Una escena dominical

 Bajo la tutela de una escultura alusiva a los legendarios silleteros se desarrolla una escena que, con algunas variantes, debe repetirse todos los domingos en este pequeño parque. Las infaltables comadres se ponen al día mientras un sol parco les permite, como a los compradores de baratijas, regodearse con el buen clima en una zona de la ciudad generalmente fría. Artesanos de todas las condiciones ofrecen sus mercancías mientras alrededor de la placita la gente que recién sale de misa se dirige a sus casas o a los restaurantes aledaños y personajes de trazas diferentes van y vienen dando un color especial al lugar.
Un domingo apacible en un corregimiento de la ciudad que cada vez se convierte en destino de turistas locales y hasta foráneos. Quizá porque la tranquilidad se ha vuelto un lujo en una ciudad donde el ruido y la velocidad dominan la cotidianidad de todo el mundo.

Seguridad (Medellín,Colombia)

En esta ciudad que históricamente se ha dedicado al comercio se vende y se compra de todo. Hasta la basura se ha convertido en un negocio, alimentado por los recicladores que recorren las calles de la ciudad recogiendo y comprando, a veces, por precios irrisorios cosas que ya no sirven. Ha alcanzado tal magnitud que ya necesita ser vigilado por cámaras de vídeo como los grandes centros comerciales.
La corriente inagotable de basura que produce nuestro tiempo termina en lugares como éste donde se vende o se cambia por objetos igualmente desechados. Y aunque parezca improbable son muchos los que caminan por este laberinto con la mirada atenta, prestos a rescatar algún objeto que satisfaga alguna necesidad y por qué no hasta un anhelo largamente acariciado.
Los curiosos, los posibles clientes, transitan por allí con la seguridad de que mientras permanezcan en esta zona serán observados atentamente; aunque eso no les garantice que saldrán indemnes de un lugar que se rige por otras leyes.

Concentración y acción (Medellín, Colombia)

Lanzarse al vacío así debe ser una sensación alucinante. Implica vencer uno de los temores atávicos de los seres humanos: caer.
Es negarle importancia a la información que llega al cerebro. Es desafiar conscientemente una de las leyes primordiales de la física.
Pero para estos atletas es un ejercicio tan cotidiano, tan sencillo como lo es para la mayoría de las personas de esta ciudad coger el metro o utilizar una escalera eléctrica.
Ellos confían en el abrazo de la masa de agua que los espera, pero aun así sus movimientos deben ser de una precisión milimétrica. Gracias a la habilidad con que ejecuten esos movimientos, tan repetidos que se han convertido en parte de su cuerpo como los gestos de su cara o su manera de caminar, es posible realizar unos saltos que para otros resultarían imposibles.

¿Para dónde se van los lectores? (Medellín, Colombia)

Así se veía la sede principal de la Biblioteca pública piloto para América Latina en septiembre del 2015, días antes de ser cerrada debido a unos arreglos estructurales que se le iban a hacer al edificio, según la versión oficial.
Ya se habían empezado a empacar los libros y tal vez porque se esperaba su cierre temporal, apenas si se veía uno que otro lector desprevenido.
Más de un año después este lugar sigue cerrado. Quizá pasará mucho tiempo antes de que los pocos lectores que aún insisten en frecuentar los interiores de las bibliotecas puedan volver a entrar a este recinto o a otros similares.

Luz de agosto (Medellín, Colombia)

Como en todas las grandes ciudades del mundo hay aquí lugares como éste donde la naturaleza brinda refugio a quienes sienten la necesidad del aislamiento para dedicarse a la difícil tarea de la introspección.
Aunque la profusión de artilugios que ofrece la tecnología parece aislar cada vez más a las personas, pocos sucedáneos sirven de reemplazo a un parque cuando la soledad se hace necesaria.

