos de la ciudad y que al parecer desde sus inicios ha tenido siempre la vocación de atraer a comerciantes, y compradores por supuesto, que dicho sea de paso pululan en este valle.
Dependiendo de lo que quiera encontrarse el observador, puede recorrer esta calle a diferentes horas del día. En las mañanas se puede caminar con cierta tranquilidad o hasta sentarse en una silla a mirar pasar la vida. Pero en las tardes es difícil pasar por aquí con calma. Es como si el desasosiego se apoderara de toda la gente que permanece o que transita por la famosa carrera Carabobo.

Mira que cosa más linda, más llena de gracia (Medellín, Colombia)

Así es esta ciudad, en el lugar menos pensado aparece de la nada una comparsa de música y bailarines para desbaratar la frágil tranquilidad de sus habitantes.
No hay necesidad siquiera de conocer el motivo para una descarga de energía como ésta; puede ser cualquiera.
Lo que importa es la belleza que le pone un ingrediente de emoción a las tareas de todos los días.

Misceláneas ambulantes (Medellín, Colombia)

El vendedor ambulante es uno de los tantos personajes anónimos, pero característicos, que recorre las calles de las ciudades colombianas actuales.
Los hay de todas las edades y de todos los estilos.
Venden múltiples productos, desde chicles hasta confites o cigarrillos “menudeados”, para ganarse la vida con dificultad.
Pululan en El Centro y a pesar de eso, o tal vez por esa circunstancia, se han vuelto invisibles; sólo adquieren  existencia cuando algún transeúnte necesita comprarles cualquier cosa.

Un curioso pocillo de café (Medellín, Colombia)

Tomar café en Colombia no tiene nada de exótico; tal vez al visitante le llame la atención la manera como se sirve en la mayoría de locales públicos.
Es raro que esta bebida tan importante para la economía del país y de la ciudad y que además ha marcado la idiosincrasia de esta región se sirva en pequeños e insulsos recipientes desechables y no en pocillos de loza o porcelana.
Pero lo que falta en calidad se compensa en algunos casos con la creatividad. Cada cierto tiempo aparece un nuevo diseño donde se priorizan los colores o la forma.
Y así a medida que mejora el café que se consume en la ciudad (aunque lentamente), los lugares donde se vende “tinto” tratan de competir también con los recipientes donde los sirven.
Pero siempre queda la nostalgia por los tradicionales pocillos de loza donde el café parece saber mejor.

Las frutas de la esquina (Medellín, Colombia)

Esos años cuando las frutas se cogían directamente de los árboles que crecían en los solares de las casas ya se están borrando de la memoria colectiva. Hoy, la relación cotidiana con el color de estos productos de la tierra es a través de las bolsas de plástico exhibidas en los puestos de cualquier esquina de la ciudad.
No importa si el día es gris o soleado, estos lugares tan representativos de las ciudades colombianas atraen al transeúnte con su colorido y con la promesa del sabor de tantas frutas tropicales como se consiguen por estos pagos.
Es posible que todavía ronde la nostalgia de las frutas en su estado natural, pero ya los que pasan de prisa por las calles tienen que satisfacer su deseo con las porciones que están a la venta.
La falta de tiempo, una situación inherente al estilo de vida citadino, hace que ya ni siquiera se eche de menos el placer de hincar los dientes en una fruta recién cogida.

Frente a las palmeras (Medellín, Colombia)

En el sector peatonal de Junín, la tan conocida vía comercial de El Centro, la gente pasa por debajo de las palmeras sin darse cuenta de su presencia.
Pero cuando se almuerza en uno de los muchos restaurantes que bordean esta carrera tan conocida, es imposible hacer caso omiso de su presencia. Ya sea porque el verde intenso de sus hojas se roba la atención o porque su follaje obstruye parcialmente la vista.
Sin embargo se podría decir que para muchos de los que habitan la ciudad, y para aquellos que la visitan, almorzar sentados a una mesa en un balcón que da a Junín es una forma de tomarle la temperatura a su ambiente citadino y agitado.

Caminar por Junín (Medellín, Colombia)

Las personas que caminan por la carrera Junín a paso lento o con rapidez, deben sentir aunque sea de manera inconsciente la magia que tiene uno de los lugares más conocidos y transitados por los medellinenses y por quienes visitan esta ciudad constantemente.
Este paseo peatonal que atraviesa El Centro ha sido y es un gran eje comercial y a pesar de los grandes cambios que ha experimentado a lo largo de su historia no deja de tener un encanto que atrapa a los transeúntes diariamente.

La imagen de una tarde frente a la Veracruz (Medellín, Colombia)

Esta iglesia, una de las más antiguas de la ciudad y patrimonio cultural de la nación, se encuentra en todo el corazón de El Centro; durante siglos ha dominado un espacio que es pequeño a los ojos de los actuales habitantes pero que para quienes la construyeron era una plazuela a escala muy humana dadas las dimensiones de la vieja Villa de la Candelaria.
Diariamente pasan por allí cientos o quizá miles de personas para quienes este lugar puede ser muy significativo o no, pero que de todas maneras marca un hito arquitectónico y cultural en la vida de una ciudad de tantos contrastes.

Banderas a contraluz (Medellín, Colombia)

El hito arquitectónico más importante de El Centro de la ciudad desde su construcción en los comienzos de la década de los setenta es tal vez el edificio Coltejer.
En su parte más alta han ondeado ininterrumpidamente desde que se tenga memoria las banderas del país y del departamento del cual esta ciudad es capital.
Aunque a su alrededor se ha desarrollado la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo, dicho desarrollo ya no tiene un único eje en el Valle, pero a pesar de los cambios las banderas siguen ondeando orgullosas diariamente allí como lo harán en todos los pueblos y ciudades a todo lo largo y ancho del país en este día tan significativo para nuestra historia.

Viajando en globo por La Playa (Medellín, Colombia)

Por este valle han pasado todo tipo de viajeros, desde los que nos visitaban por allá en la época de la colonia y no encontraban nada digno de mención a sus coterráneos, hasta los trotamundos de hoy en día que se maravillan de encontrarse una tal ciudad floreciendo entre las estribaciones de los Andes.
En la actualidad hay quienes hasta se las arreglan de manera ingeniosa para visitar esta urbe.
No es necesario ningún tipo de vehículo convencional para recorrer los cielos y las calles de la ciudad, basta un poco de imaginación.

Desde 1874 (Medellín, Colombia)

El aspecto del edificio de la Compañía Colombiana de Seguros que se levanta sobre la carrera Carabobo no hace dudar al observador acerca de las posibles actividades que se realizan en su interior, o que se realizaban en otros tiempos -quizá la dicha Compañía funcione ya en una de esas torres de cristal sin identidad que se han ido construyendo en la ciudad- cuando este sector era parte importante de toda la actividad financiera paisa.
Hasta las palomas que parecen habitar el árbol al lado de este edificio dan la impresión de estar allí desde 1874, el año de la fundación de la empresa, afirmando su solidez tanto arquitectónica como empresarial; aunque la construcción del edificio no se remonte hasta el siglo XIX.
Es otro de esos inmuebles de El Centro que mantienen con su silueta imperturbable algo de la ciudad de siempre.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...