La calle de los dinosaurios (Medellín, Colombia)

No es extraño encontrarse en una calle de cualquier ciudad del mundo con las situaciones más extrañas.
Pero, que al caminar por una de las calles más concurridas de esta ciudad un ciudadano desprevenido se tope sin ninguna preparación con un par de dinosaurios si es una novedad.
Algunos pensarán que son el producto de algún fabricante de atracciones mecánicas, pero yo estoy por creer que al igual que pasa con tantas criaturas en muchas  novelas y películas es posible que esa pose de marionetas, (su tamaño descomunal debería servir a cualquiera para empezar a desconfiar) sea únicamente una estrategia de camuflaje y que en las madrugadas o en las noches muy oscuras recorran la ciudad buscando una salida; pero como en el poema de Kavafis la ciudad siempre les acompaña.
Por lo pronto tendrán que seguir recurriendo al disfraz de estatua viviente para perdurar. Hasta que a alguno de ellos se le ocurra una forma de escapar.

Salta, salta, salta... (Medellín, Colombia)

El lazo que ha golpeado rítmicamente el suelo de tantos andenes, patios o calles de barrio desde el comienzo de los tiempos, acompaña la vitalidad de unos niños.
En un parque de la ciudad, pobre de árboles pero lleno de multitud de tipos humanos la gente que pasa se contagia de la alegría inmediata de estos niños, cuyo color de piel refleja a la mayoría de la gente de este país.

Diseño minimalista (Medellín, Colombia)

Una pequeñísima flor es el ejemplo perfecto de que en la naturaleza pueden prosperar muchas formas de vida independientemente de su tamaño.
En una ciudad donde la gente está acostumbrada a convivir cotidianamente con la exuberancia de bromelias, heliconias u orquídeas se pueden encontrar flores como ésta que además de sus reducidas dimensiones ofrecen al mundo la simpleza de su escueto y sin embargo impactante diseño; no sólo por la forma de los pétalos sino también por su esplendoroso color amarillo.
Por la combinación del amarillo de la flor con el verde de las hojas de esta planta, podría pensarse en una composición hecha adrede para atraer la atención de algún observador minucioso o de alguna especie particular de insecto.

Visión urbana (Medellín, Colombia)

La imagen que la gente tiene de las ciudades se ve moldeada e influenciada constantemente por nuevas construcciones, donde las más recientes propuestas arquitectónicas y de diseño urbanístico moldean el panorama construido por los seres humanos.
Independientemente de la perspectiva que un ciudadano asuma frente a ésta transformación es indudable que su percepción del lugar donde vive se ve afectada por nuevas edificaciones (acertadas o no) que en una ciudad tan dinámica como ésta, siempre están a la orden del día.

En un jardín de Perú (Medellín, Colombia)

En el barrio Boston, a unas cuantas calles de El Centro todavía se encuentran casas cuyos jardines son cuidados con esmero. Son algo así como un oasis para la vista, donde la gente se entrega aún a la actividad mesurada de sembrar y podar plantas que riñe con el mundo acelerado de las ciudades.
Unas pequeñas flores que no alcanzan los tres centímetros de diámetro se abren constantemente al cielo de este valle frente a una casa de la calle Perú.
No tienen mucho perfume al parecer pero su intenso color contrasta con el gris de los andenes y el asfalto que rodean el pequeño jardín citadino.

Un rincón oriental (Medellín, Colombia)

En las ciudades europeas han aparecido, especialmente desde el siglo XVIII, propuestas arquitectónicas inspiradas en oriente. En Europa con su gusto por lo exótico como es el caso de la arquitectura oriental pueden verse, en diferentes capitales y ciudades construcciones levantadas en los terrenos contiguos a palacios reales o en medio de zoológicos y lugares públicos, varios ejemplos de la chinoisserie europea basada en la aparición de formas y elementos decorativos chinos o japoneses por mencionar sólo dos países que han tenido una gran influencia en las artes del viejo continente.
En esta ciudad, donde no existe un barrio chino y mucho menos algún sector japonés, dicha producción se ve en objetos aislados cuya inspiración se remonta a la arquitectura o a la decoración orientales.
Esta imagen de una pagoda realizada al parecer en granito rememora, para los habitantes de este valle encerrado en su propia historia, otros lugares y otros rincones que sólo se ven en las diferentes publicaciones que los medios de comunicación masiva ponen a nuestra disposición.
Es interesante ver el contraste que se produce entre la pequeña figura de granito y las “conservadoras” que adornan con sus flores tantos balcones de la ciudad, aclimatadas desde hace mucho a un entorno menos frío que las montañas de los departamentos del centro de país.