Vistas (Medellín, Colombia)

Esta es una ciudad que no se ve completamente desde ningún punto de su geografía. Construida en un valle sinuoso y estrecho siempre tendrá lugares que se escapen a nuestra mirada.
Sin embargo hay dos sectores de la ciudad que se han mirado desde antes de que existiera algún asentamiento en este valle: Oriente y occidente se contemplan desde las laderas observando sus diferencias geográficas. Pero las construcciones que lentamente han invadido las pendientes del norte de la ciudad se han encargado de borrar las diferencias pintando de un ocre uniforme las laderas que otrora ostentaban un sinnúmero de tonalidades verdes.
Un urbanismo descontrolado ha llevado a la invasión de unas montañas que en ocasiones ofrecen poca seguridad a sus habitantes; aunque para quienes habitan estos barrios vivir en las alturas quizá tenga el atractivo insuperable de ver una parte alejada de la ciudad desde las calles y las terrazas, así se tenga que pagar el precio de desplazarse lentamente por esas cuestas empinadas que exigen un buen estado físico y un sinnúmero de descansos al desplazarse por ellas.

Mundo flotante (Medellín, Colombia)

En esta realidad que a veces se presenta tan escabrosa y hostil es bueno descubrir imágenes como ésta que de inmediato nos remiten a las manifestaciones del arte o de la historia o de la literatura.
La primera idea que se viene a la mente es que esta bicicleta podría haber sido la que inspiró al dadaísta Marcel Duchamp para proponer uno de sus objetos artísticos.
O tal vez nos recuerde El ukiyo (mundo flotante) desarrollado durante el período Edo en el barrio Yoshiwara (1617) de Tokio, Japón. Una época donde se vivía "sólo para el momento (…) simplemente flotando, indiferente a la perspectiva de la pobreza inminente, optimista y despreocupado…”

Danza de los mirlitones o Danza de las flores (Medellín, Colombia)

Es un hecho conocido por todos que uno de los temas en los que se ha inspirado el arte, desde siempre, ha sido la belleza de las flores. Seduce tanto su forma y su colorido que hasta en la música se puede percibir su influencia. Baste recordar la danza de los mirlitones, recreada por Walt Disney en su película Fantasía y que forma parte del famoso ballet Cascanueces de Piotr Ilich Chaikovski; uno de los más representados en el mundo, especialmente en la época de Navidad.
En la exposición de orquídeas que se realiza anualmente en la ciudad encontramos este año, entre tantas variedades, ésta cuyas flores se asemejan a una troupe de bailarinas detenidas en el momento de ejecutar un paso de danza. La similitud con una escena de ballet es indudable.

Pabellón Medellín (Medellín, Colombia)

En el centro de exposiciones Plaza Mayor se presentan de manera constante infinidad de facetas de la ciudad, de Colombia y del mundo. Este lugar que empezó como Centro de Exposiciones se ha expandido tanto en el área que ocupa como en la importancia que tiene para la ciudad. Cada exposición, cada evento, feria o convención es una oportunidad que se tiene de acercarse a un aspecto de la actividad humana de una manera más amplia.
Por eso capta tanto la atención esta valla que es toda una promesa de la variedad y complejidad de lo que representa para el mundo esta ciudad que cambia incesantemente.

Una libélula en la ciudad (Medellín, Colombia)

En esta época es muy poco probable encontrarse una libélula en una ciudad. Pero todavía es más improbable tener la cámara a la mano y poder robarle al azar una imagen que apenas dura un instante en la retina.
Estas libélulas que otrora abundaban en los jardines han sido relegadas como tantas otras cosas al campo o si acaso a las tierras de cercanías. Sin embargo como las abejas o los colibríes, que a veces aparecen libando en las flores que permanecen por ahí en cualquier patio, las libélulas también se aparecen, de vez en cuando, para que un observador un poco atento dé cuenta de su persistencia en esa otra realidad citadina que no por diminuta deja de ser menos impactante y hermosa.

