En el año 708 a.c. se incluyó la lucha como una de las competencias de los juegos olímpicos en Grecia, aunque la manera como se competía en esa época ha cambiado durante estos casi tres mil años. Pero no sólo ha existido esta disciplina en la forma como la conocemos, hay tantas maneras de luchar cuerpo a cuerpo como culturas se han sucedido sobre la faz de la tierra. Incluso hoy en diferentes partes del mundo se practica este deporte con características distintas aunque su finalidad sea la misma: ser más hábil que el contrincante para aprovechar la propia fuerza y destreza así como las debilidades del otro.
Incontables veces se han enfrentado dos seres humanos tratando de vencer sólo con su cuerpo e incontables veces de esos dos que luchan, uno permanecerá en silencio mientras observa como el otro celebra su victoria.
Esta vez el veredicto se ha expresado una vez más y el ganador, como tantas ocasiones en la historia humana, levanta su brazo en señal de triunfo.
Sólo unos momentos antes la esperanza se alojaba en los corazones de los dos contendientes, a partir del instante en que el juez levanta su mano sólo hay un triunfador, hasta la próxima vez.
De esa manera se recorre la vida alcanzando objetivos, sobrepasando obstáculos, tragándose las derrotas hasta el siguiente reto, cuando es posible que se vuelva a ganar o a perder. Siempre avanzando, sin dejar de mirar al horizonte, con la mirada fija en la próxima meta. Pero sin olvidar que tanto la Victoria como la Fama son diosas volubles e inconstantes.