Mármol y vidrio (Medellín, Colombia)

En los alrededores de una de las zonas más características del lado centro occidental de la ciudad es posible ver esta escultura: una de esas obras abstractas que le permiten múltiples interpretaciones al observador.
Entre árboles y jardines va integrándose cada vez más con el terreno, como si siempre hubiese sido común en la naturaleza la combinación de la textura rugosa y opaca del mármol con el brillo transparente del vidrio.

Nubes de cristal (Medellín, Colombia)

El azul del cielo que se transparenta por el vidrio de este domo parece sabiamente matizado por un cristal mate, dándole profundidad a una estructura que deja pasar la luz de uno de esos cielos de sábado por la tarde tan característicos en esta ciudad.
Es como si por voluntad expresa de un diseñador gráfico, la rejilla de triángulos azules hubiese sido salpicada con unos cuantos vidrios que no dejaran pasar la luz, aunque en realidad se trata de lejanas nubes que se prestaron para engañar al ojo con su forma, como lo hacen siempre las nubes en los cielos que más les gustan, como el de este valle con sus perfiles de montañas, invisibles en esta foto, pero siempre presentes en el imaginario de los habitantes.

Cocina para hombres (Medellín, Colombia)

Entre todas las actividades que ofrecen las ciudades uno se encuentra con cursos tan particulares como una clase de cocina donde los alumnos son sólo hombres, aunque quien lo imparta, con bastante profesionalismo por cierto, sea una mujer.
Al parecer se enfatiza en maneras de preparar los alimentos y en combinaciones poco usuales para los habitantes de esta ciudad que desde hace algunos años pasaron abruptamente de los alimentos tradicionales de la gastronomía autóctona a la comida chatarra ofrecida en centros comerciales y puestos callejeros.
En este caso el plato que seduce al paladar es un delicioso “róbalo a la marinera” que hace agua la boca a quienes ven esta fotografía.
Ojalá muchos nos matriculáramos en cursos como éste, dictados por una conocida Caja de compensación del departamento de Antioquia.

Mil historias en la feria (Medellín, Colombia)

Entre todos los programas que se realizaron durante la reciente Feria de las Flores, se llevó a cabo esta feria artesanal, una de las tantas que se hacen en la ciudad y en la mayoría de las ciudades de este país.
Al interior de un conocido centro comercial la gente se entregó a hacer lo que siempre se hace en estos eventos: admirar habilidades, curiosear frente a los puestos de los artesanos preguntando precios y hasta formas de hacer, y construir de esa manera ese tejido de historias entremezcladas por las gente que acuden a estos lugares con el ánimo de antojarse y a veces hasta comprar algo que no se necesita, pero que sin embargo satisface el deseo de poseer cosas.

Cielo de agosto (Medellín, Colombia)

Empezando este mes, al que en la ciudad le llamamos el mes de las cometas, el cielo se despeja y nos deja intuir su profundidad sólo mediante la observación del intenso azul.
Una imagen que a pesar de su simplicidad embarga a quien la contempla con ese sentimiento que a veces suscitan ciertos lugares del planeta: una alegría por estar vivos y poder vislumbrar lo que puede ser la imagen del silencio.

Gloxinias en el patio (Medellín, Colombia)

El intenso color de estas flores de origen brasilero vuelve con regularidad a los jardines de la ciudad como lo hace periódicamente en macetas de toda Latinoamérica.
Su textura y color, además de la delicada forma de sus flores hacen de esta planta una de las más mimadas y buscadas por todos aquellos que le dedican parte de su tiempo al cuidado de jardines.
Y aunque no aparecen en las silletas que se ven en almacenes y centros comerciales de la ciudad en esta época de la Feria de las Flores, vale tenerlas en cuenta como una de las flores que ha encontrado un lugar en los patios interiores y hasta en los balcones de las casas de esta ciudad con vocación jardinera.

Reflejos alrededor de un semáforo (Medellín, Colombia)

Las ciudades, por sus características tan complejas, producen de manera ininterrumpida imágenes que pasan desapercibidas entre las muchas distracciones visuales que asaltan los ojos de los habitantes.
Una fotografía tomada desde el ventanal de un conocido centro comercial combina la fresca textura del agua, precipitándose al vacío, con el reflejo del sol en el parabrisas de un carro detenido frente a un semáforo.
Podría ser una composición de esas que se hacen mediante las herramientas de diseño de un programa de computador, pero es tan real como las combinaciones del verde de la vegetación de las avenidas y los parques con el gris inclemente del asfalto de las calles.