Torres de teatro (Medellín, Colombia)

La sobriedad del Teatro Metropolitano tal vez justifique que para la ciudad este edificio no sea un hito de su arquitectura. O tal vez la razón se encuentre en el lugar donde fue construido: un rincón alejado de las rutas más frecuentadas por los medellinenses. O será que es un edificio cuyo aspecto parece excluyente, encerrado en sí mismo. Es como si hubiese sido construido para no llamar la atención sobre lo que allí se desarrolla.
El teatro emblemático de una ciudad no debería tener el aspecto de un club privado.
Por eso muchos de los que tuvieron la fortuna de conocer el Teatro Junín afirman que esta ciudad nunca podrá lamentar suficientemente la pérdida de un edificio que, mientras existió, estuvo cerca del corazón de todos los que habitaron esta Villa y tuvieron el placer de frecuentarlo y admirar su arquitectura.

Una pausa (Medellín, Colombia)

Empiezan a verse con frecuencia en esta ciudad los paseadores de perros que ejercen sus habilidades para limar asperezas y satisfacer el ansia de la calle que aqueja a la mayoría de los perros. A falta de tiempo sus dueños han optado por permitir que sus mascotas recuperen el instinto gregario y salgan en pequeñas manadas, no ya para cazar animales sino para cazar novedades.
Cualquier disculpa es buena cuando se trata de romper la rutina. Diariamente recorren las mismas calles en la misma compañía. Ya se conocen y no causan mayores problemas a quien los conduce. Pero no deja de ser bienvenida cualquier alteración. Un momento de descanso para el cuerpo aunque la curiosidad no cesa.

La mirada del camaleón (Medellín, Colombia)

El ojo atento del camaleón no deja de observar mientras el visitante lo mira desde la seguridad que ofrece un vidrio de protección, satisfecho de poder acercarse a un animal cuyo hábitat original se encuentra en la lejana y misteriosa África.
Para los habitantes de las ciudades tanto los zoológicos como los acuarios son la única opción de ver animales que en su mentalidad citadina representan las regiones exóticas que quizá nunca lleguen a visitar.
Los zoológicos y los acuarios tratan cada vez más de recrear el entorno real del que fueron sustraídos los animales. Sin embargo no dejará de ser extraño, al menos para el animal, permanecer todo el tiempo en un lugar completamente cerrado, con el clima bajo un control estricto, donde las únicas novedades están representadas en los seres que pasan frente a él.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Tal vez para la realidad del camaleón quien lo mira es el mismo, que cambia de aspecto y de colores, así como él.

El nuevo tranvía (Medellín, Colombia)

El paso del tranvía todavía es una novedad para los habitantes de esta ciudad, aunque ya estén acostumbrados desde hace algunas décadas a vivir en la única ciudad de este país que tiene Metro.
Edificios nuevos y antiguos ven pasar suavemente este vehículo que en nada se parece a los viejos tranvías que transportaron a varias generaciones de medellinenses.
En su recorrido aún se encuentra con la mirada de asombro de los transeúntes que recuerdan la vieja calle atestada de personas, de carros y de buses. Ahora la calle que remonta la pendiente en dirección a Buenos Aires, es un espacio amplio que se puede recorrer sin prisas y sin sobresaltos, donde el sonido leve de la campana del tranvía despierta reminiscencias en el inconsciente colectivo.

Autopistas (Medellín, Colombia)

Las carreteras y las autopistas en cualquier parte del mundo evocan cambios en la vida tal como las adivinas en las ferias anuncian viajes o futuros prometedores.
Dependiendo del estado de ánimo pueden verse como el camino al futuro o como un regreso al pasado. Pero siempre sugieren alteraciones en la rutina: definitivas o pasajeras.
Por esta autopista salen viajeros constantemente. Algunos volverán en poco tiempo o dentro de tantos años que apenas reconocerán el lugar que dejaron.
Otros quizá no vuelvan pero siempre atesorarán en su memoria la imagen de una persona, de un rincón, de una esquina que marcará sus vidas en cualquier lugar donde vivan y donde la nostalgia les hará recordar esta ciudad que a nadie que la conozca deja indiferente.

"Raspao" (Medellín, Colombia)

Entre las costumbres que han acompañado a muchas generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.

Expresiones (Medellín, Colombia)

Un estudio de las expresiones humanas puede verse de manera patente en los rostros de los niños.
En cualquier actividad que los reúna nada les impide soltarse y demostrar las emociones que los mueven en determinado momento.
Es como si el entorno, el espacio donde viven, estuviera siempre en segundo plano.

Lirio blanco de la estrella (Medellín, Colombia)

Acostumbrados a los lirios sencillos, esos que otrora simbolizaron a la corona francesa, nos sorprende saber que éste también pertenece a la extensa familia de la flor de lis.
Debió pertenecer a alguna casa real desconocida y de la que ya nadie guarda memoria. Hasta podríamos decir que pudo ser el símbolo de los aburraes, esos primitivos e ignotos habitantes de este valle.
Por ahora sólo sabemos que esta planta crece en un jardín al borde de una calle y que parece haberse adaptado fácilmente a las difíciles condiciones que esta ciudad le impone a todos los seres que tienen que vivir en ella.
Una ciudad que aunque se la llame de la eterna primavera es bastante exigente con la flora que permite crecer en sus montañas.

Una pared vieja (Medellín, Colombia)

Entre tanto concreto y adobe surgen de vez en cuando los vestigios de la ciudad vieja, historiada. Paredones de tapia que marcaron otros ámbitos, diseñados para otros habitantes con necesidades distintas a las nuestras son descubiertos a veces por los observadores consuetudinarios del lugar donde viven.
Hoy esas paredes son mancilladas como tantas otras en la ciudad por el trazo furtivo de las consignas y toda clase de manifestaciones infligidas por seres anónimos que quieren dejar constancia de su paso. Pero la indiferencia de los transeúntes les niega hasta ese reconocimiento.
Las paredes continuarán imperturbables por mucho tiempo, separando lugares y marcando rumbos. Las marcas que les deja el tiempo no las afecta, más bien las ennoblece.

Una vista particular (Medellín, Colombia)

Las miradas a la realidad siempre son diferentes, es una verdad aceptada por casi todos en esta época.
Una de las grandes posibilidades del arte en cualquiera de sus manifestaciones es permitirle a cada uno de nosotros ver esa realidad desde el punto de vista de otro ser humano, plasmada en objetos como este: un andén de madera que se retuerce sobre sí mismo y se convierte en un ojo por donde se puede ver un sector de la ciudad. Aunque no sea la vista más espectacular y el objeto por donde se mira se robe la atención.
Tal vez el propósito del creador no fuera dirigir la mirada hacia un lugar sin mayores atractivos, quizá pretendía contarnos alguna historia sobre los caminos que regresan, propiciar en el espectador alguna reflexión sobre el eterno retorno tan bien expuesto en la obra de Friedrich Nietzsche. ¿Quién sabe?
La realidad es que ahí está en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para quien quiera verlo y sorprenderse, meditar o mirar a través de él.

Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)

Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza.
Una de las ventajas de vivir en la zona tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para que árboles y plantas crezcan en cualquier parte.
Aunque no se puede negar que en nuestro país hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas.
Infortunadamente hay lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde predomine el color verde.

Entre sombras (Medellín, Colombia)

No sabemos cuándo nos vamos a transformar en un elemento más de las múltiples escenas que se suceden continuamente en la ciudad; justo frente a los ojos de quienes quieran observarla con detenimiento.
Hasta una simple caminata por una plaza puede convertir a un transeúnte común y corriente en el elemento que contrasta en una fotografía.

Bajo el cielo gris (Medellín, Colombia)

Los que recién llegan a la ciudad se llevan la gran sorpresa de encontrarse la ciudad bajo un cielo gris y envuelta en brumas. Y es que por estos días los cielos azules han desaparecido y han sido reemplazados por el color de la melancolía.
Ya era el momento para que el clima de sol y vacaciones nos diera un respiro y volviéramos a sentir el viento frio en la cara y la lluvia mojándonos a mansalva porque los paraguas estaban durmiendo con el sueño de los objetos olvidados en los rincones de los closets.
Que importa tener que recurrir de nuevo a las fórmulas caseras para curarnos el resfriado. Que importa llegar a la casa envueltos en sacos y bufandas con los zapatos empapados.
¡Bienvenido el invierno a la ciudad!
Ojalá se quedara un rato largo, tan largo como para que empecemos a desear que vuelva el verano.