Composición de feria (Medellín, Colombia)

En una ciudad que hace de las flores el centro de su fiesta máxima anual no es raro encontrar siempre y durante todo el año, flores en su composición urbanística; hermosas flores que aunque efímeras como ésta contribuyen con su belleza y color a suavizar la dureza de las líneas del ladrillo y el concreto en lugares públicos y privados.

Un dragón de utilería (Medellín, Colombia)

Hay dragones que inspiran un temor reverencial cuando uno está frente a sus esculturas o representaciones pictóricas, incluso cuando se los ve aparecer en óperas, obras de teatro y hasta en desfiles, donde las diversas culturas han plasmado este ser mitológico a lo largo de la historia, especialmente las orientales que producen una gran curiosidad en el mundo occidental tanto hoy como en la antigüedad.
Pero hay otros que a pesar de mantener en su aspecto todas las características de los supuestos originales no inspiran sino una curiosidad tranquila a los paseantes, tal vez porque su función sea la de ambientar, como en este caso, una exposición de bonsáis en un centro comercial.
La gente pasa y aquellos que se detienen se toman fotografías frente a ellos sin pensar siquiera en el profundo significado que para los chinos y japoneses, entre otros, ha significado y significa el concepto de dragón.

El movimiento de las estatuas (Medellín, Colombia)

Desde siempre el sueño de todos los escultores, y hasta de quienes han contemplado estatuas durante milenios ha sido ver cómo éstas cobran vida.
Esas imágenes de dioses dando un paso al frente en el Antiguo Egipto dan cuenta de la primera puesta en escena de la ilusión del movimiento, pasando por infinidad de creaciones hasta llegar al mito de Pigmalión y Galatea donde se narra como una estatua, imagen de la mujer perfecta, se convierte en un ser vivo.
Pero no sólo las estatuas pueden moverse ayudadas por el mito, los árboles también lo hacen, como en este caso donde la escultura de La Vida parece haberse estirado lo suficiente para unirse a las ramas de un árbol que desde que fue testigo de la proyección de la piedra hacia el cielo quiso tocarla.

El helecho de los abanicos (Medellín, Colombia)

El helecho, como todas las plantas adopta infinidad de formas, pero es en el trópico donde se ven sus manifestaciones más interesantes; desde el punto de vista del diseño sorprende cada vez que se las observa detenidamente.
Este helecho parece haber inspirado, al menos en estos lugares, a ese elemento tan conocido y tan útil antes de la invención de los ventiladores: el abanico.
Se le ve aparecer (no necesita que nadie lo siembre) por debajo de algunas plantas en patios y jardines y embellece los lugares donde se da con su forma delicada y la combinación pálida del sin fin de verdes que expone en sus hojas.

Abiertos al cielo (Medellín, Colombia)

 Los cielos de esta ciudad siempre tienen su magia y sobre todo cuando se entra en algún recinto cuyo techo se abre dramáticamente para enmarcarlo y hacernos sentir su belleza. Una imagen que focaliza la mirada en las nubes que flotan por encima de la ciudad y en el azul que en segundo plano resalta sus formas y textura.
Con un marco como éste, es imposible no recordar las escenas de ciencia ficción de las películas, como las de James Bond, donde el villano se ha decidido a lanzar su ataque al mundo civilizado.
Pero así, enmarcado, este cielo parece como si fuera el lugar donde las esperanzas y los sueños de la gente pudieran proyectarse al infinito.

Banderas a contraluz (Medellín, Colombia)

El hito arquitectónico más importante de El Centro de la ciudad desde su construcción en los comienzos de la década de los setenta es tal vez el edificio Coltejer.
En su parte más alta han ondeado ininterrumpidamente desde que se tenga memoria las banderas del país y del departamento del cual esta ciudad es capital.
Aunque a su alrededor se ha desarrollado la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo, dicho desarrollo ya no tiene un único eje en el Valle, pero a pesar de los cambios las banderas siguen ondeando orgullosas diariamente allí como lo harán en todos los pueblos y ciudades a todo lo largo y ancho del país en este día tan significativo para nuestra historia.