Volver (Medellín, Colombia)

En los barrios viejos de la ciudad los recuerdos nos asaltan en cualquier parte, hasta en las escalas que aparecen inesperadamente para unir dos calles empinadas.
Como si se quisiera enfatizar que los recuerdos nos llegan en fragmentos, esta escala en Manrique, trae a la memoria la canción Volver, una de esas canciones que se han oído durante décadas en las calles de este barrio que desde hace mucho tiempo consagró sus tardes y sus noches al tango. Un barrio donde la radio, los traganíqueles o los tocadiscos hacían oír a los transeúntes de manera discreta (era la época cuando la música no atronaba en las calles) las canciones de Gardel que según la conseja cada día canta mejor.
Nada más sugerente que una escala forrada con trozos de baldosín recitando una letra que para cualquier habitante de esta ciudad se asocia con algún afecto de su historia larga o corta, o un cuadro del Zorzal criollo hecho con pedazos de vidrio que, utilizando la técnica del mosaico, da cuenta de una memoria que aunque fragmentada siempre nos hace volver a recorrer con el pensamiento el tiempo transcurrido.

Pedazos de sol (Medellín, Colombia)

Entre tantas manifestaciones de la belleza que se pueden encontrar en la naturaleza la que más nos impresiona es la de las flores. Tal vez porque en sus pétalos se materializa la luz en cada tono.

La vida (Medellín, Colombia)

Un fragmento de escultura que se ve a través del follaje podría representar, de manera impasible, una de las facetas que caracterizan esta ciudad: la del arte.
El monumento a la vida, una de las mejores obras del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancur, es una de la tantas esculturas que contemplan a la intemperie en plazas y parques el paso de los días. Algunas a cielo abierto y otras por entre las hojas de los árboles y las plantas que siempre están al acecho con el fin de apoderarse de todo aquello que hacemos los seres humanos.

Una entre muchas (Medellín, Colombia)

De todas las plantas de la tierra el 10 ó el 20% están en territorio colombiano. Entre ellas el número de orquídeas exclusivas de Colombia asciende a 1572 especies registradas de las 4270 que hay en todo el país.
Y es que tenemos bosques donde un solo árbol puede albergar entre sus ramas más especies que todo un país con estaciones.
Por eso no es de extrañar que a pesar de que una ciudad no es el lugar ideal para este tipo de plantas, en los patios, jardines y viveros de Medellín florezcan orquídeas en todas las épocas del año.

Imagen oriental (Medellín, Colombia)

Como cada año por estos días, en un conocido centro comercial, se realiza la exposición de bonsái que complementa desde julio la Feria de las flores, emblema de esta ciudad de primavera interminable.
Y como cada año el escenario es distinto aunque siempre tiene una marcada tendencia orientalista. No puede ser de otra manera si tenemos en cuenta que esta técnica de cultivo apareció en el lejano oriente y que el término bonsái procede del idioma japonés que significa literalmente naturaleza en bandeja.
Independientemente de las posiciones ecologistas que cuestionan esta deformación de la naturaleza, los niveles de belleza al que llegan estos pequeños árboles es innegable. Pero no sólo hay que tener en cuenta su belleza sino ese aire de intemporalidad que evocan. Una intemporalidad que puede estar relacionada con las décadas que diferentes generaciones de cultivadores le dedican a darle forma a un solo árbol.

Combinaciones (Medellín, Colombia)

En esta plaza, o parque como se le dicen eufemísticamente en la ciudad a estas pequeñas áreas despejadas de edificios y de casas, se levanta un grupo de columnas que se ha convertido en un punto de atracción más en el heterogéneo paisaje urbano. Su impacto a la luz del día está en la repetición (que siempre resulta efectiva en la fotografía) y en la manera como juegan las luces y las sombras en su superficie y en el piso.
Y, dependiendo del ángulo desde donde se miren, su integración con las edificaciones que rodean el lugar hacen que estos adquieran un aspecto más dinámico.
Sin embargo mirando como se levantan solitarias hacia el cielo no se puede dejar de desear que cada una de ellas fuera reemplazada por un árbol.

El paso del tiempo (Medellín, Colombia)

Una réplica del antiguo tranvía de Medellín sirve de atrezzo, de decoración, a una escena que se ve con bastante frecuencia en este parque: el paso lento, cansado de una persona que ya ha visto mucho, tal vez demasiado. Quizá se sorprenda de toda la publicidad con que se ha rodeado la puesta en marcha del nuevo tranvía de Medellín. Tal vez jamás haya visto un tranvía porque está recién llegada a la ciudad como tantos que apenas empiezan a trasegar como seres anónimos por estas calles. O porque no, recuerde sus años de niña viajando en el tranvía en una de sus pocas visitas al Centro.
Por otra parte hoy, cuando esta mujer y muchos como ella, pasan sin ver el símbolo de lo que se plantea como la nueva ciudad, muestra sin enterarse la simbiosis que se da en todas las ciudades del mundo entre el pasado y el presente. Mezcla que no siempre se hace con la sabiduría necesaria para que la ciudad sea un lugar a escala humana y no una aglomeración de edificaciones sin una verdadera relación con sus habitantes.

Pequeñas poblaciones (Medellín, Colombia)

A los seres humanos se nos olvida, y es un olvido sistemático y hasta programado, que no somos los herederos de la tierra. Que en este planeta somos una forma de vida más. Es por eso que con base en la premisa de la arrogancia tomamos diariamente decisiones que afectan de una u otra manera a otras especies que conviven con nosotros.
En esta ciudad como en cualquier parte del mundo hay innumerables especies, grandes y pequeñas que viven al margen de nuestras decisiones. Se podría pensar que por su tamaño no tienen ninguna incidencia en los destinos de nuestra vida, sin embargo su número es abrumador y queramos o no su supervivencia también nos afecta.

La danza de los millones (Medellín, Colombia)

Se ha dicho siempre que los colombianos se dejan seducir con facilidad por los juegos de azar. Debe ser cierto si juzgamos esta aseveración por el número de loterías que diariamente incitan a la gente para que pruebe su suerte ofreciendo millones.
Sin contar con las rifas domésticas que se hacen en los barrios, en los colegios y hasta en las iglesias de la mayoría de las confesiones religiosas, pues al parecer no todas permiten a sus fieles dejarse llevar por los apremios de la situación económica para tentar el azar.
Pero no se necesita ser aficionado a invertir dinero en una esperanza azarosa para saber que estas mesas donde los loteros exhiben sus promesas en pedacitos multicolores están siempre allí esperando, a un lado de la Iglesia de la Candelaria y en otros puntos de la ciudad, a que la ilusión nos nuble los sentidos. Casi nunca se ven, sólo aparecen cuando las necesitamos.

¡Feliz día Colombia! (Medellín, Colombia)

Desde el interior del Museo de Antioquia, y a través de la reja de la entrada, se puede ver la cúpula del Palacio de la cultura y detrás el Edificio Coltejer con la bandera de Colombia que ondea en su vértice. Un lugar en el medio del valle que no ha perdido su calidad de punto de referencia, a pesar del desarrollo de la ciudad en todas direcciones.
Al menos se puede estar seguro de que hoy el viento agitará la bandera en lo más alto de la ciudad como lo hace todos los días del año. Sin embargo, en este día cuando se conmemora el inicio de la independencia del país serán pocas las casas donde se vea esta bandera. Es como si lo que representa este símbolo se hubiera reducido a utilizarla para mostrar que se sigue un equipo de fútbol.
La carga emocional que solían inspirar estos colores se ha desplazado de un profundo sentimiento nacionalista a una emoción manipulada por los medios de comunicación y sus intereses comerciales.
De todas maneras feliz día a todos los colombianos donde quiera que estén, aunque algunos no sepan ya lo que representa en realidad una bandera.