Estudio sobre el vuelo (Medellín, Colombia)

Quienes conocen algo de la historia de Leonardo Da Vinci saben que fue un hombre de una gran curiosidad. Según sus notas y cuadernos sobre la naturaleza uno puede deducir que observaba las aves con detenimiento y que esa mirada inquisitiva con que miraba los cielos le permitió, además de desarrollar en él un intenso deseo de volar, teorizar sobre la posibilidad de lanzarse al espacio.
Claro que no sólo fue Leonardo quien se sintió encantado por el vuelo de las aves, tanto los griegos como muchas otras culturas han sentido esta fascinación desde el comienzo de los tiempos, plasmando tal hechizo en mitos, literaturas y leyendas.
También sobre esta ciudad, cruzan los cielos incesantes las aves pero nosotros: los citadinos, embebidos en nuestras preocupaciones cotidianas, damos poca importancia a la maravilla que se repite a diario frente a nuestros ojos del vuelo de unas palomas.

Piscina de plástico (Medellín, Colombia)

En un lugar de la ciudad el plástico se convierte, cada cierto tiempo, en un centro de atención para muchos (niños y adultos). Es como si los colores, tan intensos, al representar de alguna manera el estilo de vida de la gente de la ciudad actual produjeran una atracción desmesurada.
Hasta podría compararse esta imagen con una fotografía gigantesca y aquellos que se introducen allí pudieran creer que penetran la foto por entre los puntos de los que está formada en una pantalla.
Pero no, son simples colores al azar que atraen la mirada de los visitantes y prometen a quien se sumerja parcialmente en estas olas artificiales unas impresiones que pueden ser novedosas, pero que nunca igualarán la sensación del agua alrededor del cuerpo en una piscina de verdad.

Flor de selva (Medellín, Colombia)

Uno de los primero antropólogos y etnólogos de América: Fray Bernardino de Sahagún quien escribió Las cosas de la Nueva España por allá en los años de la colonia se hubiera maravillado al ver esta flor desmesurada y quizá, si hubiera vivido en estos rumbos y no en México, nos hubiera podido dar noticias de los usos que los habitantes del Valle de Aburra le daban a este arbusto y sus flores.
En el jardín de la Biblioteca Pública Piloto para América Latina se abren estas flores de un anaranjado extravagante para todo aquel que desee contemplarlas y extasiarse con su tamaño y color como le debe pasar a esa multitud de insectos diminutos que conviven con los seres humanos sin que apenas nos percatemos de ello.

Árboles, edificios y montañas (Medellín, Colombia)

Mientras la luz trata, sin conseguirlo, de deshacer las montañas que enmarcan este valle los árboles le dan sombra a las calles de un sector de la ciudad.
La cordillera parece a punto de desaparecer como si fuera parte de un espejismo anclado en nuestra mirada sólo por la silueta de los edificios.
Y el verde de la vegetación recorta a contraluz un paisaje de ciudad del futuro donde la naturaleza se presenta en primer plano.

En los jardines crecen hongos (Medellín, Colombia)

De todos es sabido que en los jardines crecen hongos, y con profusión, sobre todo en los climas tropicales como el nuestro; pero que dichos organismos tan diferentes a las plantas que hasta se clasifican en un reino aparte, aparezcan en un jardín gracias a la imaginación de un artista puede que sólo pase en esta ciudad.
En el jardín de una de nuestras bibliotecas más representativas surgió hace años una zeta gigantesca, permaneciendo imperturbable en este lugar para satisfacción consciente o inconsciente de quienes transitan por los alrededores.
Lleva tanto tiempo medrando allí que hasta la vegetación natural tapó la firma con la que fue marcado este hongo por la mente que lo creó.
Y a pesar de la inquietud que genera, uno siente vergüenza de pisotear las plantas que cobijan su tronco para satisfacer curiosidades de historiador o curador amateur. De todas maneras no faltará algún visitante, asiduo o no, que se acerque y con mano indagadora deshierbe momentáneamente el piso para conocer aunque sea el nombre de esta obra, presentada a una olvidada bienal de arte de la ciudad.

Textura de jardín (Medellín, Colombia)

Con las plantas pasa lo mismo que sucede con las creaciones humanas: durante algún tiempo se ponen de moda algunos colores, formas y hasta texturas.
De pronto uno empieza a ver en la mayoría de los jardines un determinado tipo de vegetación que le imprime a la ciudad un aspecto particular, diferente a como lucía en otras épocas o a como lucirá en el futuro.
Pero eso es normal, supongo, si tenemos en cuenta la necesidad del ser humano por la novedad.
Estas plantas aparecieron de pronto en los jardines públicos y de pronto invadieron antejardines y materas a lo largo y ancho tanto de la ciudad como de las poblaciones vecinas.
Lo cierto es que sus tonos combinan de tal manera que parecen diseñados para crear allí donde se siembran un hermoso efecto decorativo.

Medellín en blanco y negro