La gracia de la mandarina (Medellín, Colombia)

Como tantas frutas que se consumen en nuestro país, la mandarina llegó de lejos, de muy lejos. Según dicen los historiadores es originaria de China e Indochina donde su cultivo empezó cientos de años antes de Cristo.
Esta fruta debió llegar a Colombia por las mismas épocas que a otros países de América y con el sello de lo exótico que se le imprimió en Europa, cuando se le dio un nombre inspirado en los famosos dignatarios del Celeste Imperio. Ahora se vende hasta en las carretillas que recorren calles y avenidas de esta ciudad.
Pero lo interesante de esta fruta es que de entre todas las que consumimos a diario -autóctonas o foráneas- la mandarina es la única que se ha convertido en sello de distinción para algunos sitios representativos de la ciudad. Quizá se deba a su fuerte sabor o a que en nosotros hay todavía un deseo atávico de saborear lo exótico representado en una fruta.

La ciudad en contrapicado (Medellín, Colombia)

Pocas veces se tiene la oportunidad de ver la ciudad desde un punto tan privilegiado, hasta es posible identificar con toda precisión la casa donde uno vive.
Ver la ciudad así es como abstraerse de las imágenes que constantemente están a la altura de la mirada. Hay que pensarlo un poco para conciliar lo que vemos todos los días con este panorama a vuelo de pájaro, o será mejor decir a vuelo de satélite.
Aunque esta ciudad tiene muchos puntos privilegiados que permiten verla desde las alturas, el hecho de pararse, literalmente, sobre ella no deja de producir una sensación extraña.

La tranquilidad de los acuarios (Medellín, Colombia)

Los acuarios tienen un efecto sedante para la mayoría de quienes contemplan una vida que se desarrolla impasible y ajena a nuestra presencia y a nuestra mirada; no importa que esa tranquilidad que vemos sea aparente y en sus confines se estén desarrollando los mismos dramas que escenifica la existencia en cualquier parte de este planeta.
Para el observador los peces como éste, se mueven sin mayor esfuerzo, delicadamente, exhibiendo sus colores brillantes para el único deleite de sus ojos, ignorando casi siempre, que cada ser vivo tiene una función específica en la complicada trama de la vida en la tierra.

Sombrillas de verano (Medellín, Colombia)


Es tanto el calor en esta ciudad en estos días que por todas partes vemos sombrillas, hasta esas japonesas de papel tan sutiles, tan delicadas.
No importa que la fuerte luz de los soles tropicales traspase la superficie y nos queme volviendo inútiles estas barreras protectoras. Lo que realmente importa es la condición cinematográfica que siempre han tenido estos artefactos o como en este caso la condición fotográfica.
Esta ciudad siempre nos sorprende con imágenes que parecen cotidianas pero que gracias a un simple giro se convierten en momentos memorables.

Los detalles de la belleza (Medellín, Colombia)

Pocos deben saber que esta flor pertenece a una de las plantas que se ha hecho endémica en los jardines de esta ciudad. Y también deben ser pocos los que sabe que los crotones, pues a ellos me refiero, no son americanos sino que llegaron alguna vez de Malasia y las Indias orientales a este continente. Quién sabe por qué azarosas rutas.
Pero casi nadie se interesa por esas materias. Lo que interesa es la belleza de sus hojas, tan apropiada para dar colorido a muchos jardines y parques de la ciudad. Tanto que nadie se da cuenta de que este arbusto también florece. Unos ramos de flores tan modestos en tamaño que pasan desapercibidos.
Sin embargo si uno se toma el tiempo de mirar entre el follaje puede encontrarse con estas flores pequeñitas que contrastan en su sencillez con el protagonismo de las hojas, contradiciendo a casi la mayoría de las plantas, cuyas flores son casi siempre su elemento más llamativo.

De repente el verano (Medellín, Colombia)

Para los habitantes de esta ciudad la primavera siempre ha sido un lugar común, sin embargo hay momentos en que irrumpe sin avisar el calor agobiante del verano. Y entonces quedan pocos lugares a la intemperie donde uno se pueda refugiar del calor.
La ventaja de una ciudad de primaveras interminables es que siempre hay un charco de agua fresca donde apagar la sed. No importa el lugar donde se encuentre o la fuente de donde proviene. Para una boca sedienta, agua es agua.

La estridencia del color (Medellín, Colombia)

Si uno fuera a definir El centro de la ciudad debería apelar a los términos de la pintura, pues este lugar está marcado por el colorido. Desde los tonos artificiales de las ropas y de los carteles publicitarios hasta los colores de las frutas.
Pero en este lugar es tal la aglomeración de gente y de objetos que la primera palabra que se viene a la mente es estridencia, tal vez por ser la más pertinente a la hora de describir este lugar, pues alude no sólo a la cantidad de ruidos sino también a esa mezcolanza de colores que ataca la vista si se le mira con atención.
Quizá a este centro no se le pueda comparar con las calles hacinadas de Mombay o con los mercados flotantes de algunos países de la vieja Indochina, pero para nosotros que la padecemos esta disonancia visual y auditiva es lo suficientemente amenazadora como para considerarla estridente.

Una planta caminante (Medellín, Colombia)

En cualquier jardín de esta ciudad puede uno encontrar plantas que florecen continuamente sin que se enteren las personas que pasan por la calle. Como este Iris caminante que al parecer no es lo suficientemente exótico como sus primas las orquídeas (si la juzgamos por su forma) ni suficientemente noble como los lirios (si la juzgamos por el parecido de las hojas) para despertar el fervor entre los admiradores de las flores. Sin embargo su belleza está ahí a la vista de todo aquel que quiera contemplarla.
Este Iris en particular, haciendo honor a su nombre común, recorrió un largo camino desde San Francisco, un pueblito del oriente de Antioquia, hace unos 14 años y ha venido floreciendo desde entonces en el mismo jardín sin llamar la atención de casi nadie.

Foto de museo (Medellín, Colombia)

Cuando el visitante entra al museo de Antioquia se encuentra con una escala que conduce a los pisos superiores donde están las galerías más visitadas del museo. Las colecciones de siempre y las itinerantes.
Casi nadie se fija en el juego geométrico de esta escala que vista desde diferentes ángulos parece más bien una de las esculturas que alberga el museo que un simple medio para trasladarse de un lugar a otro.

Además de sus líneas austeras impresiona la combinación de colores fríos e impersonales que recuerdan el destino inicial de esta edificación: asiento del concejo de la ciudad durante varias décadas.

Gotas de lluvia (Medellín, Colombia)

Nada más fotográfico que unas cuantas gotas de lluvia salpicando cualquier superficie. Sobre todo si esa superficie es la de las flores.
Plantas y árboles no dejan de florecer en esta ciudad, donde la necesidad de algunos de cubrir la tierra con pavimento o concreto no ha podido erradicar la naturaleza que se cuela por cualquier tarjadura de los andenes o permanece en los patios de las casas que se parecen, por la variedad de especies que se cultivan en ellos, a los santuarios de alguna deidad telúrica.

Un patio de museo (Medellín, Colombia)

En esta ciudad los árboles y las palmeras han formado parte importante del urbanismo de la ciudad. No sólo en los parques y las avenidas sino también en los jardines, patios y solares de muchas casas. Es como si la ciudad quisiera permanecer fiel al entorno de montañas y bosques que la rodean.
En uno de los patios del Museo de Antioquia, una palmera suaviza con su presencia las líneas austeras del viejo edificio del concejo de Medellín. Ni siquiera los colores brillantes de una espuria estructura metálica, superpuesta a los balcones, logran opacar la presencia de la naturaleza.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...